UNA CANCIÓN EN EL DESIERTO
Una
guirnalda fue tejida con hojas negruzcas en la comarca de Acra: allí monté mi
oscuro caballo y con la daga puncé en pos de la muerte. Y de cuencos de madera
bebí la ceniza de las fuentes de Acra y con la visera cerrada cargué contra las
ruinas del cielo. Porque muertos están los ángeles y quedó ciego el Señor en la
comarca de Acra, y no hay nadie que el sueño me cuide de los que llegaron aquí
a su reposo.
Quedó
destrozada la luna, la florecilla de la comarca de Acra: florecen así, imitando
las espinas, las manos con anillos herrumbrosos.
Y
así debo inclinarme por fin, para el beso, cuando rezan en Acra... ¡Oh mala fue
la coraza de la noche, rezuma la sangre por las hebillas! Y así me convertí en
su hermano sonriente, el férreo querube de Acra. Así pronuncio yo el nombre y
aún siento el ardor en las mejillas.
LA
ARENA DE LAS URNAS
De
verde herrumbroso es la casa del olvido.
Ante
cada una de las puertas batientes azúlase tu juglar decapitado.
Para
ti toca el tambor de musgo y vello amargo del pubis;
con
el dedo llagado del pie tu ceja pinta en la arena.
La
dibuja más larga de lo que era, y el rojo de tu labio.
Llenas
aquí las urnas y cenas tu corazón.
ELOGIO DE LA DISTANCIA
En
el manantial de tus ojos
viven
las redes de los pescadores del Mar Extravío.
En
el manantial de tus ojos
Aquí
arrojo,
corazón
que moró entre los hombres,
de
mí los vestidos y el brillo de un juramento:
Más
negro en lo negro, estoy más desnudo.
Sólo
desavenido soy fiel.
Yo
soy tú cuando yo soy yo.
En
el manantial de tus ojos
surco
y sueño pillaje.
Una
red atrapó una red:
nos
separamos abrazados.
En
el manantial de tus ojos
un
ahorcado estrangula la cuerda.
EN EGIPTO
Debes
decirle al ojo de la forastera: sé tú el agua.
Debes
buscar a las que sabes en el agua en el ojo de la forastera.
Debes
llamarlas fuera del agua: ¡Rut, Noemí, Miriam!
Debes
adornarlas, cuando yaces con la forastera.
Debes
adornarlas con el cabello de nube de la forastera.
Debes
decir a Rut y a Miriam y a Noemí:
¡Mira,
con ella duermo!
Debes
adornar más bella que nada a la forastera junto a ti.
Debes
adornarla con la pena por Rut, por Miriam y Noemí.
Debes
decir a la forastera:
¡Mira,
yo dormí con éstas!
CRISTAL
En
mis labios no busques tu boca,
ni
delante de la puerta al forastero,
ni
en el ojo la lágrima.
Siete
noches más arriba el rojo va hacia el rojo,
siete
corazones más hondo llama la mano a la puerta,
siete
rosas más tarde susurra la fuente.
Con
llave cambiante
tú
abres la casa en la cual
la
nieve oscila de lo silenciado.
Según
la sangre que te mane
de
ojo, boca u oído,
tu
llave cambia.
Si
cambia tu llave, cambia la palabra,
a la
que le está permitido oscilar con los copos.
Según
el viento que a empujones te aparta,
se
amontona la nieve en torno a la palabra.
ATARDECER DE LAS PALABRAS
Atardecer
de las palabras — ¡buscador de manantiales en el silencio!
Un
paso y otro paso más,
un
tercero, cuyo rastro
tu
sombra no elimina:
la cicatriz
del tiempo
se
dilata
y
anega la tierra de sangre —
Los
dogos de la noche palabral, los dogos
repercuten
ahora medio a
medio
dentro de ti:
Una
luna postrera te asiste:
arroja
a la jauría
un
largo hueso de plata
—desnudo
como el camino por el cual venías—,
pero
eso no te salva:
el
rayo que suscitaste
se
encrespa todavía más cerca,
y
encima nada un fruto
que
mordiste hace años.
Traducción:
Pablo Oyarzún
Fotografías: Anja
Bührer
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