"Kumukanda"
Pues no bailé entre mis hermanos iniciados,
siguiendo una procesión circular desde los bosques en el límite
de una aldea, la gente de Tanta me creería inacabado—
un niño que nunca se deshizo de un estado infantil
para cruzar el río que los chicos de nuestra tribu han de cruzar
con el objeto de morir o de volver maduros.
Crecí en una tierra extraña, a pequeños pasos:
cuando bañaba a mi madre los días en que estaba demasiado débil,
cuando la tía nos dio la noticia y yo elegí un traje amarillo
y zapatos blancos para vestir el cuerpo de mi madre,
junto a la tumba cuando el hombre al que casi había llamado
papá, aunque los dos necesitamos un abrazo, me estrechó la mano.
Si mi otro yo, que nunca se marchó, pudiera verme
¿qué pensaría de estas pretensiones literarias,
esta necesidad de hablar con una lengua que no es mía?
¿Sería él tan extraño para mí como yo lo soy para él, frunciendo el ceño
al saludarme en la lengua de mi padre
y del padre de mi padre y del padre del padre de mi padre?
Kayo Chingonyi, incluido en Aullido (Internet, 26 de noviembre de 2019, trad. de José Manuel Romero Santos).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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