FRACASAR MEJOR (fragmento VIII)
el dios azteca
1
“El rey estaba desnudo”, exclaman ahora algunos despistados tras el crash financiero de 2008 (que evidencia una crisis sistémica, una crisis del capitalismo), rasgándose las vestiduras con notable retraso.
Es peor que eso. El rey está desnudo y además, como aquel terrible dios azteca, está recubierto con la piel de sus víctimas desolladas.
2
¿Pero de veras no se había dado usted cuenta de que vivimos dentro de una máquina infernal, hombre de dios? (¿O alma de cántaro?) (¿O ambas cosas a la vez?)
Si crece, destruye (lo ecológico, pero no sólo lo ecológico). Si no crece, devasta (lo social, pero no sólo lo social).
3
¿Hay algo fuera del mercado?, se preguntan melancólicos nuestros verdugos.
La respuesta es: toda la vida que seas capaz de nutrir, y toda la vida que seas capaz de arrostrar.
la madre que nos parió
¿Recuerdan ustedes aquella inane bravuconada de aquel gobernante del PSOE llamado Alfonso Guerra? ¿La de la “pasada por la izquierda” de un país al que no iba a reconocer ni la madre que lo parió? Aquello era puro marketing para una socialdemocracia que estaba desnaturalizándose a la carrera: lejos de desplazarse hacia la izquierda, el país se movió sin pausa, continua y contantemente, hacia la derecha (el descompromiso, la mercantilización, la entronización de la codicia, la sacralización del éxito, el culto narcisista del individuo, el contrato de indiferencia mutua, la veneración de la competitividad, la degradación eufemística de la lengua, el desprecio por la verdad, la destrucción de los vínculos). Hoy el sicario en jefe de los sicarios que nos gobiernan, Mariano Rajoy, no necesita decir algo análogo (una pasada por la derecha tal que al país no va a reconocerlo ni la madre que lo parió), pero lo hace. Sin pausa, sin hacer ni el menor caso de la protesta que genera el volumen siempre creciente de sufrimiento social, consejo de ministros tras consejo de ministros prosigue su empresa de demolición y construcción –para favorecer al capital (sobre todo al capital financiero) frente a los intereses de la inmensa mayoría de la gente. Aplica la naomikleiniana doctrina del shock como el más aventajado alumno de la pensadora radical norteamericana. Y aún hay quien piensa que la policía es tonta…
El filósofo Emilio Lledó, uno de nuestros sabios, habla de una “guerra europea sin cañones” para definir lo que está ocurriendo a partir de 2007. Tiene razón (aunque empezó antes). Es una guerra de clases, no sólo europea sino mundial: el gran capital (sobre todo el capital financiero) contra los trabajadores y trabajadoras, contra la biosfera, contra el futuro.
O derribamos a este gobierno ilegítimo e injusto, o a cada una de nosotras, de nosotros, no nos va a reconocer ni la madre que nos parió.
las ganas de reconocimiento
“Uno se hace viejo” –declara el gran Paco de Lucía en una entrevista– “no sólo porque te faltan las energías, sino porque te faltan los estímulos de los veinte años, las ganas de reconocimiento, las ganas de que te quieran, que es en el fondo lo que buscamos todos los artistas”. Está bien visto (aunque en la era del espectáculo las “ganas de que te quieran” se vean suplantadas demasiadas veces por las ganas de éxito medible en dólares contantes y sonantes), pero falta otra perspectiva. Independizarse parcialmente de la necesidad de reconocimiento ajeno es un paso adelante hacia la serenidad. Es cierto que distanciarse de semejante ansia –tan básica en el ser humano– puede restar energía: pero lo que uno gana a cambio es paz espiritual. Avanzar hacia esa clase de equilibrio no es hacerse viejo, es madurar.
dos consejos –bueno, más bien tres
“Quitar importancia”, sugiere Luis Magrinyà, “es mi lema. Quitar importancia, es más: combatir la importancia”. Una manera de traducir esto sería: rebajar todo lo posible el ansia de reconocimiento que es tan raigal para los seres humanos, y que tanto nos hace sufrir, y causar sufrimiento a los demás.
Uno, aceptar la finitud humana; dos, distanciarse del ego. Si tuviera uno que dar sólo dos consejos para avanzar hacia la vida buena, creo que los míos serían estos.
rexrotando y morrisando
Dos reflexiones en las que recalo una y otra vez –la segunda la recordó varias veces Paco Fernández Buey, por ejemplo en el capítulo “Cambiar el mundo de base” de su libro Otro mundo es posible –Guía para una globalización alternativa–:
“Entre los seres humanos no hay una necesidad absoluta. Darse cuenta de ello es lo que hace que Homero y los trágicos griegos sean mucho más acertados que la Biblia o el Nuevo Testamento. El amor no dura siempre, los amigos se traicionan entre sí, la belleza se marchita, los poderosos resbalan en la sangre y sus ciudades arden. Los valores fundamentales son el amor, la amistad, el valor, la magnanimidad y la gentileza, pero es un fundamento limitado, y dura poco tiempo, pues depende de la inestabilidad del ser humano y de los caprichos de la naturaleza.” (Kenneth Rexroth en “El hasidismo de Martin Buber”)
“Examiné todas estas cosas, y cómo los hombres luchan y pierden la batalla, y cómo aquello por lo que habían luchado se logra a pesar de su derrota y cómo cuando esto llega resulta ser diferente de aquello que se proponían, y cómo otros hombres han de luchar por aquello que ellos se proponían alcanzar bajo otro nombre.” (William Morris en El sueño de John Ball)
En estas pocas líneas se halla sintetizado casi todo lo que una persona sabia podría enseñarnos acerca de la condición humana y el devenir histórico: así que no perdamos ocasión de aprenderlo… Y recordemos también aquello de Montaigne que solía repetir Josep Pla: la vie est ondoyante (la vida es ondulante).
paulofreireando
La educación no cambia el mundo, decía Paulo Freire –lo recordaba Manolo Semper en Alicante–: cambia a las personas que cambiarán el mundo.
Análogamente se podría decir de la poesía: no transforma el mundo, ayuda a transformarse a las personas que transformarán el mundo.
regla de tres
La socialidad es a Facebook lo que la felicidad a la Coca-Cola.
socialidad degradada
La socialidad humana es básica, no mengua en una cultura hiperindividualista. Si la echamos por la puerta reaparece por la ventana. Eso sí, de forma degradada: telebasura y cotilleo mediático, “amigos” fantasmales en redes sociales virtuales, identificaciones salvajes en el contexto del deporte-espectáculo...
Las explosiones de colectivismo que se vivieron en España con el Campeonato Mundial de Fútbol de 2010 habrán hecho palidecer de envidia al régimen dinástico pseudocomunista de Corea del Norte.
Acaso lo más lamentable del degenerativo individualismo que fomenta el capitalismo tardío sea el fenomenal estrechamiento de perspectiva que induce. Los límites del individuo son los barrotes de una prisión. Vivimos de las conexiones, los lazos, los vínculos.
supersticiosos de la versión mejor
Preguntaron en cierta ocasión a François Mauriac quién le hubiera gustado ser, y contestó: moi-même, mais réussi. Yo mismo, pero logrado; una versión mejorada de mí mismo. Algunos decenios después la respuesta hubiera podido ser, con toda naturalidad, algo así como “yo mismo 5.0”…
Todo lo que voy sugiriendo en estas páginas nos encamina en otra dirección: menos yo mismo, mucho menos yo mismo, y desde ese centro descentrado –el espacio del entre– aptitudes más limpias para fracasar mejor.
no me sigas
Itinerario para náufragos, se tituló el último libro del poeta Diego Jesús Jiménez, prematuramente desaparecido. Pero cuántas veces me vuelve aquella advertencia que había escrito, para autorretratarse, el fotógrafo García Alix: Don't follow me, I'm lost.
Jorge Riechmann. Fracasar mejor. Kaótica Libros, 2024
(Fuente: Voces del extremo)
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