miércoles, 22 de noviembre de 2023

T. S. Eliot (EEUU, 1888 - Londres, 1965)

 

 

 

Preludios

 


I

La noche de invierno se instala
En los pasillos con olor a filetes.
Las seis en punto.
Las colillas de los días quemados.
Ahora, desde los baldíos,  la lluvia borrascosa arremolina
Restos mugrientos
De hojas mustias
Y papeles de diario alrededor de tus pies;
El chubasco golpea
Las persianas rotas y los remates de las chimeneas,
En la esquina
Un solitario caballo de tiro resopla y patea.
Y entonces se encienden las lámparas.


II

La mañana toma conciencia
Del vago olor a cerveza rancia
Que sube desde el aserrín de la calle,
Amasado por innumerables pies embarrados que se apuran
Hacia los puestos de café.
El tiempo se reanuda
Con las otras mascaradas.
Uno piensa en todas las manos
Que levantan persianas sucias
En mil  habitaciones amuebladas.


III

Apartaste una manta de tu cama,
Esperaste tumbada de espaldas;
Adormecida contemplabas la noche que revelaba
Las mil imágenes sórdidas
De las que esta hecha tu alma;
Centelleaban en el techo.
Y cuando todo el mundo volvía
Y la claridad se colaba entre las persianas
Y oías a los gorriones en las canaletas,
Tuviste una de esas visiones de la calle
Que la calle difícilmente entiende;
Sentada en el borde de la cama,
Donde te rizabas el pelo,
O apretabas las plantas amarillentas de tus pies
Con las sucias palmas de tus manos.


IV

Su alma se extendía a través del cielo
Que se desvanecía una cuadra más adelante,
O era pisoteada por pies insistentes
A las cuatro,a las cinco, a las seis en punto;
Y dedos cortos y cuadrados rellenando pipas,
Y diarios vespertinos, y ojos
Tan seguros de ciertas certezas,
La conciencia de una calle ennegrecida
Ansiosa por asumir el mundo.

Estoy conmovido por fantasías que se enroscan
Y se adhieren a estas imágenes:
La noción de algo infinitamente amable,
Infinitamente enfermo.

Seca tu boca con la mano y sonríe;
Los mundos dan vueltas como ancianas
Que juntan leña en los baldíos.

 

  Versión: Isaías Garde

 


Preludes


I

THE WINTER evening settles down
With smell of steaks in passageways.
Six o’clock.
The burnt-out ends of smoky days.
And now a gusty shower wraps
The grimy scraps
Of withered leaves about your feet
And newspapers from vacant lots;
The showers beat
On broken blinds and chimney-pots,
And at the corner of the street
A lonely cab-horse steams and stamps.
And then the lighting of the lamps.

II

The morning comes to consciousness
Of faint stale smells of beer
From the sawdust-trampled street
With all its muddy feet that press
To early coffee-stands.
With the other masquerades
That time resumes,
One thinks of all the hands
That are raising dingy shades
In a thousand furnished rooms.

III

You tossed a blanket from the bed,
You lay upon your back, and waited;
You dozed, and watched the night revealing
The thousand sordid images
Of which your soul was constituted;
They flickered against the ceiling.
And when all the world came back
And the light crept up between the shutters
And you heard the sparrows in the gutters,
You had such a vision of the street
As the street hardly understands;
Sitting along the bed’s edge, where
You curled the papers from your hair,
Or clasped the yellow soles of feet
In the palms of both soiled hands.

IV

His soul stretched tight across the skies
That fade behind a city block,
Or trampled by insistent feet
At four and five and six o’clock;
And short square fingers stuffing pipes,
And evening newspapers, and eyes
Assured of certain certainties,
The conscience of a blackened street
Impatient to assume the world.

I am moved by fancies that are curled
Around these images, and cling:
The notion of some infinitely gentle
Infinitely suffering thing.

Wipe your hand across your mouth, and laugh;
The worlds revolve like ancient women
Gathering fuel in vacant lots.

 

(Fuente: Isaías Garde)

 

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