viernes, 30 de agosto de 2024

Maurizio Medo (Lima, Perú, 1965)

 

Puede ser una imagen de aeronave y texto

LIV
 

14. Cada día hacia las cinco de la tarde, cuando la luz mengua en el abisal crepúsculo, los niños están tristes: comprendieron la naturaleza del tiempo. 16. Pronto la noche unánime se abrirá ante sus miradas febriles con el color del abandono. Todavía es demasiado pronto para saber cómo les dolerá la historia, y aunque la tristeza no consiga establecer una real perspectiva, las cosas que no parecen reales no sucederán. 17. No son parte del tiempo. Tampoco la tristeza. Sale de dentro. Cuando se arremolina cae y lo cubre todo. Con ella se gesta una historia, su narración nos acompañará por siempre. Si fuera arena movediza podrías hundirte. 18. Mientras, a fuerza de reaparecer, el recuerdo acelera cada vez más el paso disponiendo los distintos detalles de la ambientación en una escenografía que nadie consigue vislumbrar nítidamente. Parece levantarse desde una zanja llena del tiempo que murmura. 
 
¿Qué se diría en el Europa en la tenue ardienta de esa hora? Aprendimos no a hablar sino a balbucear prestando el oído al ruido creciente del siglo hasta que, llegado el día, hubo de elegirse un idioma. 
 
19. También nosotros formamos parte de ese decorado: a veces con un levísimo lamento que prefiere ignorar su origen, en otras con un suspiro tan hondo que el viento temeroso duda si seguir o no en las inmediaciones de esa tierra de sombras o solamente como una melodía parca e imperturbable que se repite, día y noche, después de varios siglos.
 
20. La memoria no es un archivo sino una facultad en la cual todos esos viejos héroes de ayer fulgen desprovistos de historia como una constelación de presencias modulada por cierta gracia ritual contraria a la política. Es mucho más precisa para diseñar un diagrama que encause el desconcierto que el día de mañana traerá consigo. Lo que se recuerda es lo que no está. 21. La escritura es otro invento que provocará el olvido. 22. Las palabras no niegan ni afirman nada. Es mejor que no escribas. Tres palestinos se ocultaron detrás de un viejo colchón. Quizás las fuerzas de la historia devastaron las palabras, lo que tenemos son solo sus restos. El poema nos presenta apenas algo de lo que podría haberse dicho. Es un fin en sí mismo. 23. Tal vez sea así por la forma en la que devienen las cosas cuando tu atención se distrae por un momento en un presente en el que, salvo por el futuro, no se vislumbra otro posible suceso. 24. La escritura también es huérfana. ¿No te llama la atención que «poesía» suene a pretérito imperfecto de indicativo? 25. Hay algo real que parece hacer de esta afirmación algo cierto. Es el fantasma de habértelo confesado, quizá porque de este modo pueda interpretarse de otra manera mientras la historia pervive al desgaire con la velocidad de esas manadas de lobos salvajes que dan caza a los cérvidos conforme mengua en su oralidad. 
 
¿Y entonces, dirás, qué hago dictando largas sesiones de «escritura creativa» en vez de alinearme los chakras en un programa de salud alternativa para adultos mayores antes que me asalten los típicos trastornos depresivos al resistir la demanda histérica, obsesionada con «escribir», y aun después de haberles advertido: «no puedo, la finalidad de un poema es perderse en sí mismo» sin imaginar que ellos pensaron utilizar esos escritos para enriquecer sus currículums de vida? Habría que prestar más atención a la música que hacen las piedras. 
 
27. ¿Vas a ponerte a politizar la alegoría? Puede que se trate de un proceso que, en sí es falso, pero más verdadero que pensarlo bajo la forma de un poema y ejercer desde ahí nuestro legítimo derecho a la protesta. 28. Quiero decir que allí no es posible encontrar un espacio común por una pequeña diferencia en el tiempo. 
 
Habría que buscar una mejor forma de «alienarse». La mística, por ejemplo, más que cualquier otra actitud o sistema, afirma la dignidad del presente sin sacrificar la eventualidad de una vida futura. No como una esperanza o un minidrama cotidiano vivido con los ribetes de una tragedia nacional. 29. ¿Quién escribe cuando escribimos? ¿Qué resorte se activa y habla desde el pulso de la letra?
¿De qué modo la identidad se pierde, para intuirnos desde otros lugares que (aun habitándonos) nos pasan desapercibidos? 30. En las películas, el amanecer nos dice que todo va a estar bien. El doctor Méndez insistió que debía insistir con la práctica habitual de ciertas rutinas con el propósito de ejercitar la mente. Quizá esto explique la pila de obituarios que he venido acumulando a lo largo del tiempo.
 
31. En todos siempre me falta un gentilicio, no como un acto de contrición que floreará en inverosímiles propósitos de enmienda. Sí como un ejercicio más afín a la vista de un espejo retrovisor que a la filmografía de Tarkovski. Como una ficción, aunque todos ellos refieran a un capítulo en cuyo tiempo ya no estaré. Salvo como una sospechosa pieza de información. 32. Gracias a esta práctica descubrí que los valores que creí revueltos, y en total desconexión debido al tiempo que había transcurrido, se alinearon como esos ambiguos planetas que rigen el horóscopo de cada mañana, y, de pronto, la realidad esparcida cuadró con todas las metáforas posibles y miles de seres posthumanos apostaron por transmitir sendos mensajes sobre lo que podía estarles ocurriendo. Hoy eso ya no significa nada. 
 
33. El mañana no alterará el sentido. Cuando miras atrás siempre está el pasado. No se ha desvanecido. Está hablando contigo con las márgenes precipitándose en orvallos de observaciones, asteriscos y signos de exclamación. ¿Qué hacer con nada más que eso pensando en una experiencia más allá de la enunciación del «yo»? 34. La Justicia se encuentra en el otro mundo. En éste lo que hay son leyes. Si puedes soportarlo es bueno que seas un contemporáneo. 
 
35. Desde que La Horda tomó por asalto la pantalla, el héroe, a quien evoco merced a esa antigua algaba en el Gers, tal como ocurre con el gato de Schrödinger, está vivo y muerto respecto del lugar en el que nos encontramos, pero ajeno al frío sonido del viento que sopla ahora en Provenza. 36. Yo soy un poeta arcaísta. El clásico lo ignora como quien olvida que está bajo la lluvia para luego descubrirse sin paraguas, empapado en una terraza del aeropuerto de Ankara. Fue cuando ladró el perro. No era el presagio fortuito de otra clase de música. Hace meses que no oía ese sonido. Mi formación musical no me permite leer esa partitura. Tampoco a Kierkegaard. Creo en los actos que no están precedidos por ningún conocimiento. Aunque el poema insistió en que lo quitara de en medio, recordé que Donald Hall pidió hacer lo mismo con los poetas. Ese perro cumplía con su deber. 37. Los poetas, y también Hall, se pierden improvisando su propia dimensión temporal respecto a un tiempo presente. Se niegan a aceptar cualquier otra hasta que la fortuna convierta alguna de estas variables en un nuevo clásico. 
 
38. ¿Cómo voy a culpar de ello al viento? El progreso transcurre acompañado de su opuesto. 
 
Ocurre, se desdobla en instantes sucesivos, que ahora son simples recuerdos. El «ahora» está ocurriendo en otra parte. Un gesto es adjetivo, la emoción un paréntesis. 39. La Historia construye con ellos sus propios significados estableciendo un número indefinido de centros que van alterando sus relaciones tal como ocurre en el método algebraico de Pogodin o en la canción folclórica de un albañil.
 
40. El poema es una excusa para escribir hasta enamorarse del mundo, aun cuando estemos lejos de él, perdidos en el recuerdo de esos momentos submicroscópicos que no pueden ser traducidos con unas cuantas palabras. Ni habladas ni escritas. Por nadie, nunca. Ese espacio se hace de un lugar, de un nombre propio. Tiene algo que ver con encontrar la quietud en medio del caos. Se revela como en un Sama derviche celebrado en el Ojo de la Tormenta del desierto. 41. No con Méndez quien insistió también con la recomendación de los pilates. Debió leer mi mensaje. «Finalmente su salud solo la entienden su farmacéutico y usted». Pareció indignado, pese a que, debo creer, actúa de acuerdo con el falso mesianismo fundado sobre su Juramento Hipocrático, un shifter que discurre inmerso en complejos protocolos procedentes de las sociedades científicas, las mismas que juzgara las ocupaciones según el esfuerzo y el tiempo requeridos para ensayar 2 o 3 trucos de magia, sin considerar un detalle: la vida humana está en constante transformación. 
 
42. La referencia explícita que hace Méndez refiriéndose al rol del farmacéutico no constituye, no del todo, una aporía proferida por un profesional enfadado, o cuando menos celoso, por la dimensión espiritual que confiero a «un vulgar y simple tendero». Enturbia el agua para que parezca profunda. En la farmacia el diálogo se da sin la mediación de una historia clínica y mi fe está en el valor de la palabra tal como lo hacían esos mercaderes fenicios que zarpaban desde el puerto de Tel Hreiz. 
 
43. En los últimos años el farmacéutico ha cumplido una función muy similar a la de un dealer. Apuesto por él como Gurú, a perdedor, con tal de alimentar la expectativa. En el Esenboğa, a 563.9 km de Troya, mi pobre imaginación llegó al punto de tolerar la incertidumbre mientras se van desdibujando los límites entre la ficción y la realidad sin poder pensar más en un «nosotros.» 
 
44. ¿Será por la falta de música ambiental? 45. —Türkçe—se anticipó la señora que estaba sentada al lado mío. No comprendo a los turcos. Tú no sabes cuánto factura el latín pop en Éfeso. Yo vengo de los bosques. Siempre simpaticé con los troyanos. Si me las juego por ellos es por su épica, en contra de todo lo que se pudo haber escrito en las versiones que conturban el origen espurio de las «guerras griegas» en las cuales los medos nunca fueron confundidos con los persas debido al exiguo valor de su mano de obra para la industria aqueménida. 
 
¿Recuerdas el título de esa canción? 
 
46. Tengo problemas con el gentilicio, ese estúpido adjetivo que determina la situación del hombre en el mundo. Mi padre porfiaba en la creencia de que cada nombre escondía el destino de su portador. 47. Tendré que barajar otras opciones. Por ejemplo, pensar en el lugar de nacimiento como en una alegoría hasta que la mente pueda experimentarse a sí misma en el acto de cometer un error. Es el sentido quien determina el destino sin recibir fondos del subsidio de desempleo. 
 
48. ¿Qué sería de nuestra existencia solo con unas cuántas palabras, y con lo que ellas podrían hacer por nosotros? Por ello hoy somos como esos monumentos que evocan un mundo que ha desaparecido. 
 
49. Yo no sé quién es María Nieves. Sí de la lucha de las jubiladas suizas contra el cambio climático, de la orfandad de los pulpos en la Ría de Vigo y, a duras penas, algo de la política peruana, una manifestación barroca en el sentido que mezcla la fe incondicional con la necesidad de divertirse a costa de ello conforme se vive en una cínica concordia de aversión mutua, salvo cuando se negocia, tal vez como un efecto secundario del exceso de Historia. 
 
50. Mis vecinos, preocupados por el orden moral, y ajenos tanto a lo que pudo significar el pasado como a lo que podría concernirles en el futuro, están más lejos del espíritu de los colonizadores que de la indiferencia de los santos, y aun cuando vivan en profunda sintonía con la naturaleza, no consiguen criar adecuadamente a sus mascotas. Han cagado en mi jardín por séptima vez en el mismo día. 51. No son solo los perros. Como te dije: tenemos demasiada historia en nosotros y tras nosotros. De ahí la tentación neurótica de convertir al pasado en un dios predispuesto a participar de su estreno. 
 
52. Méndez indicó que debía contener la indignación y sentirme capaz de explorar entre las primicias de la mañana sin experimentar esa sensación de pavor ante la posibilidad de que mis pensamientos se vuelvan reales. A estas alturas soy un ex poeta. Un paria, sancionaría Alice Walker, contento de caminar en las márgenes (fuera de moda). En las que no hay otro significado. 53. Mi escritura fue lo que pude excavar entre los materiales áridos de nuestro tiempo: no estaban en ninguna parte y no hablaban sobre nada. 54. El universo es finito. No importa si fue concebido como real o imaginario; el modo de darle sentido siempre es el mismo. 
 
55. ¿Recuerdas el nombre de esa canción? No es que crea en la falsa juventud que nos engaña con el ejercicio del recuerdo. Prefiero escribir el próximo obituario como si se tratara de la renovación de mi exiguo contrato de vida.

 

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