domingo, 1 de julio de 2012

Un gato en el poema


Aproximación al gato    (Por Abel A. Borda)

 

                                                                      Los gatos son seres hechos para
                                                                      almacenar caricias
                                                                                          S. Mallarme

Un  gato
es  más  liviano  que  su  cuerpo,
y  más  leve,  incluso,  que  la  palabra  gato.

El gato no gatea ni regatea,
a gatas se desplaza por la casa
salta, repta, se agazapa ó se desliza,
no se agota, como la gota que gotea
pasa silencioso, de  una  casa a otra
desconociendo  la  leyes  de  gravedad  y 
de  propiedad  horizontal.

Algunos pueblos lo veneran
atribuyéndole carácter divino.
Otros,  lo incluyen en su dieta.

Un gato es mucho más que una mascota,
él no lo ignora:  lo demuestra,  exhibiendo
su  arrogancia.

El  gato:  su  condición  natural  es  el  sigilo.
No responde a la ley de castigo y recompensa
(como tampoco a otras leyes).

No sabemos si acepta el nombre
que le damos:   no  responde;
está y no está, se acerca cuando él quiere,
si es necesario emite algún sonido -un gato
cuenta con múltiples formas  de expresión,
conocemos algunas-

El gato nunca pierde su prestancia, su altivez,
ni aún ante el peligro ó la mala fortuna,
no pierde jamás la dignidad,
-ni aún el gato en situación de calle.

Un gato no nos reconoce como amos, jefes
de jauría, machos alfa, líderes de grupo
ó autoridad de aplicación.

Aspirar a algún reconocimiento de este tipo
será inútil. Todo lo que podemos esperar es 
que nos considere su familia.

El gato sabe estar,  sabe no estar
sabe ausentarse:  no sabemos dónde va,
cuando no está

(ahora, por ejemplo, acaba de
no estar)

Si su ausencia se prolonga demasiado
crea inquietud, desasosiego:  cobramos conciencia
de la falta de esa pequeña presencia necesaria: 
Es para preocuparse  -pero tampoco demasiado: 
es un gato-

Los que saben, desaconsejan el apego
excesivo a estas criaturas -así como también
el excesivo apego-

A un gato se lo puede acariciar, amar, alimentar,
besar,   y hasta hacerle confesiones:  sabe guardar
secretos como nadie.

Es una buena compañía para quien está solo
-e incluso para quien no sabe que está solo-

Un gato suele escabullirse con facilidad; es muy
común que aparezca en casa del vecino. Por eso,
antes de adquirir ningún gato conviene procurarse
buenos vecinos, capaces de aceptar estas sigilosas
invasiones  (aunque  la  mejor  decisión,  en cualquier caso
es  no  tener  vecinos)

Cada gato es único e irrepetible,
como su ronroneo: ninguno es igual a otro.
La forma en que lo emite, es uno de los misterios
del gato, única criatura conocida que ronronea.

Un gato es de suma utilidad: no sólo nos libra
de roedores y otras presencias indeseables; también
se le atribuyen propiedades curativas -”Cuando entra
un gato a una casa, entra la salud”, dicen-

Si se sufre un estado de inquietud, desasosiego,
ansiedad ó excesiva tensión nerviosa,
abrazar un gato alivia los síntomas y calma la
ansiedad -absorbe nuestra carga  negativa,
sostienen quienes saben- siempre que el gato
no se encuetre inquieto, desasosegado ó ansioso -y siempre
y cuando acepte nuestro abrazo-

El gato, a diferencia de otras mascotas, no sabe obedecer
ni nos sigue a todas partes, ni nos lame ni festeja
con el movimiento de su cola (por el contrario, si ésta
oscila es señal de inquietud u hostilidad)

Es inútil darle órdenes, como intentar educarlo:
No cumple,  ni obedece,  ni agradece.
No es que se emperre, ó que no quiera saber nada;
es así: sólo obedece a su condición de gato.

Los que saben lo aceptan como es
(el gato es la criatura que más sueña)
está y no está,  pero siempre es parte
de la casa.

Algunos no quieren saber nada con los gatos.
Algunos no quieren saber nada con los animales.
Algunos no quieren saber nada con la naturaleza.

Hay quienes no quieren saber nada...
Está bien: saber es un derecho, como querer ó no
querer saber, es sabido.

Pero sabemos que quienes saben y conocen,
los iniciados en el conocimiento verdadero,
no suelen tener un gato: prefieren, cuando menos
que sean dos.

                            
                                Abel A. Borda