Tres poemas
La bestia de la aurora
El gato perpetuo en la mañana absoluta
está gritando que es bestia de la aurora,
¿y quién oye al mínimo animal que encarna,
sino el árbol de oro a cuyo pie repite,
se desgañita?
Está hecho de animales
como una fábula antigua,
pero ni aquellos frisos encanecidos
por el polvo donde duermen los imperios,
ni la fresca novia del amanecer alcanzan
para adelgazar el oído que duerme,
que duerme aunque hace mucho es de día.
Brutal sombra que ves
con indiferencia la sombra de tu sombra
y la de todos hundirse lenta como un barco
en el océano que alardea de ser
la única, posible sombra,
como todo lo terrible tú pareces pedir apenas
una caricia inconsciente de lo frágil,
simulas ser un sirviente y eres el amo que distingue
entre el árbol de oro y la raíz,
por siempre hundida en la tierra,
volumen apenas de la sombra.
Catón, el Censor
“Duda como un griego pero actúa como un romano”,
acaba de decir hace un rato,
perdido entre los pliegues del pasado,
a un niño poderoso que domina
su suerte y la del mundo que lo escucha.
Hace un rato, apenas: el tiempo es el tiempo que repite
las voces de Catón y otras maneras.
Sobre el eco del aplauso se ha enroscado la hiedra,
hoy otro Mediterráneo divide la tierra de la tierra.
Pero él sigue envolviéndose en su manto,
victorioso sobre el emperador y los mortales,
huyendo hacia su villa donde el ánfora
y el pecho de dos adolescentes aún le esconden
el peso del papel representado,
las arduas consecuencias para otros
que son la duda griega, quién y cuándo.
Deja que hable Ezra Pound
Si no tienes nada que decir cállate
deja que hable Ezra Pound
desde las sombras el espléndido anciano
desde la fina línea de agua
el magnífico anciano
te muestra los genuinos billetes de su fortuna
y todos brillan legítimos peces
de un río infinito que sí
ése nunca se detiene.
Si no tienes nada que decir cállate
los altos caballeros las damas abigarradas
que vivieron y murieron y nacieron por esta sola causa
no pueden tener al lado
el tartamudeo de un enano
la cojera de un monedero falso
que delata que el oro de sus verbos
carece de aquella delgada línea de agua
esa finesse salvaje la impecable mancha
que no adorna la cabeza del animal escrito
-que cruza sólo un instante por el papel-
sino que sale de adentro del animal desfondado
de las vísceras vivas donde corre la sangre real
-ésa de donde proviene el color del colorado-
y palpita afuera como un monstruo de luz
como una imagen sin otra capilla que cada cosa
de cada universo posible e imposible
la que podría muy bien ser adorada
de pie y sin velos sin altares ni nada
-ni siquiera acólitos-
bajo el nombre de nuestra señora de los verbos
nimbada de estiércoles y nervios
de eclipses y novas oh tú
alta y baja sublime maliciosa
poesía que reinas sobre la amplia noche
y el delgado día
En Lexia, Portal de Poesía
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Foto: Daniel Grad/Caras y Caretas
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)
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