viernes, 13 de noviembre de 2020

Alberto Szpunberg (Buenos Aires, 1940)

 

 


XIV

Aunque ya sabes que nunca se vuelve, vuelve a casa,
acepta la pequeña mentira como un guiño,
antes de que el invierno te sorprenda
bajo un árbol de ramas despojadas:
acá se acaba el bosque,
el que creció en tus sueños
aun antes de que tus manos rozaran la corteza:
la llanura que se extiende ante tus ojos
como un mar envuelto en luminosa niebla
no tiene por qué ser el desemparo
que se abraza a tus huesos:
todo ha sido un juego de niños,
donde las reglas eran
inocentes trampas consentidas.
 
 

XIX

De todos modos, creer para crecer y crear:
ya distinguimos los chingolos de los gorriones
y sabemos que el pasaje Bollini sólo dura dos cuadras,
pero, aún así, nos acompaña.

Truena sordamente, como si desde arriba nos hablaran,
y aunque es confuso entender lo que nos dicen
-siempre es confuso lo que los de arriba nos dicen-,
¿alcanzaremos a ver tanta belleza desde alguna ventana?
¿hay una puerta para entrar al mundo?
¿un balbuceo?
¿una palabra?

No sé:
perdí el papel donde tenía la dirección exacta.
 
 
 
 


En  "Sol de noche", 2008, Cuando solo la muerte es pasajera, obra reunida, Editorial Entropía, Buenos Aires, 2013

 

 

(Fuente: Otra iglesia es imposible)

 

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