lunes, 6 de mayo de 2024

Héctor Giuliano (Piamonte, Italia, 1947 / Reside en San Juan, Argentina)

 

Mi vasta ex biblioteca
desarbolada
por mano propia
y espíritu ajeno,
acoquinaba
a mis pocas visitas:
Calívar, el plomero;
Magerakis,
fabulador y burlador
obcecado;
la vendedora domiciliaria
Sofía,
perfumes, cremas,
prendas de bebé,
ollas y sartenes revestidas de teflón,
maicenitas y huevos de pascua;
el Tunduco Pérez
y su nunca saciado anhelo alcohólico;
el Negrito Morales
que se apeaba del Rastrojero
y las frutas, aceite casero y verduras,
para tomarnos un cafecito;
Luisa, vecina,
siempre y siempre
asistiendo a su madre
siempre muy enferma;
el verrugoso don José,
que pasea por el barrio
su bastón de caña,
sus botones perlados
sus gruñidos y mañas
de perro viejo;
el armero de la policía,
Toledo,
que vende fierros
delincuentes,
a quien compré
este limado Colt 1892,
con cuatro balas de plata;
Fausto,
no mi hermano,
ése todavía esta preso
por el asunto ese de la ESMA,
el otro,
el jachallero,
que alguna vez fuera
habilidoso nutriero,
este Fausto
se paraba de frente
y por ahí de perfil
ante el mundo de papel
encuadernado,
detestable por demás,
leía lomos,
uñaba una tapa de cuero trucho,
se daba de a ratos
como espiando
algo de la movida textual
a punto de agitarse
pero muerta al fin,
retiraba un libro:
Johan Huizinga,
deletreaba,
V.Propp,
desgastaba una página,
"Nacha Regules", ojeaba,
tiraba del margen
una foto de Venecia
gauchita en su formalidad
de horizontes sellados,
restregaba
un mapa serrano,
firmado al parecer
por Spilimbergo,
un reguero
cruzado
de flechas, meridianos,
batallas,
marchas y contramarchas
del General Paz
durante las guerras civiles,
como desencuentro
de aves, equinodermos y marsupiales,
fumaba,
se recordaba de algo,
embolsillaba las manos,
daba la espalda
a ese baluarte derrotado
de celulosa y tinta
que fuera pasto de cartoneros
y en alguna ocasión
del omar piromaníaco
de Alejandría,
como se dice o no se dice,
daba de risotadas y muecas
y nos poníamos a huevear,
sobre noticieros, raperos,
Gran Hermano,
y esas tantas boludeces
que pasan por la tele cultural,
atrapante imán,
hidra viscosa,
luz de luces,
no hay nada mejor. 
 
Desnudita y perentoria
la Pelona,
tirando fintas
y dulces flores. 
 

- Inédito -

 

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