miércoles, 4 de septiembre de 2024

Jorie Graham (Nueva Tork, EEUU, 1950)

 

Los objetos de la fe


 
Versiones al español de Amaranta Rosas Reinhold


 
La forma en que las cosas funcionan

 

es admitiendo
o abriéndose paso.
Esta es la forma más simple
de la corriente: Azul
moviéndose a través del azul;
azul entre púrpura;
los objetos del deseo
abriéndose sobre sí mismos
sin nosotros;
los objetos de la fe.
La forma en que las cosas funcionan
es por solución,
resistencia disminuida o
incrementada y respecto a la cual
se ha tomado ventaja.
La forma en que las cosas funcionan
es que finalmente creemos
en que están ahí,
comunes y capaces
de ilustrarse a sí mismas.
Una rueda, flujo quinético,
agua que sube y baja,
lingotes, palancas y llaves,
creo en ti,
cerradura cilíndrica, polea
torno y grúa
eleva tu cabecita—
creo en ti—
tu cabeza es el horizonte de
mi mano. Creo
para siempre en los anzuelos.
La forma en que las cosas funcionan
es que en algún momento
algo atrapas.

 

 
The Way Things Work

 

is by admitting
or opening away.
This is the simplest form
of current: Blue
moving through blue;
blue through purple;
the objects of desire
opening upon themselves
without us;
the objects of faith.
The way things work
is by solution,
resistance lessened or
increased and taken
advantage of.
The way things work
is that we finally believe
they are there,
common and able
to illustrate themselves.
Wheel, kinetic flow,
rising and falling water,
ingots, levers and keys,
I believe in you,
cylinder lock, pulley,
lifting tackle and
crane lift your small head—
I believe in you—
your head is the horizon to
my hand. I believe
forever in the hooks.
The way things work
is that eventually
something catches.

 

 

Leyendo a Platón

 

Esta es la historia
   de una hermosa
mentira, que se desliza
   entre mis dedos,
tus dedos. Es invierno,
   está lejos

en la esperanza de vida
   del hombre.
Con la cabeza descubierta,
   con una camisa manchada,
callado, mi amigo
   está haciendo

anzuelos, su pasatiempo. Moscas
   tan pequeñas
que tiene que trabajar con pinzas y
   una lupa.
Deben ser
   tan creíbles

como si fueran verdaderos—tentáculos,
   antenas,
rápidos y frenéticos
   como si algo se
ahogara. Su corazón le
   late salvaje
en las manos. Es
   deslumbrante
y ¿quién lo perdonará
   en su pequeño
jardín? Los hace
   con pelo,

pelo de ciervo, porque está vacío
   y flota.
Más allá de la muerte, más allá de la vista,
   esta es
su gran idea, lo que une
   los días tontos.

Mejor que la memoria. Mejor
   que el amor.
Cuando ya están terminados, un anzuelo
   debajo de cada par
de alas, y ya es primavera,
   y los hombres

caminan por el cauce del río
   en la madrugada. Arriba
las estrellas aún conectan
   a sus animales hambrientos.
Pronto estarán satisfechos
   y se irán. Mientras,

río arriba, río abajo, imagina, rápido
   en el aire,
en carne, en un
   enjambre azul de
moscas, nuestro conocimiento
   del grácil

ciervo brinca ligeramente
   por la superficie.
Desmembrado, remembrado,
   finalmente está
vivo. Imagina
   el cuerpo

del que una vez formaron todos
   parte,
esos hombres a lo largo de
   las exuberantes riberas verdes
tratando de colarse
   y hacerse pasar

por el mundo natural.

 

 
Reading Plato

This is the story
   of a beautiful
lie, what slips
   through my fingers,
your fingers. It’s winter,
   it’s far

in the lifespan
   of man.
Bareheaded, in a soiled
   shirt,
speechless, my friend
   is making

lures, his hobby. Flies
   so small
he works with tweezers and
   a magnifying glass.
They must be
   so believable

they’re true—feelers,
   antennae,
quick and frantic
   as something
drowning. His heart
   beats wildly
in his hands. It is
   blinding
and who will forgive him
   in his tiny
garden? He makes them
   out of hair,

deer hair, because it’s hollow
   and floats.
Past death, past sight,
   this is
his good idea, what drives
   the silly days

together. Better than memory. Better
   than love.
Then they are done, a hook
   under each pair
of wings, and it’s Spring,
   and the men

wade out into the riverbed
   At down. Above,
the stars still connect-up
   their hungry animals.
Soon they’ll be satisfied
   and go. Meanwhile

upriver, downriver, imagine, quick
   in the air,
in flesh, in a blue
   swarm of
flies, our knowledge of
   the graceful

deer skips easily across
   the surface.
Dismembered, remembered,
   it’s finally
alive. Imagine
   the body

they were all once
   a part of,
these men along the lush
   green banks
trying to slip in
   and pass

for the natural world.

 

El escondite

   La última vez que lo vi fue en 1968.
París, Francia. El tiempo de los disturbios.
   Teníamos demandas. Las escuelas cerraron.
Un millón de trabajadores y estudiantes en huelga.

   Marchas, sentadas, helicópteros, gas.
Ellos te detenían a punta de pistola y te pedían la documentación.

Pasé 11 noches durmiendo en los pabellones. Discusiones.
                 Negociaciones.
Apresurándome al amanecer buscando cierto líder
   encontré su cara por encima de una fogata callejera.
No dijo él, diles que no hay concesiones.
   Su voz por encima del fuego como si no hubiera fuego—

el lenguaje flotando por todas partes sobre los cuerpos dormidos;
   y cajas de fruta donadas en secreto;
y hojas rasgadas (para el gas lacrimógeno) arrojadas desde ventanas cerradas;

y pan; y mantas; robadas a los bomberos.

La CRS (la policía del gobierno) llegaría al atardecer
   en pequeñas vans azules y nos acorralarían.
Una vez vi los láseres jugando en unas llamas.
   Las llamas entraron en el corredor de luz.

La celda donde estábamos estaba tan llena que nadie podía sentarse o recargarse.

   La gente se meaba sobre los otros. Noté cómo una chica
vomitaba suavemente sobre mi espalda.
   Encontré a dos americanos acorralados por casualidad,
su vuelo chárter se fue aquella mañana gritaban, ¿qué iban a hacer?

   Más tarde un hombre uniformado vino con una vara.
Empezó a golpear aquí y allá, encontró a una chica en su octavo mes.
   La golpeó frenéticamente una y otra vez.
La golpeó en el abdomen. Gritando ¿no te da vergüenza?

   Recuerdo la celda claramente
¿pero es por una fotografía? Pienso en las sombras como
   si aún las viera —las tiras brillantes
contra la pared— pienso que son reales —¿pero son de una fotografía?

¿Lo miro desde dentro—sus manos, su cara —

o es de las noticias?
   La parte más extraña de salir de nuevo fuera son las calles.
La luz sobre ellas.
   Todo sale a fuera cuando el muro se rompe.
Y el aire —denso de viviendas— el aire lleno —duplicado
   como si el aire libre

hubiera sido hecho para reproducir—
   El aire libre exprimido para ganar espacio hasta que los huecos se
                          derraman,

un piso tras otro.
   empezando a iluminarse mientras salgo caminando.
¿Qué tan denso está destinado a ser el vacío?

¿Qué estábamos encontrando en el aire?

¿Qué era lo que estábamos buscando?
   Fui a casa me senté lentamente en mi habitación alquilada.
Sentada largo tiempo con la ventana abierta,
   mirando cómo la cortina de gasa blanca muda de este modo y luego
                          de aquel otro
un poco—
   mirando cómo el aire la expulsa y la vuelve a meter. Pulmón
de la habitación con gritos callejeros en él. Mirando hasta que las luces
   afuera la convierten en oro, bombeando suavemente.
¿Quería despertarme otra vez? Estaba dentro. El siglo clicado.
   La mujer abajo llamó a no olvidar el

   pan. Crujido de helicópteros. Una voz en un micrófono emitiendo
advertencias.
   Hicieron acuerdos para regresar a trabajar.
El gobierno cayó pero después estaba bien otra vez.
   El hombre por encima del fuego, escuchando mi pregunta,

la camisa de lana roja que llevaba: ¿dónde está? ¿quién la tiene?
   Miró hacia atrás del siglo: sin concesiones.
Tomé el mensaje de vuelta.
   La mirada en sus ojos —mirando— al vacío—
             inexpresivo mientras piensa:
no—diles que no—

 
The Hiding Place

   The last time I saw it was 1968.
Paris, France. The time of the disturbances.
   We had claims. Schools shut down.
A million workers and students on strike.

   Marches, sit-ins, helicopters, gas.
They stopped you at gunpoint asking for papers.

I spent 11 nights sleeping in the halls. Arguments.
                Negotiations.
Hurrying in the dawn looking for certain leader
   I found his face above an open streetfire.
No he said, tell them no concessions.
   His voice above the fire as if there were no fire—

language floating everywhere above the sleeping bodies;
   and crates of fruit donated in secret;
and torn sheets (for tear gas) tossed down from shuttered windows;

   and bread; and blankets; stolen from the firehouse.

The CRS (the government police) would swarm in around dawn
   in small blue vans and round us up.
Once I watched the searchbeams play on some flames.
   The flames push up into the corridor of light.

In the cell we were so crowded no one could sit or lean.
   People peed on each other. I felt a girl
vomiting gently onto my back.
   I found two Americans rounded up by chance,
their charter left that morning they screamed, what were they
                    going to do?
   Later a man in a uniform came in with a stick.
Started beating here and there, found the girl in her eighth month.
   He beat her frantically over and over.
He pummeled her belly. Screaming aren’t you ashamed?

   I remember the cell vividly
but is it from a photograph? I think the shadows as I
   see them still—the slatted brilliant bits
against the wall—I think they’re true—but are they from a
                   photograph?
   Do I see it from inside now—his hands, her face—or

is it from the news account?
   The strangest part of getting out again was streets.
The light running down them.
   Everything spilling whenever the wall breaks.
And the air—thick with dwellings—the air filled—doubled—
   as if the open

had been made to render—
   The open squeezed for space until the hollows spill out,
story upon story of them.
   starting to light up as I walk out.
How thick was the empty meant to be?

What were we finding in the air?

What were we meant to find?
   I went home slowly sat in my rented room.
Sat for a long time the window open,
   watched the white gauze curtain sluff this way then that

a bit—
   watched the air suck it out, push it back in. Lung

of the room with streetcries in it. Watched until the lights
   outside made it gold, pumping gently.
Was I meant to get up again? I was inside. The century clicked by.
   The woman below called down not to forget the

   loaf. Crackle of helicopters. Voice on a loudspeaker issuing
warnings.
   They made agreements we all returned to work.
The government fell but then it was all right again.
   The man above the fire, listening to my question,

the red wool shirt he wore: where is it? who has it?
   He looked straight back into the century: no concessions.
I took the message back.
   The look in his eyes—shoving out—into the open—
            expressionless with thought:
no—tell them no—


Jorie Graham / Nueva York, Estados Unidos, 1950. Poeta. Autora de numerosos libros de poesía, entre los que se encuentran Hybrids of Plants and Ghosts (1980), Erosion (1983), The End of Beauty (1987), Region of Unlikeness (1991), The Dream of the Unified Field: Selected Poems 1974-1992 (1995, Premio Pulitzer en poesía), Never (2002), Sea Change (2008), Place (2012), From the New World (2015), Fast (2017), y Runaway (2020), entre otros.


Amaranta Rosas Reinhold

/ Ciudad de México, 1989. Poeta y traductora. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Maestría en Estudios de Traducción en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España) y la Maestría en Producción Editorial en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

 

(Fuente: Periódicodepoesía.unam.mx)

 

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