El tío Pablito
ofrecía relojes de Zúrich
en ese rincón austral
que en la Basílica de San Marcos
cagan menos los gorriones
y no da de lleno el sol.
Calor húmedo y viejitos cabrones
se disputan el cobijo de las sombras
que se desprenden fuera
de los retablos áureos
y los preciosos ornamentos
que ya fueron.
Cauteloso el chiquitín,
muestra sus productos
de contrabando
como un niño
que destella milagros
estrechado con celofán
y moñitos rojos.
Y no faltan quienes se embelecan,
le brillan las pestañas,
evalúan la ocasión
y largan, tironeados,
liras, dólares, marcos,
esterlinas o francos
y compran dos o tres
-cuestión de quedar bien
con amigos, amantes o parientes-
y más razón
la renombrada eficacia social
de esas máquinas precisas
que cuestan el triple,
y ,de regalo,
esa leyenda grabada al dorso,
con buril inseguro
que dice "Ricordo di Venezia".
Certificación inapelable
de la gran ciudad mercantil
y tantísimo decorada para la decadencia,
y el mal gusto contemporáneo
y la punitiva vulgaridad turística
de botellas vacías, pañales,
estopa entre los dientes
y risas que amargan.
.
"In ditto zorno la verzene Maria
fo annonciata da l'angel Gabriel..."
Pablito juntó buena plata
y con ella
procuró la conquista americana:
la miseria, el alcohol, las vinchucas,
el caballo de ciruja abichado
y de cascos fallidos,
los hijos arrojados a calles y limosnas,
la mujer presa de otros y vómitos.
- Inédito-
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