EL BANQUETE
siempre ha sido así en nuestra casa:
tres camas por las que teníamos que pasar
todos, uno a uno. por generaciones, cada uno ha
seguido ese recorrido que se ha hecho ley con el
nuestra casa se fundó sobre esa ley.
nosotros hemos sido los últimos en nacer. a los
recién nacidos
les toca estar en el rincón luminoso del cuarto.
somos demasiado nuevos en el mundo para
comprender
que en esta casa hay más gente. nuestro mundo
se reduce a la cama iluminada bajo la ventana.
pasan años hasta que nos damos cuenta de que
nuestros padres
también viven aquí, pero en otra cama, más alejada,
donde la luz llega con dificultad.
ellos hacen menos ruido, se mueven menos que
nosotros.
pero pasan años hasta que lo comprendemos.
y un día descubrimos que más allá de ellos, en el
rincón
más oscuro del cuarto, hay una tercera cama
y cuando lo averiguamos dejamos de reír;
pensábamos que ahí, en la sombra, se acababa el
mundo
y ahora nos encontramos con que alguien respira
ahí y nadie
le hace caso,
me dicen tan solo: allí está el viejo de la casa, es el
padre de todos nosotros.
así que ahí hay un padre, así que aquel rincón
existe, me digo.
luego nos acostumbramos y se nos olvida y solo de
noche
escuchamos los jadeos de aquel que está en ese rincón;
quién demonios lo habrá metido en nuestro mismo
cuarto.
todavía vivo en la cama de al lado de la ventana,
pero ya no me río
del que jadea en el rincón opuesto:
lo que realmente creo es que no nos lo muestran
adrede.
y cuando un día lo sacan fuera, lo sacan del cuarto
incluso con su propia sombra y para nosotros sigue
siendo un gran desconocido.solamente me dejan tocar la madera fresca de su
ataúd.
mientras que mi padre, desde la segunda cama, pasa
junto con su sombra a la cama del que se acaba de ir,
yo paso a su cama, y carne joven ocupa mi cama de
antes.
pero todo sucede lentamente y de una
cama a otra se pasa después de una larga espera:
ganarse
la cama siguiente es la consecuencia de una terrible
batalla,
de un combate largo y secreto.
los de la primera cama ya codician la segunda,
cosa que se les lee en los ojos, yo mismo me siento
empujado de noche por una gran codicia a ocupar
el sitio
del de la tercera cama, cuyos jadeos se han vuelto
cada vez más molestos ahí en su oscuro rincón.
y un día, vuelven a vaciar la tercera cama y
al de ahí lo sacan y lo meten bien metido en la
cuarta cama,
que lleva tapa, no sea que vuelva, porque
su cama ha sido ya ocupada y la segunda cama ha
sido acaparada por los otros
y en la primera cama se escuchan huéspedes nuevos
que todavía no oyen
cómo alguien comienza a jadear en la cama del
fondo y ese alguien precisamente soy yo.
y en ese instante el día se vuelve más intenso.
traducción Corina Oproae
(Fuente: Adriana Hoyos)
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