«Du Maurier»
Dos fragmentos
Día 4 (b)
Un
hotel es una historia fragmentada. Los personajes entran sin previo
aviso o se van sin dejar señal de ruta, Entonces no es necesario hacer
una trama. Hilvanar cada diálogo o escena con la siguiente es inútil.
Apenas podría numerar los que han entrado aquí en el libro de registro
de pasajeros. Un reparto donde no se sabe cuál es el personaje
principal. Y es que así deben funcionar las cosas. Una puerta cerrada no
es sólo un espacio de privacidad. Es un corte entre una historia y
otra. Una censura, una hoja arrancada, la parte del cuento que no se nos
quiere contar. Pero al final todos estos trozos de historias se funden
bajo la palabra hotel. Este hotel es un crisol.
Día 71
Ayer
me visitó una amiga que es antigua vecina del barrio. Ella me contaba
de las cientos de veces había pasado por aquí, sin saber que este es el
hotel donde yo trabajo. Me dijo que el viejo ferretero que siempre está
fumando es español y tiene un humor detestable, que cuando su pareja
quiso buscarle conversa él no le dio ni la hora. Que los colombianos de
la esquina antes tenían un almacén pequeño y que les ha ido tan bien en
el negocio, que ya tienen otro a dos cuadras. Que donde ahora hay un
salón de belleza antes había un café donde nunca había más de cuatro
pelagatos. Yo le hablé de las cosas del barrio que ella no sabía, como
la oficina de cobranzas atendida por ciegos o de los galgos que viven en
el edificio de al frente. Ella me contó de vuelta que en ese
departamento que está en calle Tucapel, siempre ha vivido su pareja. Lo
ha hecho por tanto tiempo como para haber visto pasar los Hawker Hunter
en el ir y venir sobre La Moneda. Entonces ellos dos si pueden decir que
este es un buen barrio, que ha tenido cambios de uno u otro negocio, un
lugar de paso que no cambia por quienes lo transitan.
Publicado por Editorial Cuneta, 2016
(Fuente: Descontexto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario