Ruere
Del latín Ruere /desplomarse, derrumbarse,
precipitarse, caer/ nos viene la ruina.
Estos cuatro verbos que aluden al Ruere latín
comparten la característica de la muerte inminente.
Una ruina es propensa al desplome,
al derrumbe, a la precipitación y a la caída.
Lo arruinado se nos presenta
como una víctima del tiempo,
y es en la censura de lo roto,
que le encontramos antepasados
a todos nuestros cadáveres.
La ruina, dicen, no está arruinada,
buscamos todas las maneras de vestirla
y presentarla en el mejor de los museos;
en nuestras propias habitaciones,
en los aparadores, catálogos y estanterías,
en las casas funerarias o en las cunas infantiles.
Decimos ruina como decimos presente.
Su material siempre es el mismo: la nostalgia.
Como si las palabras que la sostienen
hubiesen sido hechas de barro
y sopladas por bocas migrantes
en la intemperie de todas las naciones.
Ruina- templo sagrado,
Ruina- canción para ritual,
Ruina- catedral desquebrajada,
Ruina- pasaporte vencido,
Ruina- lenguas enredadas,
Ruina- casa de piel, saliva y mármol,
Ruina- acaso bandera de futuro.
julio, 2020
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22 del abecedario
Le metieron en la boca las entrañas del diccionario.
Razones:
…….1. estado inicia en mayúsculas.
…….2. La patria no es femenina.
…….3. Ya existen suficientes pronombres.
Le cnsrrn la 22 del abecedario.
Razones:
…….1. Por sus formas.
…….2. Dice tanto.
…….3. Es innecesaria.
Le pidieron aprender a decir:
_tero, _mbral, _na, _rna,
_niversal, _rbana, _rgencia,
_bicada, _nisex, _nida,
_ngida, _ltima, _nívoca.
Le sugirieron ponerse al día, contar hasta diez, cerrar las piernas.
Razones:
1. Ellos sólo tenían el poder.
2. Ella, la palabra.
Julio 2021 CDMX
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Me olieron los perros
A P y C:
él y el otro él, nosotrxs.
En la mesa quedaron algunas cáscaras
de limón dulce.
¿Y la noche?
pálida entre las cortinas.
Él dijo, les leo un ensayo sobre las moscas.
Aceptamos.
En los dedos de él, del otro él,
una cáscara enredada sobre las uñas.
El ensayo le salió de la boca, de las manos,
del hoyuelo entre las clavículas,
y el otro, en su acto de escucha,
de testigo con dedos de piel de limón,
le sonreía con ganas
con sonrisa de muchos dientes,
como diciendo: te advierto una vida.
Mientras nos leía,
pasión tejida entre las cejas,
me levanté y caminé por la sala
que al tiempo era el comedor,
la habitación de los perros,
la antesala de las habitaciones.
Y escuché el ensayo sobre las moscas.
Él y el otro él se conocían de hacía tiempo:
dos circuitos potentes de cables heridos
se conectaron para iluminar
una casa de preguntas.
Se conocieron así,
y en el camino me invitaron
a su festín de frutas frías y cerveza.
Caminé, entonces, por la sala.
Me acomodé de cuclillas
para ver de cerca las patas de la mesa,
y se acercaron dos perros,
los dos perros sin nombre del otro él.
Se acercaron, y me olieron.
Me olieron los perros.
Llevaba un vestido de leopardo,
mis muslos,
que se han resistido a las caricias largas
por miedo a la hipotermia,
estaban semidescubiertos,
las piernas entreabiertas,
y de dentro, de muy dentro,
venía el olor que acercó a los perros.
Un olor a fruta pudriéndose,
a clavo y madera, a gerbera amarilla
y agua salada.
Me olieron los perros,
pero a ellos no les significó nada,
quizá reconocieron un olor familiar,
un olor a cotidiano, a lo que sólo pasa,
lo que no se juzga ni legaliza ni oculta.
Me olieron y se fueron a dormir.
Su voz, la de él, hablaba de las moscas
de una utopía urgente
y el otro él sonreía.
Yo los miraba a distancia,
recorriendo sus voces y la casa,
reconociendo los muebles.
El ensayo acabó,
¿cómo se dice preferido sin decir favorito?
Eso fue la noche: una luna de sangre
suspendida entre las cortinas.
Además,
era uno de esos días
de los que ya he hablado tanto.
A diferencia, me sentí libre;
qué libre es lo normal
cuando se está en manada.
Julio, 2021
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Poesía México | Buenos Aires Poetry, 2021.
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