viernes, 3 de mayo de 2024

Sebastián Jaka (Buenos Aires)

 

En Belfast.

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(A Plilar Costa, que vive en Belfast, y tiene mis manos.)
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En Belfast hay un hombre que tiene mis manos.
Él acaricia una mujer de piel blanca,
tiene siete hijos y trabaja en un astillero.
Mientras yo escribo en esta hoja, él construye un barco para una familia adinerada.
Yo no podría construir un barco ni tener siete hijos; él no podría escribir ni un mísero poema.
Pero vive en Belfast y tiene, al igual que yo, grabada en los ojos la imagen ondulante de las colinas.
Él piensa que tienen la forma de un gigante dormido
yo, la de una mujer desnuda, tendida de costado.
A veces miramos el horizonte al unísono y nos preguntamos
si la vida es tan sólo esto, escribir melindrosos poemas
confeccionar barcos para gente adinerada.
Él tiene un jardín de baldosas en el que juega largas horas con sus hijos
yo tengo siete árboles frutales y una manera lúdica de relacionarme con el viento.
De vez en cuando hacemos los mismos gestos al agarrar un vaso, al cerrar los dedos en torno a un picaporte, al recorrer el contorno de una mujer.
Él no sabe que tiene mis manos, pero cuando escribo algún poema, siente un cosquilleo extraño subiéndole por las muñecas, y la inconfesable sospecha de estar manipulando mercancía robada.
Yo tipeo en la máquina con los dedos agarrotados, como si hubiese trabajado largas horas el hierro y la madera, y, mientras el poema se construye, siento el aire fresco de Belfast colándose entre mis dedos.

 

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