lunes, 31 de agosto de 2015

Luis Luchi (Buenos Aires, 1921 - Barcelona, 2000)


Paseo por la capital de la esperanza

 

Por supuesto será primavera
y de mañana,
los rayos del sol jóvenes.
Me pondré la ropa clara,
presentiré el tibio ambiente.
La naturaleza verde,
la luz clara,
yo estaré limpio.
Atiéndanme como visita
para que lleve recuerdos.
Los pájaros gorjearán,
los nombres emitirán reflejos.
Loas al amor en coro
me trasladarán
de un mensaje
al otro.
Rimaré mi pasado con la risa,
haré nuevas amistades,
entraré en los edificios en construcción
y precisaré un traductor excelente
que lúcido me guíe
en el idioma de los planes para el futuro.

 

 



 En:  Vida de poeta, A. Burnichón Editor, Buenos Aires, 1966

domingo, 30 de agosto de 2015

Poema de Alvaro Mutis (Colombia)


Cada poema

Cada poema un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mástiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario del poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.


sábado, 29 de agosto de 2015

Poema de Agustín García Calvo


"Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.




II


Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave.
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pués y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza."


Agustín García Calvo

viernes, 28 de agosto de 2015

Saint John Perse


Saint John Perse, Francia, 31 de mayo 1887 – Francia, 20 de septiembre 1975
Traducción Jorge Zalamea



Anábasis


Canción

Nacía un potro bajo las hojas de bronce. Un hombre puso bayas amargas en nuestras manos. Extranjero. Que pasaba. Y he aquí que se habla de otras provincias a mi gusto… “Os saludo, hija mía, bajo el más grande los árboles del año”.
Pues el sol entra en Leo y el Extranjero ha puesto su dedo en la boca de los muertos. Extranjero. Que reía. Y  nos habla de una hierba. ¡Ah! qué de soplos en las provincias! ¡Cuánta holgura en nuestras vías! ¡y cómo me es delicia la trompeta y la pluma sapiente en el escándalo del ala!… “Alma mía, moza, tenías maneras que no son las nuestras”.
Nació un potro bajo las hojas de bronce. Un hombre puso estas bayas amargas en nuestras manos. Extranjero. Que pasaba. Y he aquí un gran ruido en un árbol de bronce. ¡Asfalto y rosas, don del canto! ¡Truenos y flautas en las cámaras! ¡Ah! cuánta holgura en nuestras vías, ah, cuántas historias en la añada, y el Extranjero tiene sus maneras por los caminos de toda la tierra!…  “Os saludo, hija mía, bajo el más bello traje del año”.

I

Sobre tres grandes estaciones estableciéndome con honra, auguro bien del suelo en que he fundado mi ley.
Las armas en la mañana son bellas y la mar. A nuestros caballos entregada la tierra sin almendras
nos vale este cielo incorruptible.  Y el sol es nombrado, pero su pujanza está entre nosotros
y el mar en la mañana como una presunción del espíritu.
Poderío, cantabas sobre nuestras rutas nocturnas!… En los idus puros de la mañana, qué sabemos del sueño, nuestro mayorazgo?
Todavía un año entre nosotros! Dueño del grano, dueño de la sal, y la cosa pública en justas balanzas!
No llamaré a las gentes de otra orilla. No trazaré granes barrios urbanos sobre las laderas con el azúcar de los corales. Pero designio tengo de vivir entre nosotros.
En el umbral de las tiendas toda gloria! mi fuerza entre vosotros! y la idea pura como una sal abre sus audiencias en el día.
Obsedí la ciudad de vuestros sueños y detuve en los mercados desiertos ese puro comercio de mi alma, entre vosotros.
invisible y frecuente como un fuego de espino al aire libre.
Pujanza, cantabas sobre nuestras rutas espléndidas!… “En la delicia de la sal todas son lanzas del espíritu! Avivaré con sal las bocas muertas del deseo!
A quien, alabando la sed, no ha bebido del agua de las arenas en un casco,
poco crédito le concedo en el comercio del alma…” (Y el sol no es nombrado, pero su pujanza está entre nosotros).
Hombres, gentes de polvo y de todas las usanzas, gentes de negocio y de ocio, gentes de los confines y gentes de allende, oh gentes de poco peso en la memoria de estos lugares; gentes de los valles y de las mesetas y de los más altos declives de este mundo en la desembocadura de nuestros ríos; husmeadores de signos, de semillas y confesores de soplos en Oeste; seguidores de pistas, de estaciones, arrieros de campamentos  bajo el vientecillo del alba; oh buscadores de ojos de agua en la corteza del mundo; oh buscadores, oh descubridores de razones para irse a otra parte,
no traficáis con una sal más fuerte que ésta cuando, en la mañana, en un presagio de reinos y de aguas muertas altamente suspendidas sobre los humos del mundo, los tambores del exilio despiertan en las fronteras
la eternidad que bosteza sobre las arenas.
… Con el traje más puro entre vosotros. Por un año aún entre vosotros. “Mi gloria está en los mares, mi fuerza entre vosotros!
A nuestros destinos prometido ese soplo de otras riberas y, llevando más allá las semillas del tiempo, el esplendor de un siglo en su apogeo en el fiel de las balanzas…”
Matemáticamente pendientes de los bancos de la sal! En un punto sensible de mi frente en donde se plantea el poema, inscribo este canto de todo un pueblo,
de nuestros astilleros extrayendo  inmortales carenas.

II

En los países frecuentados, los más grandes silencios; en los países frecuentados por grillos al mediodía.
Marcho, marcháis por un país de altas laderas de toronjil, donde ponen a secar la colada de los Grandes.
Saltamos sobre el traje de la Reina, todo de encaje con dos bandas de color tostado (ah! cómo el ácido cuerpo de la mujer sabe manchar un traje en el lugar de la axila!)
Saltamos sobre el traje de su hija, todo de encaje con dos bandas de color vivo (ah! cómo la lengua del lagarto sabe atrapar las hormigas en el lugar de la axila!)
Y acaso no transcurra el día sin que un mismo hombre haya ardido por una mujer y por su hija!
Risa sabia de los muertos, que nos monden estas frutas!… Y qué, no hay ya gracia en el mundo bajo la rosa silvestre?
Viene, de este lado del mundo, un gran mal violeta sobre las aguas. El viento se levanta. Viento marino. Y la colada
vuela! como un sacerdote despedazado…

III

A la cosecha de las cebadas sale el hombre. No sé qué ser poderoso ha hablado sobre mi techo. Y he aquí que los Reyes se han sentado a mi puerta. Y el Embajador como a la mesa de los Reyes. (Que los nutran con mi grano!) El Contralor de pesos y medidas desciende los ríos enfáticos con toda suerte de restos de insectos
y de briznas de paja en la barba.
Ah! nos sorprendemos de ti, Sol! Nos has dicho tales mentiras!
Fautor de tumultos, de discordias! Nutrido de insultos y de escándalos! oh Frondista! haz reventar la almendra de mi ojo! Mi corazón ha piado de alegría bajo las magnificencias de la cal, el pájaro canta: “oh ancianidad”… los ríos sobre sus lechos son como gritos de mujeres y este mundo es más bello
que una piel de morueco teñida de rojo!
¡Ah! más amplia la historia de esta hojarasca en nuestros muros, y el agua más pura que en sueños, gracias, gracias le sean dadas de no ser un sueño! Mi alma está plena de mentira, como la mar ágil y fuerte bajo la vocación de la elocuencia! El olor poderoso me rodea. Y se despierta la duda sobre la realidad de las cosas. Pero si un hombre tiene por agradable su tristeza, que lo saquen a la luz! y mi consejo es que lo maten, si no,
habrá una sedición.
Mejor dicho: te prevenimos, Retórico, que nuestras ganancias son incalculables. Los mares culpables en los estrechos no conocieron juez más rígido! Y el hombre entusiasmado por un vino, llevando su corazón arisco y zumbante como un pastel de moscas negras, comienza a decir cosas: “… Rosas, purpúrea delicia: la tierra vasta para mi deseo, y quién pondrá, y quién pondrá los límites esta noche?… la violencia en el corazón del  cuerdo, y quién pondrá los límites esta noche…” Y un tal, hijo de un tal, hombre pobre,
llega al poder de los signos y de los sueños.
“Trazad las rutas por donde vayan las gentes de toda raza, mostrando ese color amarillo del calcañal; los príncipes, los ministros, los capitanes de voz amigdaliana; los que han hecho grandes cosas, y los que ven en sueño ésto o aquello. El sacerdote ha depuesto sus leyes contra el gusto de las mujeres por las bestias. El gramático escoge el lugar de sus disputas al aire libre. El sastre guinda de un árbol viejo un traje nuevo de muy bello terciopelo. Y el hombre aquejado de gonorrea lava su ropa en el agua pura. Hacen quemar el silicio del achacoso y el olor llega al remero en si banco,
y le es deleitoso”.
A la cosecha de las cebadas sale el hombre. El olor poderoso me rodea, y el agua más pura  que en Jabal hace ese ruido de otra edad. En el más largo día del año mondo, alabando a la tierra bajo la hierba, no sé qué ser poderoso ha seguido mis pasos y con los muertos bajo la arena y la orina y la sal de la tierra, he aquí que se ha hecho como con el cascabillo cuyo grano fue dado a las aves… mi alma, mi alma vela tumultuosamente a las puertas de la muerte. –Pero di al Príncipe que calle: en la punta de la lanza, entre nosotros
ese cráneo de caballo!

IV

Así va el mundo y de ello sólo alabanza tengo. Fundación de la ciudad. Piedra y bronce. Fogatas de zarzas en la aurora
pusieron al desnudo estas grandes
piedras verdes y aceitosas como fondos de templos, de letrinas,
y el navegante alcanzado en el mar por nuestros humos vio que la tierra, hasta la cima, había cambiado de imagen (vastas artigas vistas desde alta mar y esos trabajos de captación de aguas vivas en la montaña.)
Así la ciudad fue fundada y colocada en la mañana bajo las labiales de un nombre puro. Los campamentos se arrían en las colinas! Y nosotros que estamos sobre las galerías de madera,
cabeza desnuda y pies desnudos en la frescura del mundo,
de qué, pues, nos reímos, pero de qué tenemos que reírnos, desde nuestra tribuna, ante un desembarque de mozas y de mulos?

y qué hay que decir, después del alba, de todo ese pueblo bajo las velas? Arribos de harinas!… Y los bajeles más altos de Ilión bajo el pavorreal blanco del cielo, habiendo franqueado la barra, se detenían,
en ese punto muerto en el que flota un asno muerto. (Se trata de arbitrar a este pálido río, sin destino, de un color de langostas aplastadas en su savia).
En el tumulto fresco de la otra orilla, los herreros son amos de sus fuegos! Los chasquidos del foete descargan en las calles nuevas carretadas de infortunios latentes. Oh! Mulas, nuestras tinieblas bajo el sable de cobre! cuatro cabezas reacias al nudo del puño forman un vivo corimbo sobre el azur. Los fundadores de asilos se detienen bajo un árbol y les acuden las ideas para la elección de los terrenos. Me enseñan el sentido y la destinación de los edificios: fachada de honor, fachada muda; las galerías de laterita, los vestíbulos de piedra negra y las piscinas de sombra clara para las bibliotecas; construcciones fresquísimas para los productos farmacéuticos. Y luego se acercan los banqueros que silban en sus llaves. Y ya por las calles un hombre cantaba solo, de aquellos que tiznan sobre su frente la cifra de su Dios. (Crepitar de insectos para siempre en el barrio de las basuras”)… Y no es este el lugar para contaros nuestras alianzas con las gentes de la otra orilla; el agua ofrecida en odres, las prestaciones de caballerías para los trabajos portuarios y los príncipes pagados en moneda de peces. (Un niño triste como la muerte de los simios –hermana mayor de una gran belleza– nos ofrecía una codorniz en una zapatilla de satín rosa).
…Soledad! el huevo azul que pone un gran pájaro marino, y las bayas en la mañana odas grávidas de limones de oro! Fue ayer! El pájaro ha volado!
Mañana las fiestas, los clamores, las avenidas bordeadas de plantas leguminosas y los servicios de limpieza acarreando a la aurora grandes trozos de plantas muertas, restos de alas gigantes… Mañana las fiestas,
las elecciones de magistrados del puerto, las vocalizaciones en los suburbios y, bajo las tibias incubaciones de tormenta,
la ciudad amarilla, encasquetada de sombra, con los pantalones de sus muchachas en las ventanas.
… A la tercera lunación, los que velaban en las crestas de las colinas replegaron sus tiendas. Se hizo arder un cuerpo de mujer en las arenas. Y un hombre avanzó hasta la entrada del Desierto –profesión de su padre, vendedor de frascos.

V

Para mi alma mezclada los negocios remotos, cien fuegos de ciudades avivados por los ladridos de los perros…
Soledad! nuestros extravagantes partidarios adulaban nuestras obras, pero ya nuestros pensamientos acampaban bajo otros muros.
“A nadie he dicho que espere.. Os odio a todos con dulzura… ¿Y qué decir de este canto que nos extorsionáis?…”
Duque de un pueblo de imágenes por conducir a los Mares Muertos, dónde hallar el agua nocturna que lavará nuestros ojos?
Soledad!… Compañía de estrellas pasan por el borde del mundo, anexándose en las cocinas un astro doméstico.
Los Reyes Confederados del cielo hacen la guerra sobre mi techo y, señores de la altura, allí establecen sus vivacs.
Dejádme solo con las brisas de la noche, entre los Príncipes panfleistas, bajo la catarata de las Biélidas!…
Alma unida en silencio al betún de los Muertos! cosidos con agujas nuestros párpados! Loada la espera bajo nuestras pestañas!
La noche da su leche, que estén a ello atentos! y que un dedo de miel se deslice por los labios del pródigo:
“… Fruto de la mujer, oh Sabea!…” Traicionando al alma menos sobria y asqueado de las puras pestilencias de la noche,
me alzaré en mis pensamientos contra la actividad del sueño;
me iré con los gansos salvajes, en el soso olor de la mañana!…
–¡Ah! cuando la estrella pernoctaba en el barrio de las sirvientas, sabíamos que ya tantas lanzas nuevas
perseguían en el desierto los silicatos del Estío? “Aurora, narrabais…” Abluciones en las riberas de los Mares Muertos!
Aquellos que yacieron desnudos en la inmensa estación se levantaron en masa sobre la tierra –se levan en masas y gritan
que este mundo es insano!… El anciano mueve los párpados bajo la luz amarilla; la mujer se despereza sobre su uña;
y el potro pringoso pone su quijada barbuda en la mano del niño, que no piensa en saltarle un ojo…
“Soledad! A nadie he dicho que espere… Me iré por ahí cuando lo quiera…” Y el Extranjero todo vestido
con sus nuevos pensamientos, gana todavía partidarios en las vías del silencio: su ojo está lleno de una saliva,
ya no hay en él substancia de hombre. Y la tierra en sus simientes aladas, como un poeta en sus palabras,  viaja…

miércoles, 26 de agosto de 2015

Gustavo Escanlar (Montevideo, 1962-2010)


Una foto de mi padre

Una foto de mi padre a los 25
se ríe, tiene pinta
no se imagina que le esperan
una mujer histérica
un hijo maricón
un trabajo sin éxitos
una amante frígida y asmática
la madre que lo abandonó pidiéndole cariño
no se imagina todo eso porque tiene solamente veinticinco
-mi edad ahora-
y tiene la fuerza del recién llegado
la fuerza del galleguito dispuesto a todo
la fuerza del enamorado
no se imagina nada
porque está peinado a la gomina
y tiene puesta su mejor corbata
y pide que le retoquen la foto
y “de noche cuando me acuesto rezo a la virgen de la
macarena” retumba en su cabeza
y ríe
no se imagina nada
y veinte años después
perderá esa sonrisa



lunes, 24 de agosto de 2015

Poema de T.S. Eliot


LOS HOMBRES HUECOS (1925 - T. S. Eliot)
"Mistah Kurtz—he dead."
"A penny for the Old Guy"
I
Somos los hombres huecos
Somos los atestados
Que yacen juntos.
Cabezal henchido de paja. ¡Ay!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos,
Son calladas y sin sentido
Como viento en yerba seca
O patas de rata sobre vidrio roto
En nuestro sótano seco.
Horma sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, ademán sin movimiento.
Los que han cruzado
Con ojos directos, al otro reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso- no como extraviadas
Almas violentas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los atestados.
II
Ojos que no me atrevo a ver soñar
En el reino de sueño de la muerte
Ellos no aparecen:
Allá, los ojos son
Sol sobre una columna rota
Allá, un árbol hay que oscila
Y hay voces
Que cantan en el viento
Más distantes y solemnes
Que una estrella fugaz.
Dejadme estar no más cerca
En el reino de sueño de la muerte
Dejadme así vestir
Tan adredes disfraces
Abrigo de rata, cuero de cuervo, desfondos cruzados
En un campo
Obrando como el aire obra
No más cerca
No ese final encuentro
En el reino sombrío.
III
Esta es la tierra muerta
Esta es tierra de cactus
Aquí las imágenes de la piedra
Son alzadas, aquí reciben
La súplica en la mano del cadáver
Debajo de los guiños de una estrega fugaz.
Es así como esto
En el otro reino de la muerte
Solos caminamos
A la hora en la que somos
Temblando con ternura
Labios que besarían
Desde plegarias hasta piedras rotas.
IV
Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas que mueren
En este valle hueco
Esta rota mane mandíbula de nuestros reinos perdidos
En este último lugar de las reuniones
Nos congregamos
Y nos callamos
Plegados en la margen del crecido río
Ciegos, aunque
los ojos reaparezcan
Como perpetua estrella
Rosa multifoliada
Del reino sombrío de la muerte
La sola esperanza
De hombres huecos.
V
Vamos rodeando la tuna
Una tuna, una tuna
Vamos rodeando la tuna
A las cinco de la madrugada.
Entre la idea
Y la realidad
Entre los actos
Y el ademán
Cae la sombra
Porque Tuyo es el reino
Entre el concepto
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la sombra
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la sombra
Porque Tuyo es el reino
Porque Tuya es
La vida es
Porque Tuyo es el
Y así se acaba el mundo
Y así se acaba el mundo
Y así se acaba el mundo
No con un estallar, con un sollozo.

(Traducción: Julio Hubard)

domingo, 23 de agosto de 2015

Poema de Lêdo Ivo


El sueño de los peces", de Lêdo Ivo






No puedo admitir que los sueños
sean privilegio de las criaturas humanas.
Los peces también sueñan
En el lago pantanoso, entre pestilencias
que aspiran a la densa dignidad de la vida,
sueñan con los ojos abiertos siempre.

Los peces sueñan inmóviles, la bienaventuranza
del agua fétida. No son como los hombres, que se agitan
en sus lechos estropeados. En verdad,
los peces difieren de nosotros, que todavía no aprendemos a soñar.
Y nos debatimos como ahogados en el agua turbia
entre imágenes hediondas y espinas de peces muertos.

Junto al lago que yo mandé cavar,
volviendo la realidad a un incómodo sueño de infancia
pregunto al agua oscura. Las tilapias se ocultan
de mi sospechoso mirar de propietario
y se resisten a enseñarme cómo debo soñar.



en Mar océano, 1987









Traducción de Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres











viernes, 21 de agosto de 2015

Poema de Nicanor Parra


Soliloquio del Individuo

 

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la oscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.
Nicanor Parra