miércoles, 22 de noviembre de 2023

Edith Sitwell (Gran Bretaña, 1887-1964)

 

"Canción lúgubre para el nuevo amanecer"

 


 
 
 
 
(Las ocho y cuarto de la mañana del lunes, 6 de agosto, 1945)

Atado a mi corazón como Ixión a la rueda,
clavado a mi corazón como el Ladrón en la Cruz,
quedo colgado entre nuestro Cristo y la brecha donde se perdió el mundo.

Yo observo el sol espectral en la Calle del Hambre,
el fantasma del corazón del Hombre, rojo Caín,
y la más criminal mente
del Hombre, todavía más rojo que Nerón, que concibió la muerte
de su Madre Tierra y desgarró
su vientre para conocer el sitio donde había sido concebido.

Pero los ojos no se afligieron,
pues ninguno quedó para las lágrimas:
estaban cegados como los años
desde que Cristo nació. Madre o Asesino, tú has dado o quitado la vida.
¡Ahora todo es uno!

Hubo una mañana en que la divina Luz
era joven. La hermosa Primera Criatura vino
a nuestros manantiales, y nos creyó sin culpa.

Nuestros corazones parecían seguros en nuestros pechos y cantaban a la Luz.
El tuétano en el hueso
soñábamos que estaba seguro. La sangre en las venas, la savia en el árbol
eran manantiales de Divinidad.

Pero yo vi a los pequeños Hombres-Hormigas mientras corrían
llevando la mundanal carga de la inmundicia del mundo.
Y la inmundicia del corazón del Hombre
comprimida hasta que aquellas lascivias y codicias tuvieran más calor
que el sol.

Y el rayo de aquel calor llegó silencioso, sacudió el cielo
como en busca de alimento, estrujó los vapores
de todo lo que crece en la tierra, hasta que estuvo seco.
Y bebió el tuétano del hueso:
los ojos que veían, los labios que besaban, se fueron
o, negros como el trueno, yacen y hacen muecas al Sol asesinado.

Los vivos ciegos y los muertos que ven, juntos yacen
como enamorados... Entonces ya no había más odio,
ni más amor: acabado está el corazón del hombre.
 
 

Edith Sitwell, incluido en Antología de poetas ingleses modernos  (Editorial Gredos, Madrid, 1963, trad. de Esteban Pujáls).
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

 

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