viernes, 31 de mayo de 2024

Diego Brando (Córdoba, 1987)

 

Entre tomar aire y exhalar
la totalidad del mundo. Como furias,
mastines detrás de una presa demasiado
veloz. Ruidos de fondo, frecuencias,
llovizna. La presencia sobre lo que
no existe, pero ocupa la mente.
Voracidad y una inquietud de mármol.
O como un cuadro que no se comprende.
 
.
La confusión es un punto que hace oscilar
la totalidad del cuarto. Un cuadro en donde
los detalles adquieren presencia y vástagos
fantasmales. Sierpes, flores en apertura y un
sonido de quiebre ante la incredulidad de los ojos
del animal de la calle. He aquí sus colmillos,
su baba espesa, el diamante en la explosión
del fuego; y voces en la novedad de la noche
que dejó de ser oscura. Aquí cada maniobra
de luz es una conspiración, el manto de piedad
que nace al quebrarse, un ángel que desova.
 
 
(Fuente: Daniel Freidemberg)

Herberto Helder de Oliveira (Portugal, 1930-2015)

 

 

Poemacto
 
I

Me acuesto, me levanto, pienso que es enorme cantar.
Una rama canta blanco.
Una ciudad canta luces.
Pienso ahora que es profundo encontrar las manos.
Encontrar instrumentos dentro de la angustia:
clavicordios y liras o laúdes
intencionados.
Cantar rosetones de piedra en la neblina.
Cantar la sangrienta neblina.
El amor atravesado por un dardo
que estremece al hombre hasta las bases.
Cantar nuestro propio dardo lanzado
a la bestia que atraviesa el mundo.
Al nombre que sangra.
Que va sangrando y dejando un rastro
por la culminante noche afuera.
Eso es el nombre del amor que es el nombre
del canto. Canto en la soledad.
El amor obsesivo.
La obsesiva soledad cantante.
Me acuesto, y es enorme. Es enorme levantarse,
cegar, cantar.
Tener las manos como la neblina ardiendo.
Las casas son fabulosas, cuando digo:
Casas. Son fabulosas
las mujeres, si conmovido digo:
Las mujeres.
Las cortinas en la cima de las ventanas
fulguran como relámpagos. Yo vivo
cantando a las mujeres incendiarias
y a la inmensa soledad
verídica como un vaso.
Porque un vaso canta en mi boca.
Canta la bebida en mí.
Verídicamente, yo canto en el mundo.
Que hablen deprisa. Extiéndanse
en mi pensamiento.
Sumerjan su voz en mi
tiniebla como una garganta.
Porque yo desearía tanto despertar
dentro de vuestra voz en mi boca.
Ahora sé que las estrellas están habitadas.
Vuestra existencia dura y caliente
es la masa de una estrella.
Porque esa estrella canta en el sitio
en el que va a ser mi vida.
Quemáis vuestras noches a la gloria
de mi amor. El amor es fuerte.
Qué fuerte cosa es la locura.
Porque la locura canta minada de puertas.
Nosotros salimos por las puertas, nosotros
entramos en el interior de la locura.
Las sillas cantan a los que están sentados.
Cantan los espejos la juventud
adjetiva de los que se miran.
Estoy inquieto y ciego. Canto.
La muerte me canta al fondo.
Es un canto absoluto.
Imagino mi cuerpo, una colina.
Mi cuerpo escalera de estrella.
Nata. Flecha. Objeto cantante.
Cuerpo con su muerte que canta.
Imagino una colina con voces.
Una escalera con canto de estrella.
Imagino esa espesa nata cantante.
Una que canta flecha.
Imagino mi voz total de la muerte.
Porque todo canta y cantar es enorme.
Imagino la delicadeza. La sutileza.
El toque casi aéreo, casi
aéreamente brutal.
Ser tocado por las voces como ser herido
por los dedos, por los rudos clavos
de la planicie.
Ser despertado, despertado.
Porque cantar es un subterráneo.
Después es un patio.
Imagino que las voces son escaleras.
Voces para alcanzar el canto.
El canto es mi cuerpo purificado.
Porque mi cuerpo tiene una muerte suya
tocada incendiariamente.
La muerte —dice el canto— es el amor enorme.
Es enorme estar ciego.
Canta mi gran cuerpo ciego.
Relucir en lo alto por el silencio adentro.
El silencio canta alojado en la muerte.
Me acuesto, me levanto, pienso que es enorme cantar.
 
II
Mi cabeza se estremece con todo el olvido.
Yo intento decir cómo todo es otra cosa.
Hablo, pienso.
Sueño sobre los tremendos huesos de los pies.
Es siempre otra cosa, una
sola cosa cubierta de nombres.
Y la muerte pasa de boca en boca
con la leve saliva,
con el terror que hay siempre
en el fondo informulado de una vida.
Sé que los campos imaginan sus
propias rosas.
Las personas imaginan sus propios campos
de rosas. Y a veces estoy enfrente de los campos
como si muriera;
otras, como si ahora solamente
yo pudiera despertar.
A veces todo se ilumina.
A veces sangra y canta.
Yo digo que nadie se perdona en el tiempo.
Que la locura tiene espinas como una garganta.
Yo digo: Rueda a lo lejos el otoño,
¿y qué es el otoño?
Los párpados golpean contra el gran día masculino
del pensamiento.
Echo cosas vivas y muertas en el espíritu de la obra.
Mi vida se extasía como una sala de antorchas.
Era una casa —¿cómo diré?— absoluta.
Yo juego, yo juro.
Era una casinfancia.
Sé que era una casa loca.
Yo metía las manos en el agua: me adormecía,
rememoraba.
Los espejos se rajaban contra nuestra juventud.
Palpo ahora el girar de las brutales
y líricas ruedas de la vida.
Hay en mi olvido, o en el recuerdo
total de las cosas,
una rosa como una alta cabeza,
un pez como un movimiento
rápido y severo.
Una rosapez dentro de mi idea
desvariada.
Hay vasos, tenedores embriagados dentro de mí.
—Porque el amor de las cosas en su
tiempo futuro
es terriblemente profundo, es suave,
devastador—.
Las sillas ardían en los lugares.
Mis hermanas habitaban en la cima del movimiento
como seres pasmados.
A veces se reían en alto. Se tejían
en su oscuro terrífico.
La menstruación soñaba podrida dentro de ellas,
en la boca de la noche.
Cantaba muy bajo.
Parecía fluir.
Rodear las mesas, las penumbras fulminadas.
Llovía en las noches terrestres.
Yo quiero gritar mas allá de la locura terrestre.
—Era húmedo, destilado, inspirado—.
Había rigor. Oh, ejemplo extremo.
Había una esencia de taller.
Una materia sensitiva en el secreto de los fruteros,
con sus manzanas centrípetas
y las uvas colgadas sobre la madurez.
Había la magnolia caliente de un gato.
Gato que entraba por las manos, o magnolia
que salía de la mano hacia el rostro
de la madre sombríamente pura.
Ah, madre loca alrededor, sentadamente
completa.
Las manos tocaban por encima del ardor
la carne como un trozo extasiado.
Era una casabsoluta —¿cómo
diré?—, un
sentimiento en el que algunas personas morirían.
Demencia para sonreír elevadamente.
Tener moras, hojas verdes, espinas
con pequeña tiniebla por todos los rincones.
Nombre en el espíritu como una rosapez.
Prefiero enloquecer en los pasillos arqueados
ahora en las palabras.
Prefiero cantar en los balcones interiores.
Porque había escaleras y mujeres que quedaban
minadas de inteligencia.
El cuerpo sin rosetones, el lenguaje
para amar y rumiar.
La leche cantarina.
Yo ahora me sumerjo y asciendo como un vaso.
Trago hacia arriba esa imagen de agua interna.
—Bolígrafo del poema disuelto en el sentido
primacial del poema.
O el poema subiendo por el bolígrafo,
atravesando su propio impulso,
poema regresando—.
Todo se levanta como un clavo,
un cuchillo levantado.
Todo muere su nombre en otro nombre.
Poema no salido del poder de la locura.
Poema como base inconcreta de creación.
Ah, pensar con delicadeza,
imaginar con ferocidad.
Porque yo soy una vida con furibunda
melancolía,
con furibunda concepción. Con
alguna ironía furibunda.
Soy una devastación inteligente.
Con caléndulas fabulosas.
Oro por encima.
La madrugada o la noche triste tocadas
en trompeta. Soy
alguna cosa audible, sensible.
Un movimiento.
Silla conjeturándose en la cavidad
hecha al sentarse.
O flores bebiendo el jarrón.
El silencio estructural de las flores.
Y la mesa debajo.
Soñando.
 
III
El actor enciende la boca. Después los cabellos.
Finge sus caras en las charcas interiores.
El actor se pone y quita la cabeza
de búfalo.
De venado.
De rinoceronte.
Pone flores en los cuernos.
Nadie ama tan desalmadamente
como el actor.
El actor enciende los pies y las manos.
Habla lentamente.
Parece que se difunde a bocados.
Bocado estrella.
Bocado ventana hacia afuera.
Otro bocado gruta hacia adentro.
El actor toma las cosas para echar fuego
al pequeño talento humano.
El actor restalla como sal quemada.
Lo que rutila, lo que arde destacadamente
en la noche, es el actor, con
una voz pura monótonamente golpeada
por la soledad universal.
El espantoso actor que quita y coloca
y retira
el adjetivo de la cosa, la sutileza
de la forma,
y precipita la verdad.
De un lado extrae la manzana con su
divagación de manzana.
Fabrica peces sumergidos en la propia
llamarada de peces.
Porque el actor está como la manzana.
El actor es un pez.
Sonríe así el actor contra la faz de Dios.
Ornamenta a Dios con simplicidades silvestres.
El actor sustrae a Dios de Dios,
y da velocidad a los lugares aéreos.
Porque el actor es una astronave que atraviesa
la distancia de Dios.
Envuelve. Desvela.
El actor dice una palabra inaudible.
Reduce la humedad y el calor de la tierra
a la confusión de esa palabra.
Recita el libro. Amplifica el libro.
El actor enciende el libro.
Levita por los campos como la dura agua del día.
El actor es tremendo.
Nadie ama tan repelentemente
como el actor.
Como la unidad del actor.
El actor es un adverbio que se ha ramificado
de un sustantivo.
Y el sustantivo retorna y gira,
y el actor es un adjetivo.
Es un nombre que proviene finalmente
del Nombre.
Nombre que se murmura en sí, y se agita,
y enloquece.
El actor es el gran Nombre lleno de reflectores.
El nombre que ciega.
Que sangra.
Que es la sangre.
Así el actor levanta el cuerpo,
llena el cuerpo con melodía.
Cuerpo que tiembla de melodía.
Nadie ama tan corporalmente como el actor.
Como el cuerpo del actor.
Porque el talento es transformación.
El actor transforma la propia acción
de la transformación.
Solidificándose. Gasificándose. Complicándose.
El actor crece en su acto.
Hace crecer el acto.
El actor actificándose.
Es enorme el actor con su osamenta de base,
con sus tantas ventanas,
las calles…
el actor con la emotiva publicidad.
Nadie ama tan públicamente como el actor.
Como el secreto actor.
En estado de gracia. En compacto
estado de pureza.
El actor ama en acción de estrella.
Acción de mímica.
El actor es un tenebroso recogimiento
de donde brota la pantomima.
El actor ve aparecer la mañana sobre la cama.
Ve la serpiente entre las piernas.
El actor ve fulminantemente
cómo es de puro.
Nadie ama el teatro esencial como el actor.
Como la esencia del amor del actor.
El teatro general.
El actor en estado general de gracia.
 
IV
Las vacas duermen, las estrellas son truculentas,
la inteligencia es cruel.
Yo me abro hacia el lado de los campos.
Veo como estoy minado por ese
puro movimiento de inteligencia. Porque miro,
ruedo en los goznes como hacia la felicidad.
Más elevadas son las arbitrarias hierbas
que las estrellas.
Todo duerme en las vacas.
Oh violenta inteligencia donde las cosas
levitan preciosamente.
El campo choca contra mí, en el aire donde ellas
duermen
—vacas truculentas, estrellas
apaciguadas estrellas— y la inteligencia, al fin
salvajería celeste sobre mi respiración.
Pienso cambiar estos campos acostados, crear
un nombre para las cosas.
Donde era establo, en la dulce morfología,
hacer
que las estrellas mujan y las polvaredas
resuciten.
Decir: Revienten los taludes, enloquezcan las vacas,
que mi inteligencia se vuelva terrífica.
Unir la ferocidad de la noche al embriagado
movimiento de la tierra.
Puedo cambiar la arquitectura de una palabra.
Hacer explotar el descendido corazón de las cosas.
Puedo meter un nombre en la intimidad de una cosa
y recomenzar el talento de existir.
Meto en la palabra el corazón cargado de una cosa.
Yo puedo modificarme.
Ser más alto que la corrupción.
Campos abanicados por el silencio. Alguien como yo
sumergiéndose en lo que es lo oscuro
de las vacas dormidas.
Estrellas giradas, de repente muertas
sobre mí. Ah, pienso alterarlo todo,
recuperar ahora las colinas del mundo.
Hablando de amor, yo hablo
del genio destructor. Digo que es necesario
crear la velocidad de las cosas.
Que es necesario cazar flores, golpear estrellas,
meter el sueño en las vacas, desentrañarles
el sueño,
dar el sueño a las estrellas.
Enloquecer.
Que es necesario recrear el crear, Dios mío, ser truculento.
Ser simple y no serlo.
Abandonar los campos, remolinar
la inteligencia, la crueldad.
Abro la puerta para no olvidar esta
absurda tarea.
Esta tan particular necesidad.
Porque ahora he dejado totalmente de ser puro.
Me levanto para dar de comer calientes
estrellas a las vacas.
Soy tan puro, Dios mío, tan truculento.
Es necesario comenzar.
Digo en bajo el nombre. Corto los pies de las estrellas.
Dejarlas en su savia estremeciente.
Digo en bajo que es talento envenenarlas.
Mi alegría furibunda es la pureza del mundo.
Y es tan bello agarrar con los huesos
que hay dentro de las manos
la punta de un nombre, y desplegarlo.
Arrancar esa alma apretada.
Porque yo conozco el estilo de un alma
precisamente original.
Corto las estrellas de las vacas.
Traigo velas a los campos extraordinarios.
Porque llamo a la puerta con mi júbilo furioso.
El amor se acumula.
Es para dar el ardor en dulce disipación.
Dios no sabe y sonríe, despedazado
contra el muro humano.
Respiro, respiro. Las cosas respiran.
Esta ofrenda masculina vocifera en las tinieblas.
Crear es delicado.
Crear es una gran brutalidad.
Porque yo soy feliz. Duermo
en la obra.
Solo yo sé que la locura ha minado este ser
inexplicable
que me extiende en las cosas.
La locura ha entrado en cada hueso,
y los campos son mi espejo.
Esta imagen perfecta arruina los espejos.
Los nombres son locos,
son verdaderos.
 
V
Las barcas gritan sobre las aguas.
Yo respiro en las quillas.
Atravieso el amor, respirando.
Como si el pensamiento se rompiera con las estrellas
brutas. Arrimo la cara a las barcas dulces.
Barcas macizas que gimen
con las puntas del agua.
Me arrimo a la dureza general.
Al sufrimiento, a la idea general de las barcas.
Arrimo la cara para atravesar el amor.
Lo hago todo como quien deseara cantar,
situado en las palabras.
Respirando el casco de las palabras.
Su estela batiente.
Con la cara hacia el aire en las gotas, en las estrellas.
Situado en el doloroso chirriar de los remos,
de los timones de las palabras.
Es el llamado río Tajo
por el amor dentro.
Veo los puentes escurriéndose.
Oigo las campanas de las tinieblas.
Las cuerdas tensas de los peces que violinan el agua.
Es en las barcas como se atraviesa el mundo.
Las barcas chocan, gritan.
Mi vida atraviesa la ceguera,
llega a cualquier parte.
Barca alta, noche demente, amor en el medio.
Amor absolutamente en el medio.
Yo respiro en las quillas. Es fuerte
el olor del río Tajo.
Como si las barcas traspasaran campos,
la rumia de las flores ciegas.
Si el Tajo fuera ortigas.
Vacas durmiendo.
Charcas locas.
Como si el Tajo fuera el aire.
Como si el Tajo fuera el interior de la tierra.
El interior de la existencia de un hombre.
Tajo caliente. Tajo muy frio.
Con la cara arrimada al agua amarilla de las flores.
A los guijarros de la mañana.
Respirando Atravesando el amor.
Con la cara en el sufrimiento.
Con voluntad de cantar en el orden de la noche.
Si se me cae la mano, el pie.
La atención en el agua.
Pienso: El mundo es húmedo. No sé
qué quiere decir.
Atravesar el amor del Tajo es cualquier cosa
como no saber nada.
Es ser puro, existir en la cima.
Atravesarlo todo en la noche despeñada.
En la despeñada palabra atravesar la estructura del agua,
de la carne.
Como para cantar en las barcas.
Morir, revivir en las barcas.
Los puentes no son el río.
Las casas existen en las márgenes coaguladas.
Ahora yo pienso en la soledad del amor.
Pienso que es el aire, las voces casi inexistentes en el aire,
lo que acompaña al amor.
Acompaña al amor algún pez sutil.
Una extraña imagen universal.
El amor acompaña al amor.
Es necesaria una existencia de una dureza lenta.
Las barcas gritan.
El agua es general sobre la cara que respira.
Puedo hablar a las manos.
Puedo extremamente hablar a las palabras.
Es en las palabras donde las barcas gimen.
En ellas se establece el río.
Hablo de mi vida caliente.
Palabras —digo— es tan caliente la noche
que atravesamos.
Barcas calientes.
General calor en medio de la carne.
Y ahora el río Tajo se enciende en el medio
de muchas palabras.
Amor de la vida del Tajo con mi
gran vida pura.
Con mi amor completo como un río.
 
*
Traducción de Enrique Gutiérrez Miranda
 
(Fuente: Cecilia Pontorno)

Óscar Hahn (Iquique, Chile, 1938)

 

Hueso

 

Curiosa es la persistencia del hueso
su obstinación en luchar contra el polvo
su resistencia a convertirse en ceniza
 
La carne es pusilánime
Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras
que tan sólo maquillan el rostro de la muerte
 
Tarde o temprano será polvo la carne
castillo de cenizas barridas por el viento
 
Un día la picota que excava la tierra
choca con algo duro: no es roca ni diamante
es una tibia un fémur unas cuantas costillas
una mandíbula que alguna vez habló
y ahora vuelve a hablar
 
Todos los huesos hablan penan acusan
alzan torres contra el olvido
trincheras de blancura que brilla en la noche
 
El hueso es un héroe de la resistencia
 
 
Óscar Hahn, 2002, de su libro Apariciones Profanas
 
(Fuente: María se Lourdes Micol)

 

Antonella Anedda (Roma, 1955)

 

paisaje








Me acerqué a una rama cargada de nieve
donde uno de los cuervos doblaba la madera bajo sus patas.
Me convertí en ese vaivén de gris y negro.
Y ese verde diferente (mezcla de salvia y escarcha)
Que avanzaba con un toque de lividez sobre las nubes.
 
Me vi dentro de aquel purgatorio.
Todo era paisaje. La rabia - en montones.
La incertidumbre - en pilas: una colina.
El desamor: árboles con sombras.
«Observa», dijo la sombra en el arbusto más cercano,
«la niebla envuelve tu dolor.
Aprende en tu espacio mortal
Aprende que tocas el cielo».
 
Sí, respondí, y la luz disminuyó la ira de la mañana
dividió mi cuerpo del rencor
obligó a las sombras a callar.
Y un azul nítido tomó -¿era ya el paraíso?
el lugar del paisaje, de la primera persona.

***

Versión de Nicolás López-Pérez

/

Paesaggio



Mi avvicinai a un ramo carico di neve
dove uno dei corvi piegava sotto le zampe il legno.
Diventai quel dondolio di grigio e nero.
E quel diverso verde (misto di salvia e gelo)
che avanzava con un tocco di livore sulle nubi.
 
Vidi me stessa dentro quel purgatorio.
Tutto era paesaggio. La rabbia: un tumulo.
L’incertezza – a mucchi: una collina.
Il disamore: alberi con ombre intirizzite.
«Osserva» disse l’ombra nel cespuglio più vicino,
«la nebbia inghiotte il tuo dolore.
Impara nel tuo spazio mortale
imparando si sfiora il paradiso.»
 
Sì, risposi e la luce diminuì l’ira del mattino
divise il mio corpo dal rancore
impose alle ombre di tacere.
E un tagliente azzurro prese – era già paradiso?
il posto del paesaggio, della prima persona.
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

Tirso Priscilo Vallecillos (Motril, España, 1972)

 

11 CUENTOS CORTOS 


 

El reflejo

Maquinilla en mano, se acerca al espejo y, justo cuando pestañea, la imagen, su propia imagen, se gira y le da la espalda. No puede ser. Sonríe. Cierra los ojos y, efectivamente, cuando los abre, el espejo le devuelve su cogote. Se lleva las manos a la cabeza mientras retrocede sin dejar de mirarse: la figura del espejo se aleja dándole la espalda. Lo descuelga, busca algún cable o mecanismo; alguien ha podido gastarle una broma, pero no tiene amigos ni familia. Después prueba en el dormitorio y aunque lo intenta en varias ocasiones, el resultado siempre es el mismo: su propio reflejo le da la espalda. Y lo peor de todo es que no tiene a quien contárselo.


El proceso

Y justo cuando se acepta deja de ser la que era.



Jerarquías

El hombre más desdichado del mundo buscó un lugar donde disfrutar de su desdicha: se metió en un armario, de los pocos espacios de la casa que creyó desierto. Sin embargo, dentro, escondido entre la ropa, alguien se presentó como el hombre más desdichado del mundo y le pidió que saliera, inmediatamente, de su escondrijo. Y así, un poco decepcionado, pero también preso de una emoción contenida, el que se tenía por ser el hombre más desdichado del mundo abandonaba el armario, volvía a la fiesta y se servía una copa.



Salir del armario

Hay una cosa que le quiero decir a mi padre, pero no sé cómo hacerlo. Mi padre es un padre normal, de esos que gritan cuando se enfadan, roncan como osos y no se pierden ni un partido de fútbol. Llevo tiempo pidiéndole que me traiga al parque, que yo le enseño a jugar de verdad. Y, aunque está muy ocupado, poco a poco lo he conseguido; le quito el balón con facilidad; a veces, le digo que parece mariquita; entonces pega un trallazo que me empotra dentro de la portería mientras reímos. Hoy no viene. Hoy no le toca tenerme. Los lunes aprovecha para salir con Juan, su novio. No sé a qué espera para contármelo: se lo voy a tener que decir yo.



La mala droga

La vi a las diez de la noche, al final de la calle. Me paré en seco. Sentí miedo. No sé si fue por el cansancio, pero me asusté. La verdad, me da un poco de vergüenza reconocerlo, pero al principio pensé que era una zombi o algo así. Reinicié el paso, no sin cierta precaución. Se dirigía a mí balanceándose hacia los lados, como si no fuera dueña de su cuerpo. Me dio cosa cambiar de acera: agarré mi paraguas con fuerza y le hice frente; pasé a su lado controlando todos sus movimientos y de reojo pude leer lo que ponía en su placa: se llamaba Maria Luisa, y trabajaba en una conocida cadena de supermercados.



Lo sabe

¿Sabes ese tipo de cosas que sabes sin saber por qué, pero las sabes? El hombre se encoge de hombros. Pues yo lo sé: sé que tú y yo nos entenderemos. Quién sabe a dónde nos llevará esto, pero sé que eres lo que había soñado. ¿Sabes? Eso se siente; de hecho, es la primera vez que me sucede: nadie había hecho nada por mí sin pedir algo a cambio; nadie me había mostrado tanto interés… Ha sido increíble, lo de seguirme todos estos días, hasta hoy, que te has decidido a hablarme; entonces me he dado cuenta de que eres tú la persona que siempre he esperado. Jamás habría invitado a nadie a entrar a casa, así, sin conocerlo. Me lo habían dicho, me habían dicho que cuando llegara la persona adecuada me daría cuenta. Es como si pudiera quererte, no sé si me entiendes. ¿Crees que se puede querer así, de una vez, a primera vista? Pues yo te quiero y no me importaría... no sé, es como si me viera viviendo contigo, en este piso, o en el tuyo; ni quisiera sé dónde vives ni a qué te dedicas, pero me da igual; o en una casa, una casa grande, y tener niños… y perro y hacer barbacoas y una cocina abierta con una isla grande, y un baño con jacuzzi. Por cierto, si necesitas ir al baño está a la derecha, cruzas la… Lo sé, lo sé: sé dónde está el baño.



Pescar es de hombres

Don Antonio deja la cesta sobre la hierba. Me muestra la trucha. Mírala, está bien cebada, tócala. Yo doy un paso atrás. ¿Pero adónde vas, marica? Mira cómo respira, se hincha y se deshincha. Pongo mi mano encima y la retiro. ¡Que no muerde! La trucha tiene la boca babosa. Cógela. Miro alrededor. ¡Que la cojas, hombre! De nuevo pongo la mano encima para abarcarla, pero no me llega. Siento un espasmo, como si se quisiera libertar. Me aparto de nuevo y don Antonio me agarra del brazo. A ver, tú eres un hombre, ¿no?, ¿o quieres que te llamen mariquita?, cógela bien, así. La trucha tiene dentro un corazón como el mío: parece que se le va a salir. Me tiemblan las piernas, siento un ligero mareo, pero los dedos de don Antonio, que estrangulan mi brazo, impiden que caiga. Y como empiezo a llorar cambia de tono. A ver, tontín, que no pasa nada. ¿Te ha comido la trucha?, ¿a que no? Tienes que hacerte un hombre o ¿quieres ser toda la vida un mariquita? Don Antonio me pide que deje de llorar mientras se sienta entre dos cultivos de maizales. Para que se me pase el mareo me aconseja que apoye la cabeza sobre el faldón de su pierna. Sujeta mi frente con su mano. ¿Sigues mareado? Niego con la cabeza. Así me gusta, como los hombres. Me coge un brazo y me lo lleva hacia la trucha. Cógela, no tengas miedo. Sonríe, ya no parece enfadado. Acaricia mi pelo, me atrae hacia él. Toma, cómete la trucha. Y la mete en mi boca.



El coche de papá

La niña entorna los ojos, parece concentrada. Mamá, esa nube tiene forma de vaca; y esa, de tractor. Sí es verdad, ponte el cinturón, Marta, que nos vamos. Y ahí hay unos pies, mami… Los pies no los veo. Sí, ahí, mami. ¿Dónde, cariño? En el cristal, mamá, son unos pies: mira, esa mancha del cristal parece un pie. ¡Qué va a ser un pie!, será la marca de un pájaro... Pues lo parece, mami, y a tu lado hay otro pie. La mujer detiene el coche en seco. La niña estira sus piernas abiertas sobre el salpicadero y señala cada una de las huellas en el cristal. La madre alarga el brazos y las borra con una toallita húmeda. Luego comienza a llorar. ¿Qué pasa, mamá? Pasa que se acabó el juego.  

 


Uno más en la familia

Cómete el helado Susana y te llevo a casa. Me llamo Marta. El hombre sonríe y se apresura a pagar a la dependienta. La niña da un enorme mordisco al helado y se forman unos labios de crema sobre sus diminutos labios. Luego pregunta: Tito, y tú... ¿cómo te llamas?



Amor del bueno

Sucede justo en ese momento: el joven aparece tras la puerta y sonríe. Ella se aparta y señala un aparador. El joven deja su mochila con cuidado de no tirar un retrato de hace veinte o treinta años, y un billete de diez euros que asoma por debajo. Luego le acaricia la mejilla, la abraza y besa mientras se deja arrastrar hasta el dormitorio. No hay espacio ni tiempo: solo dos cuerpos que en cuestión de minutos descansan tirados en la cuneta del deseo. Él juega con su móvil, ella lo observa fijamente. Después, se despiden con un largo y tierno beso bajo la puerta. ¿De verdad que te he gustado?, pregunta la señora. Claro, contesta él mientras señala con la cabeza el billete del aparador. Para que veas, lo vi al entrar y ni te lo he robado.



El trompetista

Sopla, pero no suena. Sonríe. Lo vuelve a intentar: se inflan sus mofletes enrojecidos, pero el aire se le escapa por los lados. Y vuelve a reír, y a intentarlo otra vez. Y como no sale el sonido que espera, improvisa con su propia voz una marcha de semana santa. El policía decide inmovilizar su coche.

 

 

Tirso Priscilo Vallecillos. Área metropolitana. Ed. Baile del sol. 2024 

 

(Fuente: Voces del extremo)

 

Mascha Kaléko (nacida Golda Malka Aufen, Chrzanow, Polonia, 1907-Zúrich, Suiza, 1975

 Puede ser una imagen en blanco y negro de una persona

 

EL CÉLEBRE SENTIMIENTO

 

Cuando morí por vez primera
―aún sé cómo ocurrió―,
morí en silencio y fue del todo,
pasó en Hamburgo, el mes de abril,
y yo tenía dieciocho.
Cuando morí por vez segunda
la muerte me hizo daño.
Te dejé bien poca cosa:
el corazón batiendo en tu portón,
sobre la nieve huellas rojas.
Pero al morir por vez tercera
ya no me dolió tanto.
Tan cotidiana como el pan
y los vestidos fue la muerte.
Ya no me muero más.
 
 
___________________
en "Tres maneras de estar sola", Renacimiento, Sevilla, 2011. Trad. del original en alemán, Inmaculada Moreno. En la imagen, Mascha Kaléko (nacida Golda Malka Aufen, Chrzanow, Polonia, 1907-Zúrich, Suiza, 1975 / Gedische)
 
 

DAS BERÜHMTE GEFÜHL

 

Als ich zum ersten Male starb,
—Ich weiß noch, wie es war.
Ich starb so ganz für mich und still,
Das war zu Hamburg, im April,
Und ich war achtzehn Jahr.
Und als ich starb zum zweiten Mal,
Das Sterben tat so weh.
Gar wenig hinterließ ich dir:
Mein klopfend Herz vor deiner Tür,
Die Fußspur rot im Schnee.
Doch als ich starb zum dritten Mal,
Da schmerzte es nicht sehr.
So altvertraut wie Bett und Brot
Und Kleid und Schub war mir der Tod.
Nun sterbe ich nicht mehr.
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

Alfonsina Storni (Capriasca, 1892 - Mar del Plata, 1938)

 

Hombre pequeñito
 
 

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más.
 
 
(Fuente: María Negroni)

 

Berta García Faet (Valencia, España, 1988)

 

UN FRAGMENTO DE EL ARTE DE ENCENDER LAS PALABRAS

 





La poesía es ventura:


Puntos en común entre la poesía y la ventura:


-son polisémicas


-me gustan mucho


Acepciones comunes de las palabras «poesía» y «ventura»:


-peligro


-felicidad


-suerte


Por supuesto, la palabra «ventura» está adentro de la palabra «aventura», que nos lleva a «andanza» (que lleva a «danza»). Empalmando pasos y melodías vamos llegando a «peripecia» (que tiene todo que ver con «caer» o «volar», esa particular manera de subir) y a «travesía» (que nos lleva a otear el través de las cosas). Luego llegamos a «trance» (otro cruce) y a «lance» (otro ser arrojado, otro ser lanzado: dije: «arrojarme a vivir supone desastre y magia / la existencia odia la estructura»; dije: «etzibo mi canción»).


«Ventura»: «vent», viento. Con la «a» que le quito a «aventura» monto «aura». Un aire que imagino muy difuso y muy brillante. Animoso.


Puntos en común entre poesía y el viento y la ventura:


(esto es lo mismo que decir puntos en común ente la poesía y el hálito:


el hálito poético sería ese aliento que empaña el espejo, siendo así que podemos dibujar en él con la punta de los dedos:


la poesía hálita sería ese aliento cuya falta obliga a hacer un alto en el camino y se ha de recuperar para poder seguirla:)


-son movimiento; «ventura» viene de «lo que viene», «lo que va a venir».




Berta García Faet


El arte de encender las palabras

La dimensión conmovedora de la poesía


Barlin Libros

 

(Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

Moishe Leib Halpern (משה-לײב האַלפּערן, Solotschiw, Ucrania, 1886-Nueva York, EE. UU., 1932)

 

Puede ser una imagen de una persona

 

PORQUE SÍ 

 

Moishe Leib se detiene en medio de la noche
a meditar sobre el mundo.
Presta atención entonces a su propio pensamiento:
alguien le murmura al oído
que todo está derecho y que todo está torcido
y que el mundo gira alrededor de todo.
Tironea Moishe Leib una brizna con las uñas
y sonríe.
¿Por qué?
Porque sí.
Así tironea la brizna en la noche;
de pronto se le ocurre nuevamente algo.
Se lo piensa, presta atención de nuevo:
alguien le murmura al oído
que nada está derecho y que nada está torcido
y que el mundo gira alrededor de nada.
Tironea Moishe Leib la brizna con las uñas
y sonríe.
¿Por qué?
Porque sí. 
 
 
__________________________
en “El resplandor de la palabra judía”, Arte y Papel, Buenos Aires, 1996. Ed. y trad. del yiddish, Eliahu Toker. En la imagen, Moishe Leib Halpern (משה-לײב האַלפּערן, Solotschiw, Ucrania, 1886-Nueva York, EE. UU., 1932 / Radio France)
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

Susana Thénon (Buenos Aires, 1935-1991)

 

Poema con traducción simultánea español-español

                        

                        Para ir hacia lo venidero,
                        para hacer, si no el paraíso,
                        la casa feliz del obrero
                        en la plenitud ciudadana,
                        vínculo íntimo eslabona
                        e ímpetu exterior hermana
                        a la raza anglosajona
                        con la latinoamericana.

                        Rubén Darío, Canto a la Argentina


Cristóforo
(el Portador de Cristo)
hijo de un humilde cardador de lana
(hijo de uno que iba por lana sin cardar)
zarpó del puerto de Palos
(palo en zarpa dejó el puerto)
no sin antes persuadir a Su Majestad la Reina
Isabel la Católica de las bondades de la empresa
por él concebida
(no sin antes persuadir a Her Royal Highness
die Konigin Chabela la Logística de empeñar
la corona en el figón de Blumenthal con-verso)
así se vertiesen litros y litros de
genuina sangre vieja factor RH negativo
(así costase sangre sudor y lágrimas
Antípodas)
se hicieron a la mar
(se hicieron alamares)
y tras meses y meses de yantar solo
oxímoron en busca de la esquiva redondez
(y tras días y días de marcar Yorkshire pudding
y un pingüino de añadidura los domingos)
alguno exclamó tierra
(ninguno exclamó thálassa)
desembarcaron
en 1492 a.D.
(pisaron 
en 1982 a. D.)
jefes esperaban
en pelota
genuflexos
(mandamases aguardaban
desnudos
de rodillas)
Cristóforo gatilló el misal
(Christopher disparó el misil)
dijo a sus pares
(murmuró a sus secuaces)
coño
(fuck)
ven aquí nuevos mundos
(ved aquí estos inmundos)
quedáoslos
(saqueadlos)
por Dios y Nuestra Reina
(por Dios y Nuestra Reina)
A M É N
(O M E N)

La morada imposible, tomo I, Corregidor, Buenos Aires, 2001

Enrique Foffani y Victoria Torre, Poesía argentina y Malvinas: Una antología (1833-2022), Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2022

Vía Noticias Día x Día
https://www.noticiasdiaxdia.com.ar

Más poemas de Susana Thénon en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Anatole Saderman/Corregidor/Sudestada
 
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

Fina García Marruz (Cuba, 1923-2022)

 

"Los árboles" 


 
 
Cabecean,
mira cómo cabecean,
los árboles.

Las lenguas de las hojas
no murmuran
de nadie.

Dicen tan sólo
sí, no, sí,
a la paz
del mediodía,

al viento airado
de cuaresma
que las despoja.

Cabecean,
como niños con sueño
-qué sueñan?-
cabecean
los árboles.
 

Fina García Marruz, incluido en Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000) (Galaxia Gutenberg Círculo de lectores, Barcelona, 2002, selec. de Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, Blanca Varela y José Ángel Valente).
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)


 

James Tate (EEUU, 1943 - 2015)

 

Nada es lo que parece

 

“Nada es lo que parece”, me dijo Morgan 
el otro día. La frase sonaba profunda, pero me pareció 
dudosa. Es cierto que hay mucho de ilusorio
en el mundo, pero la zapatería sigue siendo la zapatería,
mi afeitadora sigue siendo una afeitadora, mi sombrero un sombrero.
Probablemente Morgan haya estado leyendo un libro sobre zen.
Él es así, le da el ataque con algo y después
me viene a mí con el cuento. No me molesta. Me hace
pensar. Una vez me dijo que los fantasmas existían,
y que no tenía que tenerles miedo porque se sentían muy
solos y nada más querían compañía. Yo le dije que nunca había visto
un fantasma y me dijo que era porque no había mirado bien. No
me explicó lo que era mirar bien. Sospecho que se necesita un espectrofluorímetro,
algo que yo no tengo. Pero tampoco Morgan. Me gusta salir
y sentarme a mirar las estrellas a la noche. Hay miles de millones en
la Vía Láctea. Claro que sólo podemos ver algunos miles, y con eso
me basta y me sobra. De vez en cuando alguna se cae, se queda sin
hidrógeno tras veinticinco mil millones de años o más. Me pregunto
a menudo adónde van a semejante velocidad. Nuestro sol
se va a apagar en veinticinco mil millones de años, ¿y después qué?
 
 
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg