TU ENEMIGO
TU ENEMIGO
Es tu rey
aunque todos los sueños
esclavo.
Es tu verdugo
aunque lo persigas
hasta aplastarlo bajo tus pies
como la Virgen aplasta
la serpiente.
Es tu carcelero
aunque lo tengas acorralado
(lo tienes y no te suelta).
En todas tus gloriosas horas,
se abren relámpagos,
te invade la selva
y ahí estás
a merced del salto,
la bestia sigilosa y feroz:
tu tigre es tu odio.
La invocación de tu enemigo
ocupa tus mejores horas,
tu atención más concentrada.
El duelo que te enfrenta a él
es más incesante
que el duelo
del vacío
al que te ha despeñado
tu difunto más querido.
El paisaje del encuentro
se ha ido despojando
de toda distracción
y la cita ya no sucede
en un alba de nieblas
en el claro de un bosque
y no hay
jueces ni padrinos
que acompañen
y sostengan
cualquier honor o ley,
ni escondrijos
ni atardecer ni noches.
El desafío es perenne
y recomienza y nunca
acaba
en una llanura
de hielo enceguecedor.
Te acorrala dentro
de tu cuerpo,
te agarrota los músculos
y te cierra los puños.
Has inventado a tu demonio.
El engendro nada en tu pecho
y lo alimentas
con tu rencor.
Lo sientes reír y asquearse
de todas tus equivocaciones
porque siempre el primero
en conocer tus fracasos.
Pero es también
quien te consuela
con nuestra única verdad:
suceda lo que suceda,
aunque en el peor de los casos
la victoria fuese sólo suya,
también él morirá;
aunque te mate,
también él morirá,
y los espectadores de tu
humillación
y tus lares decapitados
y tu casa incendiada,
todo hubiera sido polvo
de todos modos
de cualquier manera.
Buscas ser él y suicidarte.
Te ha enseñado
mejor que ningún maestro.
Lo has examinado
con meticuloso esmero
hasta volver aborrecible
criminal cada uno de sus gestos.
Te ha adiestrado
en tus más furtivas estrategias:
el simulacro, la traición
y la insolencia del perdón
sin olvido,
y ha probado
los límites de tu ignominia
tentándote a pactar con
mercenarios
y abyectos aliados.
Lo conoces mejor
que a cualquiera de tus
amantes,
pero la pasión que te une a él
no te lleva nunca
al reposo del abrazo
y a la conquista de la tregua
de uno mismo.
Te gana cada noche.
Te impone la vigilia
del insomnio
para adorarlo.
Foto: Wyndham Lewis, el 'enemigo'- vanguardista
(Fuente: Daniel Rafalovich, vía Daniel E. Petasne)
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