lunes, 6 de mayo de 2024

Sylvia Plath (Boston, EEUU, 1932 - Londres, 1963)

 


Monólogo a las tres de la mañana

 

 
Mejor que se rompa cada fibra,
que la furia se desate
y la sangre lustrosa inunde
el sofá, la alfombra, el piso:
el almanaque de la serpiente anuncia
que vos estás a un millón
de verdes condados de aquí;
mejor eso a quedarme sentada y muda,
retorciéndome bajo el aguijón
de las estrellas, mirando sin ver,
lamentándome, maldiciendo
cada despedida, cada tren que dejé ir,
yo, la gran idiota, la magnánima, arrancada así
de mi único reino
/
 
 

 

Soy vertical

 

Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol que con sus raíces absorbe
los minerales y el amor maternal de la tierra
para que mis hojas brillen en la primavera,
ni soy la maravilla del jardín frondoso
al que admiran y pintan en extraordinarios colores
sin saber que pronto caerán mis pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y la corola de una flor puede no ser alta, pero deslumbra,
y lo que yo quiero es ser longeva como él y atrevida como ella.
 
Esta noche, en la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores brindan su perfume fresco.
Yo camino a su alrededor, pero no parecen darse cuenta.
A veces pienso que, cuando duermo,
al apagarse un poco el pensamiento, yo debo ser
exactamente así.
Me resulta más natural cuando me acuesto:
puedo hablarle al cielo cara a cara y servir,
al fin, para algo: cuando ya no me levante
recibiré la caricia de los árboles y las flores tendrán para mí todo el tiempo del mundo.
/
 
 
 

Amapolas en otoño

 

Ni las nubes del sol podrían vestir una pollera así esta mañana.
 
Ni la mujer de la ambulancia,
ni su corazón rojo, que desquiciado florece y atraviesa su abrigo.
 
Es un regalo, un regalo de amor
que nunca pidió
este cielo
pálido y flameante
encendido de monóxido, ni los ojos
que de golpe se detienen bajo unos sombreros negros.
 
Y yo, Dios, ¿qué soy?
¿Por qué se abren y gritan así estas últimas bocas
en un bosque de hielo, en un amanecer de flores azules?
 
 
Trad. DANIELA CAMOZZI
 
(Fuente: Cecilia Pontorno)

 

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