¿NADA?
Podríamos haber hecho otra cosa, algo, no sé.
Todos en la pensión, de alguna manera, participamos.
La palabra exacta es CÓMPLICES. (También los paranoicos
tenemos enemigos: eso pensé, esa voz gritando
en el teléfono, sonó en mi cabeza).
Lo siguiente es esa enorme estancia
en penumbras. Solamente las repisas
metálicas acumulando objetos (raros algunos,
familiares otros) y libros y polvo. Luz escasa diluyéndose
como la respiración de un cuerpo que se recupera
luego de un esfuerzo físico grande.
No voy a contar los hechos.
No quiero recordar. Ni nombrarlos.
Ahora, son las siete y treinta y cinco. El sol
del principio del verano se va yendo entre los edificios.
Tengo café. Tengo cigarrillos.
Suficiente por ahora. En un par de horas veré
qué preparo para la cena.
EN LA RUTA
La temperatura de una negación
envolviendo la realidad: lenguaje discontinuo que,
sin embargo, se expande y no deja nada pulsando
que no se integre a las grandes estructuras argumentales.
¿Por qué, si todo está bien, salgo a la calle, me
arriesgo (esa costumbre que nadie evita) y vuelvo cansado
y con las manos vacías?
Nací cansado. Y ese cansancio
en la mirada, en el temblor de las manos,
me identifica.
Una balanza es todo lo que veo
cuando salgo de los caprichos del sueño,
tomo café y me visto. Sé que no me van a dar
explicaciones. Sé que las respuestas no
están en la ruta que dejé atrás.
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(Fuente: Marcos Herrera / facebook)
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