martes, 31 de enero de 2017

Gilberto Owen (México)

Sindbad el varado   (fragmentos)


Día veinticinco, Yo no vi nada
Mosca muerta canción del no ver nada,
del nada oír, que nada es.

De yacer en sopor de tierra firme
con puertos como párpados cerrados, que no azota
la tempestad de un mar de lágrimas
en el que no logré perderme.

De estar, mediterránea charca aceda,
bajo el sueño dormido de los pinos, inmóviles
como columnas en la nave de una iglesia abandonada,
que pudo ser el vientre
de la ballena para el viaje último.

De llamar a mi puerta y de oír que me niegan
y ver por la ventana que sí estaba yo adentro,
pues no hubo, no hubo
quien cerrara mis párpados a la hora de mi paso.

Sucesión de naufragios, inconclusos
no por la cobardía de pretender salvarme,
pues yo llamaba al buitre de tu luz
a que me devorara los sentidos,
pero mis vicios renacían siempre.


* * * * *

Día veintiseis, Semifinal

     Vi una canción pintada de limón amarillo
     que caía sin ruido de mi frente vencida,
 y luego sus gemelas una a una.
Este año los árboles se desnudaron tan temprano.

Ya será el ruido cuando las pisemos;
     ya será de papel su carne de palabras,
     exánimes sus rostros en la fotografía,
     ciudad amalecita que el furor salomónico ha de poblar
     de bronces,
ya no serán si van a ser de todos.

Fueron sueño sin tregua, delirio sin cuartel,
amor a muerte fueron y perdí.

* * * * *

Día veintisiete, Jacob y el mar
Qué hermosa eres, Diablo, como un ángel con sexo pero
     mucho más despiadada,
cuando te llamas alba y mi noche es más noche de esperarte,
     cuando tu pie de seda se clava de caprina pezuña en mi
     abstinencia,
cuando si eres silencio te rompes y en mis manos repican
     a rebato tus dos senos,
cuando apenas he dicho amor y ya en el aire está sin boca
     el beso y la ternura sin empleo aceda,
cuando apenas te nombro flor y ya sobre el prado ruedan
     los labios del clavel,
cundo eres poesía y mi rosa se inclina a oler tu cifra y te
     me esfumas.

Mañana habrá en la playa otro marino cojo.


* * * * *

Día veintiocho,
Final

Mañana. Acaso el sol golpea en dos ventanas que entran
     en erupción.

Antes salen los indios que pasan al mercado tiritando con
     todo el trópico a la espalda.
Y aún antes
     los amantes se miran y se ven tan ajenos que se vuelven
     la espalda.

Antes aún
     ese ángel de la guarda que se duerme borracho mientras
     allí a la vuelta matan a su pupilo:
¿Qué va a llevar más que el puñal del grito último a su
     Amo?
¿Qué va a mentir?

"Lo hiciste cieno y vuelve humo pues ardió como Te amo."

Tal vez mañana el sol en mis ojos sin nadie,
tal vez mañana el sol,
tal vez mañana,
tal vez.
                                                                                        Bogotá, 1942


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