domingo, 22 de agosto de 2021

Anne Sexton (Newton, EEUU, 1928-Weston, 1974)

 

 

El tacto




Mi mano estuvo sellada meses
en una caja de estaño. En ella, sólo los barandales
del metro.
Tal vez esté magullada, pensé,
y por eso la encerraron.
Pero al asomarme, la veía quieta.
Puede indicarte qué horas son, pensé,
como un reloj, con sus cinco nudillos
y sus delgadas venas subterráneas.
Yacía tendida como una mujer inconsciente
alimentada por tubos de los que nada sabe.

La mano estaba postrada,
pequeña paloma de madera
que optó por recluirse.
La volteaba, la palma era vieja,
sus líneas finísimas de punto de cruz
hilvanadas a los dedos.
Gorda, suave, ciega en ciertos puntos.
Enteramente vulnerable.

Y todo esto es metáfora.
Una mano común y corriente —deseosa sólo
de tocar algo
que a su vez tocara.
La perra no basta.
Mueve la cola a las ranas del pantano.
No soy mejor que un bulto de alimento para perros.
Es dueña de su hambre.

Mis hermanas no bastan.
Viven en la escuela excepto por los distintivos
y lágrimas que manan como limonada.
Mi padre no basta.
Llega con la casa a cuestas e incluso en las noches
habita la máquina fabricada por mi madre
y bien aceitada por el trabajo, el trabajo.

El problema es
que dejaría congelar mis gestos.
El problema no estaba
ni en la cocina ni en los tulipanes
sino en mi cabeza, mi cabeza.

Luego todo esto se hizo historia.
Tu mano encontró la mía.
La vida se apresuró a mis dedos como un coágulo.
Ay, mi carpintero,
reconstruidos están mis dedos.
Bailan con los tuyos.
Bailan en el desván y en Viena.
Mi mano está viva sobre toda América.
Ni la muerte podría detenerla
—la muerte derramándole la sangre.
Nada podría detenerla, pues éste es el Reino
y el Reino ha llegado.

~
 
 


Una vez y otra y otra




Dijiste que la rabia volvería
como regresó el amor.

Tengo una mirada oscura que no me gusta.
Es una máscara que me pruebo.
Emigro a ella y su rana
se sienta en mi boca y defeca.
Es vieja. También pordiosera.
He tratado de mantenerla a dieta.
No le doy unción alguna.

Hay una buena cara que me pongo
como coágulo. La cosí
sobre mi pecho izquierdo.
Hice de ella mi vocación.
Allí enraizó el deseo.
Te he puesto a ti y a tu
hijo en su punta láctea.

Ay, la oscuridad es asesina
y la punta de leche rebosante
y cada máquina trabaja
y te besaré cuando
corte a una docena de hombres diferentes
y morirás de algún modo,
una vez y otra.

~
 

Nosotros



Yo iba envuelta en pieles
negras y en pieles blancas y
tú me deshiciste y luego
me colocaste en la luz dorada
y luego me coronaste,
mientras fuera de la puerta
la nieve caía en dardos diagonales.
Mientras diez centímetros de nieve
se apilaban como estrellas
en pequeños fragmentos de calcio,
estábamos en nuestros propios cuerpos
(este cuarto nos enterrará)
y tú estabas en mi cuerpo
(este cuarto vivirá más que nosotros)
y primero froté tus pies
secándolos con una toalla
pues fui tu esclava
y luego me llamaste princesa.
¡Princesa!

Ah, entonces
me levanté en mi piel dorada
y ritmé los salmos
y tiré la ropa
y me soltaste las bridas
y me soltaste las riendas
y me solté los botones,
los huesos, las confusiones,
las tarjetas postales de Nueva Inglaterra,
las noches de enero a las diez,
y como trigo crecimos,
acre sobre acre de oro,
y cosechamos,
cosechamos.

***

Versiones de Elisa Ramírez Castañeda
Cultura UNAM

/
 
 

The Touch



For months my hand was sealed off
in a tin box. Nothing was there but the subway railings.
Perhaps it is bruised, I thought,
and that is why they have locked it up.
You could tell time by this, I thought,
like a clock, by its five knuckles
and the thin underground veins.
It lay there like an unconscious woman
fed by tubes she knew not of.

The hand had collapse,
a small wood pigeon
that had gone into seclusion.
I turned it over and the palm was old,
its lines traced like fine needlepoint
and stitched up into fingers.
It was fat and soft and blind in places.
Nothing but vulnerable.

And all this is metaphor.
An ordinary hand -- just lonely
for something to touch
that touches back.
The dog won't do it.
Her tail wags in the swamp for a frog.
I'm no better than a case of dog food.
She owns her own hunger.
My sisters won't do it.
They live in school except for buttons
and tears running down like lemonade.
My father won't do it.
He comes in the house and even at night
he lives in a machine made by my mother
and well oiled by his job, his job.

The trouble is
that I'd let my gestures freeze.
The trouble was not
in the kitchen or the tulips
but only in my head, my head.

Then all this became history.
Your hand found mine.
Life rushed to my fingers like a blood clot.
Oh, my carpenter,
the fingers are rebuilt.
They dance with yours.
They dance in the attic and in Vienna.
My hand is alive all over America.
Not even death will stop it,
death shedding her blood.
Nothing will stop it, for this is the kingdom
and the kingdom come.

~
 
 

Again And Again And Again



You said the anger would come back
just as the love did.

I have a black look I do not
like.  It is a mask I try on.
I migrate toward it and its frog
sits on my lips and defecates.
It is old.  It is also a pauper.
I have tried to keep it on a diet.
I give it no unction.

There is a good look that I wear
like a blood clot.  I have
sewn it over my left breast.
I have made a vocation of it.
Lust has taken plant in it
and I have placed you and your
child at its milk tip.

Oh the blackness is murderous
and the milk tip is brimming
and each machine is working
and I will kiss you when
I cut up one dozen new men
and you will die somewhat,
again and again.

~

Us


I was wrapped in black
fur and white fur and
you undid me and then
you placed me in gold light
and then you crowned me,
while snow fell outside
the door in diagonal darts.
While a ten-inch snow
came down like stars
in small calcium fragments,
we were in our own bodies
(that room that will bury us)
and you were in my body
(that room that will outlive us)
and at first I rubbed your
feet dry with a towel
becuase I was your slave
and then you called me princess.
Princess!

Oh then
I stood up in my gold skin
and I beat down the psalms
and I beat down the clothes
and you undid the bridle
and you undid the reins
and I undid the buttons,
the bones, the confusions,
the New England postcards,
the January ten o’clcik night,
and we rose up like wheat,
acre after acre of gold,
and we harvested,
we harvested.
 
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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