Y ya la muerte no tendrá dominio
(Traducción al español de Margarita Ardanaz Morán)
VEO A LOS CHICOS DEL VERANO
I
Veo a los chicos del verano en su ruina,
dejan estériles los dorados diezmos,
sin aderezar trojes para la cosecha, congelan los surcos;
allí en su fuego las riadas invernales
de amores congelados ellos buscan a sus chicas
y ubérrimas manzanas ahogan en sus mareas.
Estos chicos de luz son heladores en so locura,,
agrían la miel hirviente;
témpanos de escarcha palpan en panales;
allí al sol los helados hilos
de duda y niebla satisfacen sus nervios;
la luna señera es mero cero en sus vacíos.
Veo a los hijos del verano en sus madres
hendir los temporales del musculoso vientre,
separar día y noche con pulgares de hada;
allí en la profundidad con penumbras cuarteadas
de sol y luna ellos pintan sus diques
mientras el resol colorea el perfil de sus cabezas.
Veo que desde estos muchachos hombres de nada
crecerán por derrames seminales,
o mutilarán el aire en brinco desde sus ardores;
allí desde sus corazones el emperrado pulso
de amor y resplandor estalla en sus gargantas,
contemplad el pulso del verano sobre el hielo.
II
Pero hay que desafiar a las estaciones o
entrarán vacilando en las campanadas del cuarto de hora
donde, puntuales como la muerte, pulsamos las estrellas;
allí, en su noche, campanas de negra lengua
palpita el somnoliento hombre del invierno,
ni sopla ella ni la luna de medianoche.
Somos los oscuros negadores, convoquemos
a la muerte desde una mujer en verano,
una vida vigorosa fuera de amantes engatillados,
desde los elegantes muertos que inundan el mar
gusano de brillante ojo sobre la lámpara de Davy
y sobre el útero sembrado el hombre de paja.
Somos chicos de verano en giro a los cuatro vientos,
verdes del hierro de las algas,
sostenemos el ruidoso mar y dejamos caer pájaros,
recogemos la bola del mundo entre olas y espumas
para estrangular los desiertos con sus mareas,
y peinar los jardines municipales en una guirnalda.
En primavera cruzamos nuestras frentes con muérdago,
ay, la sangre y la baya,
clavando alegres caballeros en los árboles;
aquí el húmedo músculo del amor se seca y muere.
Aquí estalla un beso sin cantera de amor.
Oh, advertir los fustes de promesa en los muchachos.
III
Os contemplo chicos de verano en vuestra ruina,
hombre en la esterilidad del gusano.
Muchachos repletos y extraños en minúsculo recinto.
Soy el hombre que vuestro padre fue.
Somos los hijos del pedernal y de la brea.
Oh, ved cómo los fustes se besan al cruzarse.
PROCESO EN EL TIEMPO DEL CORAZÓN
Un proceso en el tiempo del corazón
convierte lo húmedo en seco; el disparo de oro
se precipita hacia la congeladora tumba.
Un tiempo en el recinto de las venas
convierte la noche en día: la sangre en sus soles
ilumina al viviente gusano.
Un proceso en el ojo presagia
osamentas de ceguera; y el útero
proporciona un deceso ante la huida de la vida.
Una tiniebla en el tiempo de la mirada
es la mitad de su luz; el medido mar
estalla en tierras fuera del mapa.
La simiente que hace de la ingle un bosque
atenaza la mitad de su fruto; la mitad cae fuera,
lenta en un viento somnoliento.
Un tiempo en la carne y en el hueso
es húmedo y seco; lo vital y lo difunto
se mueven como dos fantasmas ante la mirada.
Un proceso en el tiempo del universo
convierte al fantasma en fantasma; cada hijo de madre
se asienta en la doble sombra de ellos.
Un soplo lanza luna contra sol,
baja las raídas cortinas de la piel;
y el corazón hace entrega de su muerto.
MI HÉROE DESCARNA SUS NERVIOS
Mi héroe descarna sus nervios a lo largo de mi brazo,
de la muñeca al hombro,
descubre la cabeza que, como somnoliento fantasma,
se inclina sobre mi mortal regidor,
la espina orgullosa que desdeña giro y torsión.
Y estos pobres nervios alambrados al cerebro
duelen sobre la carta de amor olvidada
yo abrazo al amor en mi desnortado garabato
que profiere todo el hambre del amor
y dice la página del vacío malestar.
Mi héroe desnuda mi costado y se ve su corazón
avanzar, como una Venus desnuda;
la playa de la carne, al viento su trenza rojo sangre;
desvistiendo mi cintura de promesa,
él promete un secreto fuego.
Él sujeta el alambre de esta caja de nervios
elogiando el error mortal
de nacimiento y muerte, dos tristes villanos y ladrones,
y el emperador del hambre;
él tira de la cadena, la cisterna actúa.
DESDE LA PRIMERA FIEBRE DEL AMOR
Desde la primera fiebre de amor, hasta su plaga, desde el suave segundo
y hasta el vacío minuto del útero,
desde que lo estiran hacia la membrana tijereada,
el tiempo para el pecho y edad de delantal verde
cuando ninguna boca se agita sobre el hambre inminente,
todo el mundo era uno, una nada ventosa,
mi mundo fue acristianado en un chorro de leche.
Y la tierra y el firmamento eran cual cerro aireado,
sol y luna vertían una blanca luz.
Desde la primera huella del pie descalzo, elevación
de la mano, la irrupción del cabello,
y hasta el milagro de la primera palabra completa,
desde el primer secreto del corazón, el enigma avisando,
y al primer y mudo asombro ante la carne,
el sol era rojo, la luna era gris,
tierra y cielo, dos montañas que se acercan.
El cuerpo prosperaba, los dientes en tuétanos de encías,
los huesos engrosando, el rumor del semen
dentro de la glándula vacía, la sangre presionaba al corazón,
y los cuatro vientos, que siempre soplaban como uno,
brillaba en mis oídos la luz del sonido,
llamaba a mis ojos el sonido de la luz.
Y amarilleaba la incontable arena.
Cada dorado grano escupía vida en su compañero,
verde era la casa que cantaba.
Las ciruelas que mi madre cogía, maduraban lentamente,
el cuerpo que ella sacaba de la oscuridad a su lado
sobre el inclinado regazo de luz, crecía fuerte,
echaba músculo, juagaba en la alfombra, atento al mismo avisador
y la voz, que como un sonido de hambre,
punzaba en clamores de viento y sol.
Y desde el primer declinar de la carne
aprendí la lengua del hombre, a retorcer las formas del pensar
en el pétreo lenguaje del cerebro,
para sombrear y tejer de nuevo el tapiz de las palabras
dejadas por los muertos que, en sus yermos sin luna,
no necesitan del calor del verbo.
La raíz de los idiomas acaba en un cáncer extinto,
que es solo un nombre, sobre el que los hacen su X.
Aprendí los versos de voluntad, guardé mi secreto;
el código de la noche despertaba en mi lengua;
lo que había sido uno, se tornaba variospintos múltiples.
Un vientre, una mente, escupían la materia,
un pecho amamantaba al producto de la fiebre;
desde el cielo, en divorcio, aprendí a doblar,
un millón de mentes amamantaban tal capullo
mientras se bifurcaba mi mirada.
La juventud se condensaba con ahínco; las lágrimas de primavera
se disolvían en verano y las cien estaciones.
Un sol, un maná, calentaba y nutría.
Y YA LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO
Y ya la muerte no tendrá dominio.
Los desnudos muertos serán uno solo
con el hombre al viento y la luna del Oeste;
cuando los huesos estén mondos y los huesos mondos desaparezcan
tendrán estrellas al alcance de pies y manos;
aunque se vuelvan locos, estarán cuerdos,
aunque se hundan en el mar, surgirán de nuevo,
aunque los amantes se pierdan, el amor, no;
y la muerte no tendrá dominio.
Y ya la muerte no tendrá dominio.
Bajo los recovecos del mar
los ya desaparecidos no morirán al viento;
retorcidos en la tortura, los nervios ceden,
atados a la rueda, no se romperán empero;
la fe en sus manos se disparará en dos,
y los males del unicornio, les recorrerán;
descuartizados no se quebrarán;
y ya la muerte no tendrá dominio.
Y ya la muerte no tendrá dominio.
Ya no gritarán las grullas en sus oídos,
ni estallarán rugientes las olas en los acantilados;
donde aleteaba una flor, puede que ya nunca
levante su corola a los soplos de la lluvia;
locos y secos como clavos inertes;
cabezas de personas martillean a través de las margaritas,
solázate al sol, antes de que el sol se oculte.
Y ya muerte no tendrá dominio.
-Dylan Thomas
Poesía Completa
Traducción al español de Margarita Ardanaz Morán
Colección Visor de Poesía
(Fuente: Revista Altazor)
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