A UNA DE ESAS AJMÁTOVAS QUE VUELAN POR AHÍ
y un mes de seda para la suerte, volverá,
pintará otra alma con su alma
allá por las cumbres, preguntará
por Osip que alguna vez fue su mordisco,
su gemido, su aullido, pero ya
no queda Osip ni
nubes ni apenas nubes,
tiene que haber sido un error.
Pues de lo que se trata aquí es de una de esas cartas
que no se dejan escribir, está la mesa, la silla,
todo lo computárico y así y todo el abismo no se
deja escribir, son situaciones
como esa de la alcuza
que no llegaba nunca al aceite, o la del abedul
que no creció nunca, todo por Ana Ajmátova
cuya hermosura era todo un abedul.
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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