Los hombres de mantequilla:
Ubicamos los robles, el canal, el puente, para no perdernos al volver. Ahí le converso a mi mujer aquella historia de un país de hombres de mantequilla, leída años de años atrás a un autor italiano de cuentos infantiles. En ese país rarísimo los hombres de mantequilla esperan el invierno para salir a patinar por las autopistas que son ríos y lagos helados. Cuando llega el verano, para evitar derretirse por el calor, los hombres de mantequilla permanecen dentro de sus casas, que son refrigeradores, hablándose por teléfono para matar el tedio. El rey del país de los hombres de mantequilla vive en un refrigerador de oro. Digo que es una suerte que no haya apagones allí.
Ya de regreso avistamos un caimán pequeño, flotando entre la vegetación que arropa el canal. Pasan carros adornados con nombres pomposos: impala, equinox, tundra, corolla, silverado. Los autos parecen refrigeradores ambulantes. Se ve a la gente linda en un semáforo sacando los teléfonos y chachareando a través de los vidrios ahumados. Nosotros que venimos del infierno, que hace tiempo en una selva chiapaneca nos sentamos a la mesa del Patrón y desayunamos la muerte, en este día de sol casi dulce, sudando a chorros bajo el cielo de dios y los robles llenos de pájaros, nos sentimos en casa.
¿De qué disfrazarnos cuando llegue Halloween? ¿Con qué historias asustar a nuestros hijos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario