Anoche
los muertos
rodearon la cama.
Agostados, rubicundos,
irse saboreando uvas y damascos,
obsedidos otros,
lesionados, tumefactos,
torturados, golosos,
usureros, críticos,
crispados pisoteando
hojas otoñales
y mediodías ardientes,
tumorados, baleados,
aburridos,
capciosos,
al despegue,
a los pedazos y las ortigas.
Nada decían esos fantasmas
que el reloj no ahuyentaba;
por el contrario,
tenaces preguntones,
sin gestos,
hieráticos,
ramplones,
sellados,
arqueados bocas cosidas,
a los harapos y ojos,
huérfanos parciales
de todo y nada,
apariencias palpables
a riesgo
de que la muerte
nos separe.
- Inédito-
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