Poema en vez de una carta
Aferrado a la nada en un revuelo de hojas, acá en esta ciudad en ruinas, llena de humo, pienso en vos, en la otra punta del continente, probando tu sonrisa que maduró en catástrofe, maravillosamente lista para la muerte ahora. La raída promesa de nuestra herencia es hábito ahora; ese otro año se convirtió en invierno mientras que contemplábamos los fragmentos de un mundo cayéndose a pedazos igual que un ramo ajado; nos faltaba el olor, si bien supimos darle un nombre a aquella época. Ahora conocemos ese olor, me parece, hasta donde es posible. E incluso mientras subo los peldaños, deseándote suerte, llena los porches y las calles, y un viento fétido sopla por tu habitación desierta. No se puede saber qué vientos aun más fétidos podrían soplar. El de esta noche sopla en la mente y es falsa cada sílaba, y está marchita. Adiós, adiós. A los extraños, a una calle vacía.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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