El cielo sobre Berlín
No son legiones, vienen
de dos en dos al mundo sin alas de los hombres.
Viene desde la estela,
desde sus claroscuros de hielo y de grisalla
para encender hogueras de silencio,
contra la lenta luz nevada del invierno.
Vienen para probar el sabor de la sangre
y el calor de la herida, para ver cicatrices
o los colores blancos del dolor en los pájaros.
Son la mano que escribe sobre el tiempo del sueño
las armonías secretas y azules de su canto
en las estatuas frías de las islas extrañas.
No duermen, pero sueñan la cruz del sur con lluvia
las escalas oscuras del ángel de las lágrimas.
Sueñan con una casa que flota sobre un lago,
el
reflejo de un mundo debajo de otro mundo.
Tan lejos y tan cerca,
despliegan en el cielo las alas del deseo
y en el planeo violeta de la tarde,
en el umbral del tiempo,
se paran para oír
las músicas esféricas de las constelaciones.
Coetáneos de los pájaros, tiene la edad del vuelo,
son los que queman árboles, los que incendian la orilla
remota de los ríos.
No traen otro mensaje que su misterio ardiente,
su nada desvalida
de hijos abandonados de los dioses.
En su tierra de nadie sus canciones sin letra
cantan desde el vacío de sus bocas cerradas
acordes inefables,
la médula del miedo, los delfines del sueño.
De su libro De Luna y ciencia nocturna.Ed Icaria Poesía, 2010
(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)
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