miércoles, 29 de junio de 2016

Leopoldo María Panero


Deseo de ser piel roja


(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta. )
La llanura infinita y el cielo su reflejo.
Deseo de ser piel roja.
A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo de ser piel roja.
El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio. Deseo
de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono.

domingo, 26 de junio de 2016

Salvatore Quasimodo (Italia, 1901 - 1968)

Y enseguida anochece


Cada uno está solo sobre el corazón del mundo
herido por un rayo de sol;
y enseguida anochece.







Ed è súbito sera

 Ognuno sta solo sul cuor della terra  
 trafitto da un raggio di sole:  
 ed è súbito sera.


Salvatore Quasimodo (Modica, 1901-Nápoles, 1968)

jueves, 23 de junio de 2016

Louis Aragon (París, Francia, 1897 - 1982)


               Nosotros hemos hecho... 

 


 
Traducción Rubén Reches


Nosotros hemos hecho el bien así como ellos han hecho el mal.
Hemos impedido que aplaste a un ciego
A un joven automovilista inexperto.
Punto uno
Luego tendiendo una mano caritativa ante todo
Hemos cruzado el bulevar Péreire
Con una mamá cargada de lactantes.
Punto dos
Hemos saludado todos los entierros
Hemos aplastado con desprecio e insultos
A todos los pisaverdes y otros inútiles
Punto tres
Hemos prodigado en nuestro candoroso ardor
Palabras de aliento a todos los buenos ancianos
A los trabajadores a los niños de la escuela a las viudas
Punto cuatro
A los huérfanos a los empleados del subterráneo
A los lustrabotas a los profesionales
De la palabra a los telegrafistas

En una palabra
Como el buen emperador Trajano
Bien podemos decir en este atardecer luminoso
Que no hemos perdido del todo nuestro día




(Fuente:  Cainabella blog)

martes, 21 de junio de 2016

Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919 - 1990)


  Al conde de Lautrémont

 


Edgar Bayley (Foto Enrique Butti)









 
 
 
 
 
 
 
 
 
al que ha dejado abierta la mirada de seda del pulpo
el ojo saliente del sapo y el higo comedor de asnos
al que fue hasta el extremo de la sangre donde hierve la inocencia
y rescató la bujía del sueño y la cuerda tensa de la libertad
un cielo de cabellos mojados
una noche de alabastro
un buey rojo de alas batientes
un arriate de leña y carbón
una marsopa ocular
una ciudad resucitada
al que ha dejado abierta la herida del vampiro aullante
las garras y los órganos chupadores
los reinos flemáticos  del viejo océano
las quijadas del tiburón y las entrañas acuosas de la raya
un granero con todos los nombres del mundo a la luz de la luna
una caracola de inocencia
un encanto lúcido después de la fiebre
unas pupilas de sol naciente
un golpe de tambor al extremo del punzante mal
al que ha dejado abierta la larga cicatriz sulfurosa
la boca cuadrada de baba oscilante
la lámpara sumergida con alas de ángel
el vientre de la araña de donde emergen dos adolescentes vestidos de azul
un estallido de naipes
un lecho de ondas claras en todas las direcciones
un puerto sin solapas para abordar ensueños
un alfabeto de puertas
una llama de ojos azules
al que ha dejado abierta la esperanza vencida renaciente
la sorda ciénaga la inmensa equimosis sobre el cuerpo de  la tierra
y la crueldad recorriendo como un cometa aterrador el espacio sanguinolento
un trompo ardiente que flota en el lago a medianoche
un domador que avanza con su ojo de humo
un rosario de espejismos en una caja fuerte
un verano sin fronteras que aniquila a los guardianes
la tea de los jueves que abre todas las puertas
al que sostuvieron los vientos los arrebatos de cólera y las enfermedades del orgullo
la gota de esperma y la gota de sangre
que corren lentamente a lo largo de las secas arrugas
y el pedestal de gigantes acuáticos en el vientre vacío
un cielo en pie que almacena nuestras memorias
el amor oculto a  la vera del camino
un atardecer un rastro de plumas y de hocicos
una infancia rescatada liberada extendida como una risa  un zumbido un arco una espuma
un fruto un cráter un nido una aurora una rama en la constelación de nuestro sueño
porque al fin
LAETERNIDAD QUE BRAMA COMO UN MAR DISTANTE SE APROXIMA A GRANDES PASOS                        



Edgar Bayley  (Edgar Maldonado) Buenos Aires, 1919-1990 . Poeta, traductor y ensayista.
 
 
(Fuente: Alpialdelapalabra)

domingo, 19 de junio de 2016

Hart Crane (Ohio, EEUU, 1899 - México, 1932)


"Un nombre para todos”

© Versión de Juan Carlos Villavicencio




Un saltamontes y una mariposa nocturna huyen de nuestra página
y siguen aleteando, amarramos a sus cuerpos
nombres inmaculados para aliviar
nuestra envidia por su libertad –debemos mutilar

porque somos usurpadores disgustados–
y les tomamos el ala y en la mano los herimos.
Tenemos nombres, incluso, para aplaudir al viento;
pero como ustedes debemos morir para entender.

Soñé que todos los humanos abandonaron sus nombres y cantaron
sólo como ellos son capaces de alabar, quienes construyeron sus días
con pezuña y aleta, con ala y dulce colmillo
caían libres y sagrados siempre en un sólo Nombre.



(Fuente: Descontexto)









sábado, 18 de junio de 2016

Césare Pavese


VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS...


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

lunes, 13 de junio de 2016

Alfonso Sola González

 

Música  entre  pérgolas



¿Qué son las pérgolas esdrújulas?

¿Jardines sin señoras, avellanas

en la mano de los pobres,

o sombreros flotando en un río de aire?

¿O solamente eso, las palabras, las pérgolas?



Aimé Césaire



Bárbaro




Es la palabra la que me sostiene
y golpea en mi caparazón de cobre amarillo
donde la luna devora en la sopanda de la herrumbre
los huesos bárbaros
de cobardes animales merodeadores de la mentira.
Bárbaro
del lenguaje sumario
y nuestros rostros bellos como el verdadero poder quirúrgico
de la negación
Bárbaro
de los muertos que circulan por las venas de la tierra
y vienen a veces a partirse la cabeza contra las paredes de nuestras
orejas
y los gritos de rebelión nunca escuchados
que giran al compás y con los timbres de la música
Bárbaro
el artículo único
bárbaro el tapaya
bárbaro la anfisbena blanca
bárbaro yo la serpiente que escupe
y me despierta de mis putrecibles carnes
de pronto salamanquesa voladora
de pronto salamanquesa listada
y me adhiero tan bien a los lugares propios de la fuerza
que para olvidarme tendréis que
arrojar a los perros la carne velluda de vuestros pechos



sábado, 11 de junio de 2016

Alfonso Sola González

(Sin título)


Por los que en la noche esperan en las terminales

el ómnibus que no saldrá nunca,

por los que duermen en las Salas de Espera

de las Terminales abrazados a sus muletas,

por el amante que se va en el de las 2.05,

por el amante que se queda,

por el que golpea en la puerta del bar

y el bar está cerrado,

por los que no pueden pagar un taxi

y caminan bajo las estrellas hasta el amanecer,

te pedimos, oh Sol, padre de las diligencias

que parten al alba,

que no salgas nunca más.




jueves, 9 de junio de 2016

Aimé Césaire (Martinica 1913-2008)



Se anuncian balazos

En la orilla del mundo estoy esperando
a los-viajeros-que-nunca-llegarán
denme la leche del infante el pan de lluvia las
harinas de la medianoche el baobab
mis manos se espinaron entre matorrales de astros
pero fueron curadas por la espuma
y desatadas por el tiempo
la imagen de la prisión y
la fulminante geometría trigonométrica
para mi sueño con manecillas de reloj retrasado
para mi rencor hundido por la carga
para mis gigantescos árboles de Tasmania
para mi fortaleza de Papúa
para mis auroras boreales mis hermanas
amantes
mi amiga mi mujer mi foca
oh todas mis maravillosas amistades
mi amiga mi amor
mi muerte mi reposo mis furias
mis jaurías
mis malditas sienes
y las minas de uranio soterradas en la profundidad
de mis inocencias
se desgranarán
en comederos de pájaros
(y las estrellas estéreas serán el nombre común
de los leños recolectados en los aluviones de
las venas cantantes nocturnas)
en el minuto 61 de la última hora
la bailarina invisible disparará
a nuestro corazón
con infernales balas rojas y flores
por vez primera
a la derecha de los días descarnados sin ojos
sin desconfianza sin lagos
a la izquierda los fuegos que se ubican en días
cortos y avalanchas
en el pabellón negro de dientes blancos con
Vómito-Negro
será levantado y sostenido durante tiempo
ilimitado
por el fuego salvaje de la fraternidad

lunes, 6 de junio de 2016

Edgar Bailey, tres poemas




Edgar Bailey (Buenos Aires 1919-1990)





















Último acto

El señor R. y su señora han salido del teatro antes de que
finalizara el espectáculo. El frío es intenso. El matrimonio
camina lentamente. Al llegar a una esquina una joven vestida
pobremente les pregunta la hora. El señor R. responde con
una ligera sonrisa: Es la hora del sueño.
Entonces la joven se dirige al teatro, penetra por la entrada
de los artistas y sube al escenario donde dice su papel en el
último acto de la obra. El señor y la señora R. siguen su
camino.

Un crucigrama

¿Puedo hacerle una caricatura, un crucigrama, un jeroglífico,
     un horóscopo? Es muy delgado y viejo, pero la piel es joven.
     Los ojos son verdes y vivaces. El traje, con grandes lampa-
     rones, le queda grande. La tela es gruesa, a rayas. No lleva
     medias y los zapatos deformados y enormes tienen las puntas
     comidas. Insiste. Finalmente aceptamos que nos haga un
     crucigrama. Se sienta contento a nuestra mesa. Nos pre-
     gunta nuestros nombres, nuestras palabras preferidas. Por
     bromear Enrique dice que prefiere la palabra miseria. El
     viejo ríe, desdentado, suelto. Se atora, tose, enrojece. Se
     calma y vuelve a reir. Y no ríe por nadie en particular. Ríe
     por nosotros, por él, por todos.

La tarjeta

Entro en una oficina del Departamento de investigaciones
     Científicas. Mi hermano me ha encomendado una ges-
     tión. Tengo que ver a un funcionario y en cierta manera
     participar de una investigación. Me atiende un empleado
     y me pide mi tarjeta. le digo que no tengo. “Hay que
     tener”, me responde. Y me muestra una tarjeta suya im-
     presa en caracteres góticos. “Una como ésta, ¿entiende?”
     Asiento, guardo la tarjeta en un bolsillo y salgo. En la
     calle una señora de cierta edad me detiene y me mira con
     una mezcla de asombro, alegría y pena. Ocurre que le
     recuerdo mucho a su difunto esposo. Quedo confundido y
     para salir del paso le entrego la tarjeta con caracteres gó-
     ticos que acaban de darme.


De Alpialdelapalabra

sábado, 4 de junio de 2016

Jorge Luis Borges


*Ein Traum*


Lo sabían los tres.
Ella era la compañera de Kafka.
Kafka la había soñado.
Lo sabían los tres.
El era el amigo de Kafka.
Kafka lo había soñado.
Lo sabían los tres.
La mujer le dijo al amigo:
Quiero que esta noche me quieras.
Lo sabían los tres.
El hombre contestó: Si pecamos,
Kafka dejará de soñarnos.
Uno lo supo.
No había nadie más en la tierra.
Kafka se dijo:
Ahora que se fueron los dos, he quedado solo.
Dejaré de soñarme.



(J.L.Borges: La moneda de hierro, 1976; Obras Competas III: 154)

miércoles, 1 de junio de 2016

Hugo Padeletti


Convertir al desierto

con una rosa implícita
es arduo pero evita
suspicacias. Si el pecho
precede al hecho, el proclamar-
lo es redundancia. Es levantar
bandera y exclamar:
--¡Bandera blanca! Hay semillas
en África que aguardan
años
para convertir al desierto.
No lo convierten, lo enloquecen
por un tiempo.
Será fatuidad subestimar
la sed y el hambre,
el sueño, el sexo, el miedo.


de Doce poemas (1979).

Blanca Varela (Perú)


El falso teclado

toca toca
todavía tus dedos se mueven bien
el dedo de la nieve y el de la miel
hacen lo suyo
nada suena mejor que el silencio
nuestro desvelo es nuestro bosque
aguza el oído como una hoz
a trillar lo invisible se ha dicho
para eso estamos
para morir
sobre la mesa silenciosa
que suena