viernes, 17 de mayo de 2024

Joaquín Valenzuela Bellocq (Pcia. de Buenos Aires, 1971)

 

LOS CAMAROTES

 

que se refleja tal sed en el papel
de las paredes (rol
vinílico y cola de penachos
ese yuyo en mayúscula
repite hache hache) ¿cómo hace
esto el silencio de memoria? 
 
mosca en panza de los vidrios
veteados en salpicaduras
oleaje biselado, íbamos
de babor a estribor en cuatro patas
buey en cada ojo
atento pasta torrentadas, blanca
esplende
tu hamaca dormida
toda la letra en tu litera
¿otra hache al sueño hace tu hacienda?
 
¿y la canción de cuna al temporal?
 
no se han ido al altillo
las copias de unos mimos
con los peces diamante, tampoco
va el reflejo por un pasillo de hospedajes
libre de nado y cajas
turbias, impermeables
náufragos igual al mejor vino
barriles, recortes de castaño
 
desde los camarotes (también empapelados) ¿ves?
nos volvemos
estantes de papel, niños machés
desenvolvemos
esta costa que pasa en modo neutro:
las luces apagadas
como sin pasos
ni faro a pie de página
..........................
 
 
 

LUGAR

 

es claro que era un metal
en blanco (¿y quién
lo había fundido?) y esa tarde
el agua, la mitad del camino
la cuarta pared de la tarde
rompiendo arenas, y el mundo
se dividía en varios cielos y arena y asfalto
y el metal en blanco ya era rosa
y leche recién traída del tambo (¿te acuerdas?)
turbia
cadmio, ahora: los cielos
que son otros globos (y tus ojos
con galaxias) se dividían
no como los mapas
dibujados (físicos de cuerpo
verde, cuerpo a cuerpo y marrones
ocres desierto con cabellos
de aguas pintadas) se rasgaban
como papel de envolver
regalos, cielos
(niño
que estira la mano, recibe un paquete
tendrían
que haberte puesto un espejo de alegría)
 
…y que hoy se oye: “¿para dónde
el mar?” (eso entró
por la ventana en voz descalza:
un dónde en ola) amanecía
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