lunes, 6 de junio de 2016

Edgar Bailey, tres poemas




Edgar Bailey (Buenos Aires 1919-1990)





















Último acto

El señor R. y su señora han salido del teatro antes de que
finalizara el espectáculo. El frío es intenso. El matrimonio
camina lentamente. Al llegar a una esquina una joven vestida
pobremente les pregunta la hora. El señor R. responde con
una ligera sonrisa: Es la hora del sueño.
Entonces la joven se dirige al teatro, penetra por la entrada
de los artistas y sube al escenario donde dice su papel en el
último acto de la obra. El señor y la señora R. siguen su
camino.

Un crucigrama

¿Puedo hacerle una caricatura, un crucigrama, un jeroglífico,
     un horóscopo? Es muy delgado y viejo, pero la piel es joven.
     Los ojos son verdes y vivaces. El traje, con grandes lampa-
     rones, le queda grande. La tela es gruesa, a rayas. No lleva
     medias y los zapatos deformados y enormes tienen las puntas
     comidas. Insiste. Finalmente aceptamos que nos haga un
     crucigrama. Se sienta contento a nuestra mesa. Nos pre-
     gunta nuestros nombres, nuestras palabras preferidas. Por
     bromear Enrique dice que prefiere la palabra miseria. El
     viejo ríe, desdentado, suelto. Se atora, tose, enrojece. Se
     calma y vuelve a reir. Y no ríe por nadie en particular. Ríe
     por nosotros, por él, por todos.

La tarjeta

Entro en una oficina del Departamento de investigaciones
     Científicas. Mi hermano me ha encomendado una ges-
     tión. Tengo que ver a un funcionario y en cierta manera
     participar de una investigación. Me atiende un empleado
     y me pide mi tarjeta. le digo que no tengo. “Hay que
     tener”, me responde. Y me muestra una tarjeta suya im-
     presa en caracteres góticos. “Una como ésta, ¿entiende?”
     Asiento, guardo la tarjeta en un bolsillo y salgo. En la
     calle una señora de cierta edad me detiene y me mira con
     una mezcla de asombro, alegría y pena. Ocurre que le
     recuerdo mucho a su difunto esposo. Quedo confundido y
     para salir del paso le entrego la tarjeta con caracteres gó-
     ticos que acaban de darme.


De Alpialdelapalabra

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