domingo, 1 de agosto de 2021

Carlos Leiton Tapia (Santiago de Chile, 1982)

 

 

de "eczema del árbol"






apurado, saltan montículos en las veredas, la

bicicleta, liso el aluminio y el terreno no más ya

con las bocinas, las luces se reflejan en las hojas

del limonero, adelante su raíz, su capilar, aprieta

los dientes, vuelve a aflojar los ladrillos, pasar

pincel para aceitar una pared mostrando las

costillas, las siete de la tarde en mi mano, la

clorofila en su punto de retina, pedalear adentro,

muy adentro la hornacina mandíbula afloja cauce,

agua en la vereda, se estropeó mi pantalón, el

abrigo adentro de ese ojo, el diente a la distancia,

sírvete esto, la ciudad jadea, perdono el momento,

me abro, el agua su muesca se amontona y ya

oscurecido devolverse

el diente hincha la porción

el pie traspasa la suela en la textura



acacio, acanto

y parto la A para dividir la manzana

me guardo una ligustrina en el pantalón

la colecciono



mi lengua y su tensión de esquina es una linterna

sin sonidos alhambra masticada, nadie reconoce

estas almenas y tan cerca, cerca de la plaza sus

semáforos, bocinas

cal en las palmas, apoyar en las mejillas

lumbre de esquina

trabajar de gratis

tropezar en la lluvia me protejo

todos se entran

pero ninguno de los que en verdad me interesa

todos se quedan aquí, me exigen ticket

silencio

estas mejillas pintadas de alhambra, mímica de

rasgos impensados

la garúa me borronea, corroe el maquillaje

los personajes no se dejan estar




la niebla es bien valorada, su respiración

ese mismo polvo de alhambra

en cuota

en medida de arroz




el pavimento brillante y lluvia negra el vidrio

migas la termita en sobra

pegada a los autoadhesivos



horas pensando en mi trabajo


el entrecruce donde casi me atropellan


día resumido un asiento el té me calienta


alivio mis manos, soy apenas dejo un hueco



aire desaparecido lo que aspiro

el asiento

afuera



aquí los que bullen, y acá

siembra de su sombra

del vórtice huyen

caigo en lo que es mi diente partido

lo que podría ser, el resto que barro

no que haya más polvo en esta vereda



alhambra

acalla

tuerzo la A para ajustar, las manos anudadas de

espera, contar el descanso y espero



acalla

mis manos encallan

podrían moverse

descascarar el sillón



palomas picotean el cristal, veo el sauce

respiradero, lianas envueltas el canal

de noche nadie anuda, nadie anda

este frío y lo lejos que queda, camino el embrollo

ato llaves

encierro la pendiente

lo lejos, todo



sauce exuda tinta, la línea desliga

el silbido traza el bosque, el disparo, el arma



carnaval de sombra el ojo en tinta

me preguntan de dónde el maquillaje

sirven hiedra y manjar de frío, moquillo

multitud en timbre constante, cantante

quedo fuera ya que el camino es mi invitación

voy de la mano

monóculo el ojo más ciego

el que más enfoca

llovizna de penumbra para delinear corrosión en

las maquetas de estos monumentos



que como fachadas

el perdido se echa al bolsillo



el motor silba

el odio es un operario que aguarda en una esquina

un guardia sintonizando otro dial



calle caupolicán

la palabra se refugia en la madera, su papel

celulosa respirada en la semilla del plátano

traducida en una palabra adherida al organismo

ahora ese susurro

pata de gato en la marca de cemento

la voz estornuda el sitio

clava barras al camino

mercado eriazo de los calores ajenos



semilla desperdigada en cefalea

las cosas que no sangran quedan con un eco

tras llevar el bolso muy cargado

un tropiezo escamotea las sobras



acanto

acanto

y trazo la A para blanquear

con exposición de químico y cuarto oscuro

aquí

otros limbos de linterna



un chico desnudo deambula

muñón y cámara de mano

gotas de savia graban

cuenta sus pasos, lo que tiene al frente

su desnudez trae el verano

lo quiero

recupero mis doce años

*** 


(Fuente: La comparecencia infinita)

No hay comentarios:

Publicar un comentario