jueves, 2 de mayo de 2024

Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969)

 

Puede ser una imagen en blanco y negro de 1 persona, barba y reloj de pulsera


EL VALLE DE JOSAFAT




Y todo aquel año deambulé por casas prestadas
arrastrando ropa sucia, libros, poemas sin concluir,
las manos hundidas en un iceberg, los ojos
fijos en el Valle, Gehenna, la múltiple Maremma,
así me dejé estar durante días en esos
cuartos desconocidos, los descosidos músculos
murmurando humo, humo..., nos hundimos
y el agua helada taladraba la estructura de la pesca,
y estoy completamente solo, mudo como un buzo
en traje de etiqueta, raquítico, inmóvil, soportando
la electrificada corona de espinas del insomnio.
Almas aullaban bajo sirenas de bombardeo, alarma:
Deutsche Reichsbahn Deutsche Reichsbahn. SNCF.
Dos gigantescos vagones rusos con la hoz y el martillo
mal tachados. Deutsche Reichsbahn. Luego, Caballo,
8 hombres 40 Tara, Portata: un vagón italiano
avanzando sobre la nieve, cargando mis libros
huesos, zapatos, nueve ediciones de la Divina Comedia,
mis medias, las noches que lloramos,
los trípticos de Hieronymus Bosch y, en un rincón,
altas y blancas y con empapados hábitos flotantes,
las cinco monjas ahogadas (7 de diciembre, 1875).
El semen que sembré sobre senos y gusanos,
una visión del mundo del medioevo o quizás
renacentista, lagunas, lenguas, y un obtuso
espíritu que especula aún con el ojo de Dios
sobre cada uno de mis actos, como un padre ausente,
aunque sin duda furioso. Salgo a caminar.
Es de noche. Estas calles son para mí desconocidas.
Pero detrás de las copas de los árboles, la triste
Jerusalén se precipita hacia la ruina. En todo caso
(¿y cómo debo llamarte: Señor, Adonais, Elohim,
Cristo, Eli, Jesús, mi dulce Jesús de la Cruz?):
la tierra que veo ya no se diferencia del infierno.
 
 
(Fuente: Daniel Rafalovich)

 

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