dos poemas
Permanencia
Yo me dejaría en los otros como un plato o un abrigo.
Porque están enfermos, enfermos de tener uñas y lenguas.
Allí donde jamás me esperan,
donde se agrupan sin conocerme,
donde me conocen y mal,
allí yo iría a entregarme como una noticia.
Miren por los huecos de mis manos, les diría;
examinen el clavicordio de mis huesos,
tiene su humanidad intacta.
Allí donde abunda el pesado idioma de la ceniza,
yo iría a pedirme.
Denme vidas,
denme nombres,
denme sombras, redes,
denme los pies del que ha saltado sobre la luna
como en el colchón de una cama recién comprada;
yo les pido sus oquedades,
sus enterradas noches, sus pedrerías.
Yo soy como un pálpito en medio de las cosas,
alrededor de mí arde lo vivo.
~
Pálpito
Mira, abajo la nube negra cubre al relámpago
sumergido,
medidor del magma y los eléctricos minerales.
Encima, tierra acumulada mostrando
la súbita raíz impactante, el esparcimiento
de espigas condensadas.
Tierra y cielo, puños del aire.
Tierra y cielo, dos gemelas intercambiándose vestidos.
Y el aire como un espejo sosteniéndose
en la luz y sus costumbres.
Mira al relámpago rajar el polvo.
Mira a la raíz reventar en comienzos.
Mira al azogue mostrándose en la lejanía.
Raíz y relámpago nos apuntan:
percátate de que llevas el imán del misterio,
de lo creciente como fósforo en la madera.
Mira a los potros sacudirse la noche
como el águila se sacude los espacios.
Entremos a donde se juntan lo inverosímil y lo probable.
Entremos al fósforo para revelarnos.
Desconociendo aún
por qué el todo se reúne en lo impalpable.
Desconociendo el todo
a la vez que me rodea con su tribu de señales.
Y percibo la corrida del fuego hacia el fuego señalando
puertas,
entre los por cuánto y los aquellos y los entonces
que justifican los ahora, los posibles y lo doliente.
Zenda Libros
(Fuente: La comparecencia infinita)
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