miércoles, 12 de febrero de 2014

Un poema de Pedro Piccatto


Huye de mí todo el salvaje goce de sufrir.
En mi órbita de lirio ah! qué calma infinita.
Una calma muy blanca que me separa de lo incierto del hombre y de su nébula.
Estoy como cercado de vaporosas gasas.
La tierra es una fuga que yo no he comprendido.
Y mi labor de sangre y de belleza,
calma de flor que no fatiga nunca,
la siento en mí como un roce de ángel.
Hoy podría escuchar la canción de las hadas.
Tímidas como el hombre en la sabiduría de su goce, me rodearían, leves.
Yo pondría mi oído en la lenta caravana de sombras y de llamas que cierran el crepúsculo,
y oiría, de temblor en temblor, cómo se hablan las flores entre sí.
Melodías que duelen de tan bellas. Ay! qué ambigua tristeza.
Hoy sí puedo sentir cómo huye esa lluvia de muerte que no encontrando amparo
buscaba el corazón... mi corazón!
Mis ojos que otras veces estuvieron inyectados en sangre,
hoy no sienten nada más que el deseo de herir todas sus lágrimas
y entre azules de olvido, perderse...
Con dulzura mental ah! yo apago toda fina palabra que se empeña en turbarme.
Hoy podría escuchar la canción de las hadas.
De ala en ala, en la sombra, o encima de los ángeles, ellas me rodearían.
La tierra es una fuga que yo no he comprendido.

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