jueves, 22 de febrero de 2018

Manuel Illanes

Francis Bacon o una pila de mierda
sobre el pavimento


No imaginamos qué lengua
podrá hablar con soltura de Aniquilación.
Tartamudea la barragana
apenas roza el pelaje de la bestia,
se sofoca, queda afónica al confrontarla.
El mal. El mal. El mal.
Habría que tragarse las palabras
junto con el músculo palpitante
que las impulsa, que las babea imprecisas;
arrancar las cuerdas vocales
como la maleza que entorpece el grano.
Y gemir, aullar después de todos los tonos
para siquiera modular
el gran silencio que rige tanto espanto.
Dicen que vislumbramos
más que los hombres de la edad de piedra,
pero los brotes de miseria
como los hongos afloran
en los bordes de las grandes avenidas
y se rescatan cadáveres
entre las aguas negras
cada amanecer.
Dicen que la poesía
y sus trabajadores terribles
mantienen viva una llama
encendida en el hígado de Prometeo.
Y sin embargo cabezas expuestas
en el pavimento, el pellejo
de un hombre, su mueca derretida
desvaneciéndose de la página del Alarma:
un desollado como cualquiera
de los que tapizan
el suelo de México.
El mal. El mal. El mal.
Nombres nuevos para un horror innombrable.
Si la voz no es Perseo, entonces
sólo queda el fusil.
en Memorias del inframundo, 2016

Mantra Edixxxiones

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