2 poemas de Kabul (crónica de un silencio)
[55]
Kabul
recupera su horizonte de columnas de humo,
las explosiones
y los gritos y las lágrimas.
Y el silencio.
Ya no hay
alarmas ni sirenas en Kabul.
Khaled sale al balcón y mira con
los ojos de su abuelo,
con los ojos de su madre y de su padre
muertos
la nueva ciudad de Kabul.
La nueva ciudad que no
deja de ser la de siempre.
La ciudad de las historias que le
contaba su abuelo
en las frías tardes de invierno cuando se
creía niño.
Los deseos de querer volver a Herat
y
abandonar esta geografía nacida de la sangre
y de sangre
alimentada a lo largo de los siglos.
Khaled
enciende su último cigarrillo,
el último que le queda de la
última cajetilla
regalada por unos de los últimos soldados
extranjeros.
El cigarro deja escapar una nueva columna de
humo
en el horizonte cansado de las casas de Kabul.
Su vida
vale tanto como este cigarrillo
que se consume lentamente entre
sus dedos.
Su vida puede durar lo mismo que este
cigarrillo.
Como su padre, como el recuerdo de su madre
o
las historias que sigue contando su abuelo
aunque ya nadie le
escuche ni le preste atención.
Historias que han perdido la
ilusión del tiempo.
Historias vividas hace más de treinta
años.
Historias que se seguirán contando treinta años
después.
[30 de agosto]
[56]
La
Universidad de Kabul se fundó en 1931
con el lema Excelencia
al servicio de Afganistán.
Se fundó en los tiempos de la monarquía
y en sus
cimientos trabajaron profesores
rusos, alemanes, franceses y
americanos.
El
pastún convivía con otros alfabetos
y el conocimiento se
convertía en una isla
dentro de esa otra isla que siempre ha
sido Kabul.
Mientras
las mujeres aprendían biología en sus aulas
los campesinos
seguían sangrando la tierra
hostil de la montaña arrancando
sus escasos frutos.
Mientras
las consignas del mayo del 68
se multiplicaban en las pizarras
de la Universidad,
las mujeres del campo solo reconocían su
tierra
en la cuadriculada rejilla de su mirada,
sin más
esperanzas que darle un varón a su marido
y recuperarse lo
antes posible de sus palizas,
de la terca obstinación de los
llantos infantiles.
Mientras
los primeros profesores cubanos
comenzaron a enseñar español
en sus aulas,
muchas niñas se sorprendían del tacto de su
voz
cuando eran preguntadas en medio de la calle,
voces
susurradas y veladas tras los barrotes del burka.
La
Universidad de Kabul hoy permanece cerrada.
Mañana
abrirá sus puertas, como lo ha hecho
en demasiadas ocasiones
en estos últimos años.
No habrá acentos femeninos en las
respuestas
ni tampoco burkas recorriendo sus pasillos.
Y
varias cajas de libros venidos de Madrid
permanecerán cerradas
en un rincón de la clase.
Nadie se molestará en abrirlas ni en
tirarlas.
Irán acumulando polvo, enterradas en vida.
[31 de agosto]
José Manuel Lucía Mejías. Kabul (crónica de un silencio). Ed. Huerga & Fierro, 2023
(Fuente: Voces del extremo)
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