Alberto Pipino |
Riverside Drive
A Cándida Feliz
Separado del Río de la Plata, del retorno,
oye el runrun de un avión
que va al sur,
desde lo alto del Washington Bridge
desafía a la prudencia, sin asco
despioja el pasado,
en su sobrevuelo el gorrión parte
ave y otra individuo cruza
a una candela
bella mujer con alas de vino y psiquis
perdida en la esquina de 151
y Broadway
y la goza como si se diera baños
de tierra, destilando aceite
afrodisíaco
entre palabras sueltas, aroma a hierba,
briznas de tinta,
en el vacío
su plumaje cambia de un zigzag oscuro
a una grave ternura, su pecho
prieto es un alcaucil
de sombra deshojado de añoranzas y
despistes, de voces que chillan
igual a lata raspada,
ávido busca bichos y restos de fruta en
aceras, callejones y patios de
Hamilton Heights,
ah, Riverside Drive, no solo ampara
a la corriente natural para calmar
la sed, también es
abismo para cobijar lo que queda de uno,
poner el pico bajo el ala,
reinventarse
único en país ajeno, es decir insistir
en volar para no morir,
ahora
goza del aire viciado, imita el silencio,
la noche helada le abraza
hasta el fondo,
feliz confunde el cielo con el Hudson
y a una estrella fugaz con una
anguila de cristal.
Meneo fúnebre
A Dora María Téllez
Una vivandera con la noche de trofeo
baila, sacude el delantal naranja
con jactancia, silban las
corolas desnudas
entre las ondas de la melena, el rocío
de caña le brota de la piel y
bajo la saya la aurora
se despereza,
han vuelto los tiburones a las aguas
del Xolotlán y los nacatamales
están con la carne viva,
máscaras de ave
carroñera golpean a la presa al son
de tambores, flautas, pitos
y trompetas, aletea
la pesadilla,
los dientes de la marimba rechinan
cuando el aire cruza las
teclas de hueso,
un viejo
retintín la rechaza del carnaval, agria
la leche y la miel, la separa
hasta una bocacalle en
Manhattan
donde emblema de vivaz quimera
cabalga en pelo por la pérdida
y el abismo, entre aroma
a sudor y ron
se tuerce y eriza cerca del asombro
y las monedas que curiosos
dejan a los pies del duelo
por el zopilote.
Alberto Pipino,
argentino (1942), periodista. En 1976, durante la dictadura militar de
Rafael Videla se exilió en Estados Unidos y Nicaragua. En 1984 publicó
Espeso país, en el prólogo Juan Gelman destacó que “Alberto Pipino
transitó los caminos del dolor, de la derrota, de la furia. Por eso sus
palabras son de piedra. Y tienen la belleza de la piedra.” Con la
democracia regresó al país. Atraído por bucear en la diversidad que
caracterizó a las organizaciones políticas de los setenta y a sus
diversos modos de relacionarse con la violencia política, coordinó en
Buenos Aires entre 1990 y 1991 Utopías del Sur, publicación dedicada a
difundir el pensamiento y creación desde una izquierda crítica. También
comprobó que Argentina y él habían crecido, ya no eran los mismos. Desde
hace 15 años vive en Estados Unidos. Riverside Drive, etcétera es su
último libro. (Nota bio-bibliográfica del autor)
(Fuente: Alpialdelapalabra)
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