domingo, 22 de septiembre de 2024

Sebastián Jaka (Buenos Aires)

 

EL AMOR VOLTAICO DE LAS ENFERMERAS



Las inyecciones de las enfermeras ya casi no duelen
y si duelen, es por buenamor
porque hasta el buenamor de las enfermeras nos duele
aunque no espere el momento justo en que me olvido del terror, de la terrorífica alabanza de las buenamadas enfermeras;
simplemente atraviesan la piel, así, como si entraran en una fiesta en donde se las espera
desde siempre…
 
Y son bellas, tan bellas las bienamadas y acaso sean siempre la misma
y uno quisiera fundirse con ella, la unicérrima, la que no escapa, la que no abdica, la enfermera universal que se pare a sí misma a cada instante
ser la enfermera, el enfermo y la hipodérmica en un tríptico perfecto,
tres tigres tristes esgrimiendo las crines como katanas en un trigal
o un tigre que salta sobre otro tigre dormido que duerme sobre otro tigre
la tesis, digamos que la tesis, la antítesis y síntesis del buenamor de las enfermeras
y ese aliento frío contra la nuca cuando se anuncia el momento previo a la inoculación y un arco voltaico se sierra entre los tres y en la sinergia
nace un tercero
y ya no se sabe quién pincha, quién dice ay, quién ríe, quién llora
si somos lo mismo
si somos UNO, todos UNO con la enfermera
si es cierto que las enfermeras aman como solo las enfermeras saben amar
y si nos sueñan como esos tres tigres que sueñan con otro tigre,
que sueña a su vez con otro tigre,
y así, hasta soñar un tigre despierto.

 

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