martes, 8 de marzo de 2022

Adrienne Rich (Baltimore, EEUU, 1929 - 2012)

 


 

 

 

 

ORÍGENES E HISTORIA DE LA CONCIENCIA

 

 

I

 

 

Vida nocturna. Cartas. Diarios, bourbon

salpicando contra el vaso. Poemas crucificados en la pared,

diseccionados, sus alas de pájaro amputadas

como trofeos. Nadie vive en este cuarto

sin atravesar algún tipo de crisis.

 

Nadie vive en este cuarto

sin afrontar la blancura de la pared

tras los poemas, baldas de libros,

fotografías de heroínas muertas.

Sin contemplar por último y tarde

la verdadera naturaleza de la poesía. El impulso

de conectar. El sueño de una lengua común.

 

Al pensar en amanes, su fe ciega, sus

experimentadas crucifixiones,

mi envidia no es sencilla. He soñado con irme a la cama

como si me adentrara en agua clara anillada por un bosque nevado

blanco como sábanas frías, pensando Voy a congelarme ahí dentro.

Mis pies descalzos están ya entumecidos por la nieve

pero el agua

está tibia, me sumerjo y floto

como un cálido animal anfibio

que ha roto la red, ha huido

a través de campos de nieve sin dejar huella;

esta agua limpia el rastro

Estas libre ahora

del cazador, el trampero,

los guardianes de la mente

 

sin embargo el cálido animal sigue soñando

con otro animal

que nada bajo la superficie del estanque, moteada de nieve,

y se despierta, y vuelve a dormir.

 

Nadie duerme en este cuarto sin

el sueño de una lengua común.

 

 

II

 

 

Fue sencillo conocerte, sencillo tomar tus ojos

en los míos, diciendo: éstos son ojos que he conocido

desde el principio… Fue sencillo tocarte

en contra del historial truncado, a contrapelo de lo que

habíamos sido, las decisiones, los años… Fue hasta sencillo

tomar la vida de la ora en nuestras manos, como cuerpos.

 

Qué no es sencillo: despertar de ahogarse

de donde el océano bate en nuestro interior como una placenta

a esta cotidiana, aguda particularidad,

con dos seres que caminaron media vida sin tocarse;

despertar a algo engañosamente sencillo: un cristal

empañado por el rocío, un timbrazo del teléfono, un grito

de alguien molido a golpes a lo lejos en la calle

haciendo que cada una de nosotras escuche su propio grito interior,

 

conocedoras de la mente del asaltante y el asaltado

como debe serlo cualquier mujer alerta para sobrevivir a esta ciudad,

este siglo, esta vida…

habiendo amado cada una de nosotras la carne en su tensa o laxa belleza

más que los árboles o la música (aun amándolos también a ellos

como si fueran carne —que lo son—, mas carne

de seres aún insondables en nuestra vida burdamente literal).

 

 

III

 

 

Es sencillo despertar del sueño con un extraño,

vestirse, salir, beber café,

adentrarse en una vida otra vez. No es sencillo

despertar del sueño a la vecindad

de otro ni extraño ni familiar

en quien hemos elegido confiar. Confiar, desconfiar,

nos rebajamos a esto, nos dejamos

caer mano sobre mano como en una cuerda que se estremecía

sobre lo inexplorado… Eso es lo que hicimos. Concebidas

la una por la otra, nos engendramos la una a la otra en una oscuridad

que recuerdo como inundada de luz.

Quiero llamar a esto vida.

 

Pero no puedo llamarlo vida hasta que empecemos a movernos

más allá de este secreto círculo de fuego

donde nuestros cuerpos son gigantescas sombras arrojadas contra una pared,

donde la noche se convierte en nuestra tiniebla interior, y duerme

como una bestia muda, la cabeza entre las patas, en el rincón

 

1972-1974

 

 

 


En: El sueño de una lengua común

 

Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús

 

               Sexto Piso Poesía

 

              (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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