miércoles, 15 de mayo de 2024

Héctor Giuliano (Piamonte, Italia, 1947)

 

    Clark Carrados:
    "Nunca volveréis",
    el tren detenido
    en Rufino,
    la noche en niebla,
    la noche
    y las luces húmedas,
    las luces
    demacradas,
    esqueletos de vagones,
    animales vivos
    y muertos
    parcialmente
    expresados,
    rechinar de fierros,
    algunos pasajeros
    durmiendo, otros
    de ojo nebuloso,
    mis libros en el asiento,
    en medio de mi vieja,
    las frazadas,
    y yo;
    una hora,
    al punto
    un medio más;
    voces convenidas:
    un desperfecto
    en los enganches,
    obreros que
    manipulan
    herramientas,
    meten mazazos,
    bostezan,
    alguien pedorrea
    y varios carcajean;
    otra demora,
    mi primer pantalón
    largo
    que fuera
    mi primo Bucky
    arrugado
    en las rodillas,
    en Santa Fe,
    en la mitad
    del mapa
    que en sexto grado
    era una bota puntuda
    rosada,
    ceñida
    por provincias, amarillas,
    azuladas
    y ocres;
    y allá
    como quién no sabe,
    San Rafael,
    arenas y aguaribayes,
    la finca que murió
    acogotada por rastrojos
    y ollas vacías;
    allá,
    en Colonia Castillo,
    el Tommy buscaría
    a los gañidos
    y tristeza del fin,
    descaminaría
    a sus amos que se fueron
    ese día que tanto nevó,
    y su corazón
    moriría en la chacra
    del vecino
    y el horizonte
    se deshojaba
    en el invierno precoz;
    allá,
    la Pocha,
    la que fuera novia
    de mi hermano,
    ella, en la plaza Moreno,
    que fuera mi primera novia,
    a los besos con un camionero
    que la llevaba al amueblado,
    ella,
    aire,
    rosa y esquina oscura;
    allá
    la revista porno,
    los grises desvaídos
    en el manoseo y el asombro,
    allá,
    esas burdas fotos desflecadas,
    ese cuadernillo
    que mi vieja encontró
    bajo mi almohada
    y que nunca más vi,
    ese, que mi vieja
    por alguna razón
    tampoco nunca mencionó;
    allá,
    en la infancia
    ese dibujo irreconocible,
    allá,
    los conejos, los damascos
    y las tunas,
    mi yegua
    de trote y galope,
    las siestas que caían
    felices,
    inmensas,
    el calor
    en los camellones
    y acequias,
    la siesta:
    esa excarcelación
    de la chancleta de mi tía
    analfabeta,
    el altísimo silencio del sol,
    el bajísimo parloteo de la miseria.
    Y en el piso del vagón,
    Clark Carrados:
    "Las blancas nubes de Venus"
    -"Ejemplar doble"-,
    y enfrente o a espaldas,
    en el espacio,
    esa incongruencia
    escolástica,
    que el sabio
    nos embelecó,
    "remolino e incertidumbre
    del río celestial";
    allá,
    en el mar verde
    del alba,
    Tristán Suárez,
    sin grillos,
    ni alamedas,
    sin sandías para robar,
    ni el Neno y su bicicleta,
    penurias al acecho,
    dificultoso diente lobuno.

    - Inédito

 

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