CANTO UNDÉCIMO
No las olas inmensas. No los vastos dominios.
No los fuertes diluvios o la sombra
de extensísimos soles.
Ni las grandes promesas
ni el ímpetu del águila.
Nunca el barco que surca
un mar innecesario.
Tampoco lo mediano, lo que ansía
crecer y confirmarse en su vehemencia.
No al beso prolongado
en la sala de cine.
No a la arena indecisa de las playas.
Ni las pequeñas cosas, ese tópico etéreo:
el susurro sensual, la sonrisa del niño
o la noria que gira.
Ni el olor del incienso ni la lágrima.
Ni siquiera el azar, ese abrazo falsario.
Que la ausencia se imponga.
Que gobierne el vacío
y sufra el microscopio su abstinencia.
Que impere lo invisible,
el reino del silencio.
Y que sea lo inefable, de su nada naciendo,
nuestra dulce sonata.
Nuestro lírico faro.
El poema pertenece al libro “Formas de la niebla” (Editorial ADeshoras, 2017).
(Fuente: Aire nuestro)
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