Un tiempo sin medida va conmigo y de pronto
abre y cierra sus valvas: los cielos de Van Gogh
surgen entonces, me saludan y me anuncian
con exquisita cortesía: Vas a morir, porque es
tan cierto que vives y que vives y que vives
(Y yo, qué no daría
por tocar esos astros, por sentir su crujido,
su no ser mi mirada. Y por el sentimiento
de estar ahí qué no daría.
Qué no daría por un rayo de sol, porque ese roce con lo que es no esté sobreentendido,
y porque el fuego sea fuego
por vez primera, y doloroso su encuentro para
siempre.
Qué no daría por un signo de la verdad, por un
certero
fogonazo en el centro del cosmos y del alma, que a la memoria alguna
vez alcance, ya que huimos más velozmente aún que lo que huye).
El mar es siempre muerto y silencioso.
(Fuente: Life vest under your seat)
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