BLUSA A RAYAS
Entra por quinta vez a la habitación de mi hermano
que nadie habita hace más de una década.
Aquí el tiempo hay que nombrarlo, medirlo, gritarlo
para no perdernos en el laberinto
de esta memoria frágil de papel de nácar.
Tirada en la cama que antes fue de él
ensayo no morirme en cada arcada y una tos incesante.
Un rugido con flema y un ahogo
me convierten en una habitante cruel.
Por quinta vez me enseña su blusa a rayas
colgada de una percha antigua, gastada.
Si te gusta te la regalo, me dice,
con sonrisa de niña, de tía, de abuela,
de madrina, de vecina, de bruja
ninguna de madre.
Que no la quiero, repito
que es fea, oscura, vieja y fuera de moda.
Dura un instante su sorprendida ofensa
y ya, no la recuerda.
Deambula por la casa oscura,
por pasillos olvidados, confundida
y por sexta vez me encuentra
sobre la cama, tosiendo.
Me vuelve a ofrecer, con cara de extraña
si te gusta te la regalo, su blusa preferida
ya vieja, gastada, raída, fuera de moda.
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LA DESESPERACIÓN DE LOS RELOJES
LA DESESPERACIÓN DE LOS RELOJES
Madre, afuera ya no se ven los pájaros
me he asomado y el cielo está limpio de vuelo.
El malabar se secó y el pan es agrio, como de esponja.
Los huesos de la casa crujen cuando los golpea el Siroco
solo persisten la frágil transparencia y las blancas paredes del olvido.
Pero yo he venido a buscarte.
¿Te acuerdas cuando por las tardes nos mandabas recoger
la piel de los lagartos y la culebra blanca?
Hay en el farallón una hoguera que solo alumbra el frío
y ahora ya nada es nuestro.
Junto a tu memoria se detuvo también la desesperación de los relojes.
La quebrada no moja las piedras altas del cauce
la tierra se abrió y se tragó lo que sobre ella habías mandado amontonar.
Todavía, cuando quiero decir la palabra noche
me brota un lirio.
Cuando el sol no se oculta
me tajo los brazos con el filo de la palabra miedo.
Por eso he venido a refugiarme en el cuarto de los trebejos
donde prohibías entrar para dejarme tan bellamente sola y sin perdón.
(Fuente: Meta Poesía)
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