Al padre
Al padre
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Donde sobre el agua violácea
estaba Messina, entre cables arruinados
y escombros tú recorres las vías
y agujas con tu boina de gallo
isleño. El terremoto agita
desde hace dos días, es un diciembre de huracanes
y mar envenenado. Nuestras noches caen
en los vagones mercantiles y nosotros ganado infantil
contamos sueños polvorientos a los muertos
destrozados por los fierros, masticando almendras
y manzanas disecadas. La ciencia
del dolor puso verdad y filos
en los juegos del llano de malaria
amarilla y enferma, hinchada de barro.
Tu paciencia
triste y delicada nos robó el miedo,
fue lección de días unidos a la muerte
traicionada, a la humillación de los ladrones
atrapados entre los restos y ajusticiados en la oscuridad
por la fusilería de los desembarcos, una cuenta
de números bajos que resultaba exacta,
concéntrica, un balance de vida futura.
Tu boina de sol andaba por ahí
en el poco espacio que siempre te dejaron.
También a mí me racionaron las cosas
y llevé tu nombre
un poco más allá del odio y de la envidia.
El rojo aquél en tu cabeza era una mitra,
una corona con alas de águila.
Y ahora en el Águila de tus noventa años
quise hablar contigo, con tus señales
de partida coloreada por la linterna
nocturna, acá desde esta rueda
imperfecta del mundo,
sobre una plenitud de tapiales cerrados,
lejos de los jazmines de Arabia
en donde todavía estás para decirte
lo que antes no pude –difícil afinidad
de pensamientos– para decirte, y no nos escuchan sólo
las cigalas del Biviere, agaves lentiscos,
como el campesino dice a su patrón:
“Bésole las manos”. Eso, nomás.
Oscuramente fuerte es la vida.
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De: «𝘓𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘱𝘢𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦» (1958)
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(Traducción: Fermín Vilela)
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Al padre
Dove sull´acque viola
era Messina, tra fili spezzati
e macerie tu vai lungo binari
e scambi col tuo berretto di gallo
isolano. Il terremoto ribolle
da due giorni, é decembre d´uragani
e mare avvelenato. Le nostre notti cadono
nei carri merci e noi bestiame infantile
contiamo sogni polverosi con i morti
sfondati dai ferri, mordendo mandorle
e mele dissecate a ghirlanda. La scienza
del dolore mise veritá e lame
nei giochi dei bassopiani di malaria
gialla e terzana gonfia di fango.
La tua pazienza
triste, delicada, ci rubó la paura
fu lezione di giorni uniti alla norte
tradita, al vilipendo dei ladroni
presi fra i rottami e giustiziati al buio
della fucileria degli sbarchi, un conto
di numeri bassi che tornava esatto
concéntrico, un bilancio di vita futura.
Il tuo beretto di sole andava su e giú
nel poco spazio che sempre ti hanno dato.
Anche a me misurarono ogni cosa,
e ho portato il tuo nome
un po´ di piú in lá dell´ odio e dell´ invidia.
Quel rosso del tuo capo era una mitria,
una corona con le ali d´aquila.
E ora nell´ Aquila dei tuoi novant´ anni
ho voluto parlare con te, coi tuoi segnali
di partenza colorati dalla lanterna
notturna, e qui da una ruota
imperfetta del mondo,
su una piena di muri serrati,
lontano dai gelsomini d´Arabia
dove ancora tu sei, per dirti
ció che non potevo un tempo –dificile affinitá
di pensieri- per dirti, e non ci ascoltano solo
cicale del biviere, agavi letischi,
come il campiere dice al suo padrone:
“Baciamu li mani”. Questo, non altro.
Oscuramente forte é la vita.
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«𝘓𝘢 𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘪𝘮𝘱𝘢𝘳𝘦𝘨𝘨𝘪𝘢𝘣𝘪𝘭𝘦» (1958)
(Fuente: Grover González Gallardo Poesía)
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