Veintiún poemas de amor, XXI
Los dinteles a oscuras, las piedras azules y extranjeras del gran círculo tallado con herramientas de piedra, la luz nocturna del solsticio de verano que sube desde abajo del horizonte: cuando dije “una grieta de luz” me refería a esto. Y esto no es Stonehenge y tampoco ningún otro lugar, sino la mente que se acuerda de cuando la soledad, compartida, se podía elegir sin sentirse sola, para vigilar, algo ni fácil ni indoloro, el círculo, las pesadas sombras, la gran luz. Elijo ser una silueta bajo esa luz, medio borrada por la oscuridad, algo que se mueve por ese espacio, el color de la piedra que saluda a la luna, y sin embargo más que piedra: una mujer. Elijo caminar por acá. Y trazar este círculo.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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