TOTA LA CENDRA ÉS AQUÍ - RECUERDO DE MALLORCA
Yo también estuve en El Arenal,
uno dice que va a Mallorca
pero en realidad no sale del Arenal,
porque todo está lejos del Arenal
a excepción de la playa,
los chiringos de a tres billetes la cerveza
y las megadiscos absurdas y ruidosas.
Mallorca es una prisión,
un viejo vapor atrapado en un puerto fantasma
y siempre llueve tras esos cristales donde tú te señalas con el dedo.
Estuve en Mallorca, sí, varias veces,
la mejor con un acojonado Antonio Rigo
-gracias mi niño por el aire que llevas,
por los afectos y las copas que se extienden hasta el amanecer-
que creía acudir a una cita con peligroso terrorista
enviado por oscura organización desaparecida sesenta años antes
para poner una bomba en Miravent.
Altos muros de la monarquía ni hoy ni ayer derribados,
desde el autobús para turistas os miro envejecer.
Mallorca es un delantal blanco de tres meses
para extremeños y andaluces
emigrantes ahora de primera,
un cementerio de Meharis,
una lengua de hormigón
por la que paseo con Ángel
recordando batallitas de la guerra del catorce
y cómo podríamos estar ahora
en un sitio tan poco poético
como el depósito municipal de cadáveres de Miajadas
y no camino de este chiringuito a media luz
lleno de cazadores sin dientes
escapados del último autobús del INSERSO.
Yo también estuve en Mallorca, claro,
búscame entre tus cenizas,
búscame en tu álbum de fotos.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2019
(Fuente: Voces del extremo)
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