UN POEMA DE CANÍBAL
El gato inmóvil a los pies del árbol,
la adolescente enferma, el amante, el amigo,
los hermanos, los pasillos, las esperas,
los pinchazos, cada una de mis venas inflamadas,
el sonido del panel del hospital, esa alarma,
mi rostro confundido y el tuyo, tan blanco entre la nieve,
LA CASA
Todo este ruido que levanto
―el televisor, la radio, la memoria―
no es sino una estrategia
que permite esconder
tras la barbarie el equilibrio.
Todo este ruido que levanto
es el único donde protejo
el silencio que me habita.
Construyo a mi alrededor
la gran tapia donde oculto
este frágil equilibrio
este centro herido
de la llaga curándose despacio.
Calibro a mi alrededor
el volumen de la prisa,
el valor de vuestros pasos.
Yo toco la pared dentro de mi casa
y siento casi al tacto la memoria.
Todo este ruido
el estallido de la risa
el estruendo de la bomba
la ráfaga de viento y los disparos
todo es mío.
Las voces los gritos
la estantería que cayó y mató algo
el lavavajillas y el grifo abierto
el grito tras uno y otro portazo
qué crees que esconde
sino el silencio de mi casa.
La música tan alta
el ruido los tambores
las copas que se rompen
son solo una amenaza
para aquel que todas las mañanas
espera tras la puerta a que me vaya.
Todo ese ruido, tras de mí, ha de seguir.
No quiero, bajo ningún concepto,
que sepa
cuándo dejo sola la casa.
Tulia Guisado
Caníbal
Ya lo dijo Casimiro Parker
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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