MADRID EN LLAMAS
MADRID EN LLAMAS
Hoy me huelen los ojos a sábado quemado
pues ayer, por la tarde,
un siete de septiembre de dos mil veinticuatro,
me asomé a la ventana del asombro
y se me chamuscaron las pestañas
contemplando la hoguera del crepúsculo.
Vi cómo las antenas,
esqueletos erguidos de la modernidad,
lucían su palmito avergonzadas
de ser meras esclavas de los televisores
y distraer al hombre
del sublime espectáculo del cielo.
Y allí estaba la cúpula,
con su aguja apuntando hacia las llamas
como jeringa en sombra.
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